Lluvia de 2 horas en Caracas acabó con un barrio que tenia 50 años

El desbordamiento del río El Valle, el siete de septiembre, a la altura de los distribuidores La Bandera y el Pulpo en no fue una sorpresa. Menos para los habitantes del barrio Los Chaguaramos -ubicado debajo de la nueva ampliación de la autopista Valle-Coche-.Centenares de personas fueron desalojadas por la Guardia Nacional, algunas vivían ahí desde hace cincuenta años.

Se sienten abandonadas por el ministerio de Transporte Terrestre y Obras Publicas, y el de Vivienda y Hábitat.

¿Sesenta familias? ¿Cincuenta familias?, es impreciso determinar cuántas personas estaban durante la inundación. Para las personas que vivían en el barrio Los Chaguaramos (suroeste de Caracas) debajo de la autopista Valle-Coche –literalmente-, las únicas cifras tangibles representan los miles de bolívares que perdieron tras el desbordamiento del río El Valle (principal afluente del río Güaire) el siete de septiembre y el consecuente desalojo por parte de la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivariana.

Para los viven entre Santa Mónica y la avenida Victoria, este barrio era un símbolo de precariedad. Asentado luego de la construcción de la autopista en 1955, aquí se registraron redadas, operativos y censos por parte de distintos organismos del Estado, a lo largo de los años, para comprobar la calidad de vida de las casi 150 familias que en su momento habitaron un espacio no más amplio y largo que una cuadra. El punto álgido de la miseria se alcanzó el año pasado cuando el ministerio de Transporte Terrestre y Obras Públicas, y la alcaldía del municipio Libertador anunciaron la construcción de una ampliación de la autopista.

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El ministerio de Vivienda y Hábitat se encargaría de reubicar a estas personas en los diferentes complejos habitacionales que desarrolla con la Gran Misión Vivienda Venezuela.

La reubicación nunca llegó. Y el 22 de diciembre de 2015 se inauguró una ampliación de cuatro canales entre los distribuidores La Bandera y El Pulpo como “una mejora vial para el acceso de Caracas”. Lo que no se esperaban los habitantes del barrio –aunque lo sospechaban- es que las bases que se asentaron en el lecho del río, al lado de su comunidad, achicaron el espacio por donde corren las aguas. Simples matemáticas: a menos espacio no hay chance para que un mayor volumen de líquido corra sin complicaciones. Resultado: inundación y estructuras (con personas) afectadas.

Como ese escalofrío que sienten los habitantes del estado Vargas cada vez que llueve. Sensación que les quedó luego del deslave de 1999. Así estaban los habitantes de Los Chaguaramos con cada gota que escuchaban caer sobre sus cabezas y observando preocupados cómo el agua subía sin control. El desastre fue inminente. Al menos una docena de casas quedaron con piso acuático –de al menos cinco centímetros de altura- y un niño de tres años fue arrastrado por la corriente mientras estaba sentado sobre su silla/cuna. De no ser porque un vecino lo ve y se lanza a rescatarlo, estaría desaparecido. O peor.

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Sólo bastó una lluvia de dos horas para que las vidas de estas personas cambiarán en un santiamén. Muchos de ellos tenían cincuenta años ahí.

Y a pesar que al ex ministro de Transporte Terrestre y Obras Públicas, y actual diputado, Haiman El Troudi, le advirtieron sobre las consecuencias de levantar una ampliación. Esta estructura sigue, temblando, con cada crecida del río. Un informe del Colegio de Ingenieros de Venezuela indicaba que el impacto ambiental y social de los trabajos no se tuvo en cuenta. “Para la segunda etapa de la ampliación se está construyendo una fila de columnas en el centro del cauce del río, lo que producirá una mayor turbulencia y un mayor represamiento de las aguas, que con seguridad generará peligrosos desbordes del río, que afectarán directamente a la comunidad del barrio Los Chaguaramos y otras zonas aledañas”, explicó en su momento el arquitecto y profesor, Alfredo Cilento Sarli.

“¿Para dónde nos vamos?”

El desalojo de Los Chaguaramos comenzó a trompicones. Dos patrullas de la Guardia Nacional se apostaron a la entrada y fusil en mano, los funcionarios se encargaron de tocar una por una las puertas de sus habitantes. “Fue un momento muy estresante. Nos gritaban que nos teníamos que ir o de lo contrario nos iban a sacar a la fuerza. Nos cortaron la luz y el agua”, comentó Teresa* una de las fundadoras del barrio.

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Con neveras, cocinas, colchones y hasta el perro o el gato en mano; los habitantes aceptaron con resignación su destino: Ciudad Tiuna en los Valles del Tuy o Ciudad Caribia en Vargas.

“Nosotros nos queríamos quedar en Caracas. Nos sentimos engañados. Cuando el Ministerio de Vivienda y Hábitat vino el año pasado, nos prometió soluciones habitacionales en Caracas. Nos dijo que no nos preocupáramos porque con un censo y por tener tanto tiempo viviendo en la capital, teníamos prioridad”, indicó Raúl*, uno de los hijos de Teresa que poco a poco saca los enseres que no se mojaron de la casa de su mamá. Lo que sirve para maletas y carretillas, mientras que lo que está dañado o no hay espacio para llevárselo, termina en el río.

Por el cauce ya van bombonas de gas vacías, estructuras de camas desvencijadas, cocinas, ropa, juguetes, libros y hasta dos neveras.

La compañía encargada de la limpieza del barrio, antes de que entren las máquinas de demolición, fue contratada por la alcaldía del municipio Libertador. Son varias cuadrillas de hombres ataviados con cascos amarillos, chalecos naranja y guantes.Como hormiguitas escudriñan entre los despojos de una comunidad que salió de mala manera. Uno se lleva una máquina de coser, otro ve una caja de herramientas para ver qué puede rescatar y algunos están pendientes de llevarse los cables de electricidad que están desconectados para poder reusarlos. Los dueños de esas cosas ya no están, y no hay nadie quien reclame.

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Los últimos en salir del barrio son dos señoras –Teresa está entre ellas- que lucharon por quedarse, pero ya la policía les advirtió de lo que pueda pasar si siguen insistiendo.

“¿Para dónde nos vamos? ¿Para Ciudad Tiuna? Allá vive puro malandro. Para bien o para mal aquí todos nos conocíamos y sabemos quién es quién. Mi cuñado es Guardia Nacional y ya le advirtieron que no se aparezca por allá porque lo van a matar. Porque no quieren funcionarios viviendo en Ciudad Tiuna”, indica Raúl. Mientras declara, algunos miembros de las cuadrillas de limpieza se acercan y le dicen que debe apurarse. Que están cansados y no pueden pasar otro día recogiendo cosas.

Raúl les responde que tienen que esperar, que la casa de su mamá tiene muchas cosas.“Lo que quieren es entrar y llevarse lo que puedan”, dice por lo bajito.

 

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Los dos corredores que constituían al barrio Los Chaguaramos fueron rehabilitados por la comunidad en tres ocasiones. Inclusive, el principal, tiene una pequeña capilla que fue construida hace quince años cuando uno de sus habitantes fue asesinado ahí. Cada vez que se podía, el consejo comunal solicitaba a la alcaldía potes de pintura para revitalizar las áreas comunes o asesoría técnica para el servicio eléctrico o de agua potable. “En cincuenta años, nunca nos dijeron que nos teníamos que ir. Nunca nos mandaron a la Guardia para botarnos y nunca nos trataron tan mal. Ahora somos los execrados, los olvidados de Dios”, nos dice Teresa.

Una frase que resalta con ironía ante el menaje pintado en una de las casas del barrio:“Esta es una casa de oración. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

Un mensaje que pasa desapercibido entre los que continúan desmontando el barrio. Suenan palas y martillos mientras una fina capa de polvillo arropa la atmosfera. Tanto, que no es posible mantener las partículas fuera de la boca mientras se habla. La lengua se empasta. Y el olor. Olor fétido de barro mezclado con cañerías que compite en aromas con el río El Valle.  Todo lo que sale de esta comunidad está impregnado con esta esencia y que se esparcirá en los dos camiones de volteo que esperan para recoger la basura y la chatarra.

Sesenta años de historia que terminarán en un basurero.

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por El Estímulo en noticiasaldiayalahora.co