El jueves 12 de marzo el presidente Nicolás Maduro informó al país sobre la suspensión de los vuelos procedentes de Europa y Colombia. Días después, dirigió la medida hacia Panamá y República Dominicana. Luego de varios intentos, Alejandra Núñez logró conseguir pasajes desde Madrid hasta La Habana y un vuelo humanitario que la dejó en el aeropuerto internacional de Maiquetía
Alejandra Núñez, locutora venezolana, consultó con sus amigos que viven en España sobre la situación que se registraba en ese país por la pandemia de coronavirus. Las alarmantes noticias generaron en ella dudas y miedo a escasos días de emprender el viaje a Madrid, fijado para el domingo 8 de marzo.
«Hablé con todos los amigos que están allá para que me contaran en realidad cómo estaba la situación. Todos me dijeron que la gente estaba tranquila, que no frenara el viaje y que me fuera», recordó Núñez durante una conversación con El Nacional.
Llegó al Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas el lunes 9 de marzo, junto con su madre y su hermana. Tres días después, el régimen venezolano anunció la medida de prohibición de entrada de los vuelos desde Europa y Colombia a partir del domingo 15 de ese mes.
Llegaron al aeropuerto a las 6:00 am. En la misma situación se encontraban más de 400 venezolanos. Esperaban para el chequeo hasta que les informaron, a través de los parlantes, que el vuelo estaba suspendido.
Las autoridades les pidieron que abandonaran el aeropuerto porque no estaban permitidas las aglomeraciones.
«Nos entregaron un comunicado que decía que el gobierno había decidido adelantar la medida. Hubo muchísima desesperación, cantidad de gente llorando, cantidad de gente abrazándose. Hice con mi familia lo que muchos hicieron: buscar opciones con otras aerolíneas para ver por dónde podíamos entrar a Venezuela», manifestó.
Las personas sin visa no podían ingresar a República Dominicana; y quienes tuvieran visa americana pero no hubieran viajado a Estados Unidos este año no podían pasar por Panamá.
La familia comenzó a buscar otras opciones, pero las posibilidades eran escasas: los pasajes hacia México, por ejemplo, rondaban los 5.000 dólares. En medio de la incertidumbre eligieron como destino República Dominicana con la intención de hacer escala.
«No para ese mismo día porque se acabaron los pasajes cuando estábamos en la cola de Iberia. Decidimos comprarlos el domingo por Internet. Solo la ida desde Madrid eran 600 dólares por persona; y desde República Dominicana-Venezuela, 150 dólares», indicó.
Núñez, junto con su madre y su hermana, se hospedó en un hotel para pasar la noche. No desempacaron y trataron de dejar todo como estaba porque al día siguiente, el lunes 16 de marzo, saldrían temprano, en un nuevo intento, hacia el aeropuerto.
Pero alrededor de la 1:30 de la madrugada, amigos comenzaron a escribirles para decirles que el régimen había prohibido la entrada de los vuelos desde Panamá y República Dominicana.
«No sabíamos qué hacer», expresó.
«Esa noche prácticamente no dormimos por la incertidumbre. Comenzamos a contactar a personas a ver qué nos recomendaban, dónde nos podíamos quedar, qué podíamos hacer. Decidimos quedarnos en Madrid porque teníamos conocidos», agregó.
El día del vuelo cancelaron los boletos de viaje hacia República Dominicana y se dirigieron a la Embajada de Venezuela en España, pero estaba cerrada.
«De un día para otro todo cerró. El jueves Madrid era una, estaba activada toda la vida nocturna, abiertas todas las tiendas; pero el viernes fue otra, era una ciudad desolada, estaba todo cerrado, era increíble», recordó.
En el intercomunicador de la sede diplomática estaba pegado un anuncio con un número de teléfono para que las personas llamaran en caso de emergencia. Núñez lo anotó y llamó. Conversó con el segundo secretario de la embajada, Cruz Febres.
Según el relato de la locutora, el hombre fue sumamente atento y educado.
«Nos dijo que la embajada no tenia los recursos para darle socorro a los venezolanos que estuvieran varados, que por los momentos no había ningún plan de contingencia para la repatriación y que si no teníamos dónde ir nos recomendaba un refugio. Evidentemente quedarnos en un refugio en un momento como ese, en donde hay personas de la calle y todo tipo de gente, no era una opción. Mucho menos cuando tratas de evitar un contagio tan fácil como el coronavirus», manifestó.
La familia, sin embargo, se hospedó dos días más en un hotel hasta que amigos les tendieron la mano y abrieron espacio en su casa, a pesar de lo limitado del lugar.
«Estuvimos tres noches», señaló. En la primera de ellas, la locutora hizo una transmisión en vivo en Instagram para contarle a sus seguidores lo que estaba pasando.
Muchas personas le expresaron que estaban en la misma situación, pero una de ellas le envió un mensaje privado para decirle que había viajado hacia República Dominicana, sin importar que la entrada a Venezuela desde ese país estuviera prohibida.
«Me dijo que viajó desde República Dominicana a Cuba y que iba a viajar de Cuba a Venezuela. Fue cuando vi la luz y pensé que probablemente podría volver. Pero me daba miedo porque no sabía qué podía suceder al salir de Madrid, si en Cuba nos iban a obligar a hacer cuarentena o si nos iban solo a tomar la temperatura. Nos daba mucho miedo y más aún quedarnos varadas en Cuba«, dijo.
Finalmente, el miedo a lo que pudiera pasar en el camino hizo que la familia tomara la decisión de quedarse en Madrid. Comenzaron a buscar un apartamento para alquilar porque tenían claro que la situación podía durar hasta varios meses, tratándose de una pandemia.
La oyente de Núñez le volvió a escribir el miércoles 18 de marzo. Había tomado la ruta Madrid-República Dominicana-La Habana-Venezuela y en ese momento se encontraba en su casa.
Esa posibilidad llevó nuevamente las esperanzas a Núñez. La persona le explicó que el pasaje en la aerolínea de Conviasa no iba a poder comprarlo por Internet porque la página estaba caída. Debía adquirirlo directamente en Cuba por 430 dólares, pagados en efectivo en la divisa estadounidense o en euros.
«Cuando ella me cuenta cómo fue la experiencia, agarramos nuestras cosas y salimos. Fuimos a Iberia a cambiar el pasaje, inicialmente era la aerolínea con la que nos íbamos a ir a República Dominicana. Nos dijeron que como habíamos cancelado el vuelo por decisión propia y no por un incumplimiento de la aerolínea, no podían hacer el cambio y que debíamos comprar nuevos boletos. Casi muero porque estábamos gastando demasiado dinero«, señaló.
En medio de la situación, Núñez explicó lo que había sucedido. La persona que las atendió habló con el coordinador de Iberia en el aeropuerto de Madrid y entendió el caso: les cambiaron sin costo alguno los boletos con destino a La Habana para el próximo día.
«Pero el mismo miércoles en la noche, luego de que habíamos cambiado los pasajes, nos llamó el segundo secretario de la embajada. Él se había quedado con nuestro contacto. Nos dijo que estaban organizando un vuelo humanitario para quienes pudieran llegar por sus propios medios a La Habana. Le dijimos que sí. Él le escribió un correo al coordinador de Conviasa diciéndole que íbamos a llegar a Cuba, que nos incluyera en el vuelo. En ese comunicado estaban nuestros nombres y los números de pasaportes», contó.
«No lo teníamos porque nos habían dicho que si decíamos que íbamos a comprar el pasaje en Cuba nos iban a dejar pasar. No nos querían dejar montar porque no teníamos el visado cubano ni teníamos el boleto de La Habana-Caracas. En ese momento hubo una persona muy déspota de la aerolínea, que estaba coordinando en la puerta del avión, que decía que si no lográbamos organizarnos en 10 minutos nos íbamos a quedar. Con su acento español, mandó a bajar nuestras maletas. Creo que fue la única persona en toda esta travesía que nos trató muy mal. Otras dos personas sí querían ayudarnos», relató.
Núñez, ante la imposibilidad de abordar el avión, se comunicó inmediatamente con el segundo secretario de la embajada. El funcionario les envió el comunicado que habían emitido dirigido a Conviasa sobre el vuelo humanitario y, al presentarlo, aún en el teléfono celular, las dejaron subir.
«Nos montamos, pasamos 10 horas y media de vuelo. Llegamos a las 10:00 pm, hora de Cuba. Allí no nos querían dejar pasar de inmigración porque no teníamos el boleto de La Habana-Caracas ni teníamos el visado cubano. Las autoridades nos retuvieron nuestros pasaportes, pero nos trataron muy bien. Nos pasaron a la sala de embarque, ahí podíamos tener conexión a Internet. En La Habana uno se conecta comprando unas tarjetas de saldo y a esa hora no había quien las vendiera, pero teníamos donde comer», dijo.
En el avión de Iberia en el que habían viajado desde Madrid iban alrededor de 25 personas. Los tripulantes de cabina les dieron más comida de lo esperado a los pasajeros. Sándwiches, yogur, chocolates y palmeritas las ayudaron a solventar la comida en las horas de espera en el Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana.
A las 7:00 de la mañana del día siguiente, el viernes 20 de marzo, las autoridades del aeropuerto les pidieron a los ciudadanos que se dirigieran a la zona de inmigración. Alrededor de las 8:00 de la mañana, una autoridad de Conviasa le informó al grupo de venezolanos que no sabía por qué no los habían dejado pasar.
«Siempre este señor nos estuvo preguntando quiénes venían desde Madrid; nos preguntó si nos habían hablado del costo de boleto y nosotros dijimos no porque el comunicado de la embajada decía que era un vuelo humanitario. Pasó el rato y nos dijo que iba a salir un vuelo a las 11:00 am, pero que por temas administrativos no nos iban a poder mandar, a pesar de que llevaba asientos vacíos. En ese vuelo se fueron todos los que tenían pasaje. Nos dijo que no nos preocupáramos, que ese día sí o sí nos íbamos», añadió.
Luego de 18 horas de espera y de dormir en las sillas del aeropuerto, a las 4:00 pm abordaron un avión con destino al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía, en el estado Vargas.
«Pero como siempre nos sentimos bien tratados por la gente de Cuba y de Conviasa, nos sentíamos más tranquilos. Además de que nos aseguraron que nos íbamos. A la 1:00 pm nos llamaron aparte y nos dijeron que nos iban a emitir el pasaje costo cero por estar referidas desde la embajada y porque no nos dejaron pasar de inmigración para comprar el pasaje. No nos hicieron pagar nada«, indicó.
El vuelo desde La Habana a Caracas duró 2 horas con 40 minutos. «Muy apretado, full de gente, muchos con mascarillas, otros no. Llegamos a Venezuela y no nos dejaron bajar del avión hasta que una persona debidamente equipada se subió al avión para medirnos la temperatura a todos; después nos permitieron la salida porque ninguno presentó los síntomas. No escuché a nadie tosiendo», agregó.
La familia había pedido con anticipación un servicio de taxi porque no tenía conocimiento de cómo se estaban aplicando las medidas restrictivas en el país.
«Estamos en la casa cumpliendo la cuarentena. En el aeropuerto tampoco se quedaron con nuestros números para monitorearnos. Al llegar a Maiquetía no pasó nada de eso. Estamos en casa solas cumpliendo la cuarentena porque sabemos que la tenemos que hacer, no porque nos lo hayan dicho. Nos sentimos bien. Fueron momentos horribles, de desesperación, de amargura y de incertidumbre; porque nadie podía saber cuánto tiempo nos íbamos a quedar en Madrid si decidíamos quedarnos. Tres, cuatro, cinco meses. Esa era la mayor desesperación. Gracias a Dios las tres somos productivas y pudimos ayudarnos, trabajo económico no pasamos. Hoy lo pienso y siento que fue un mal sueño que tuve. Luego de estar en Venezuela mucha gente me ha escrito para preguntarme cómo volver, que están varados, que cómo hice», dijo.