La respuesta del gobierno a madre de niño muerto por difteria: “Esa señora nunca vacunó a su hijo”

El director del Hospital Dr. Raúl Leoni, Armando Ortega, y la directora de Epidemiología del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS),  Mirian Morales, defendieron las políticas oficiales ante la situación actual de la difteria, en atención al alerta epidemiológica, en el estado Bolívar. Acusaron a la prensa de emprender una campaña de terror y atribuyeron los brotes recientes de la enfermedad a negligencia de las propias familias por no aprovechar vacunas que “en este país son gratis”. Ese mismo día una niña de Bolívar fue sepultada víctima de esta enfermedad que regresa del pasado.

Fueron pródigos en las respuestas a los asistentes menos a la prensa. Sin embargo, terminaron admitiendo que en la entidad se concentró una población de cierto volumen sin vacunación. Eso sí, afirmaron que la baja cobertura no es por falta de vacunas, sino por la nula respuesta de un sector que no atiende a los llamados de inmunización.

La Sala de Arte de Sidor estaba repleta el martes en la tarde. En el auditorio, ubicado en el sector Altavista de Puerto Ordaz, en el estado Bolívar, todas las sillas plásticas habían sido ocupadas. No era para menos, el título del foro garantizaba la presencia de oyentes: “Situación actual de la difteria en atención a la alerta epidemiológica”.

Los invitados eran el plus. Estaría el director del Hospital Dr. Raúl Leoni, Armando Ortega, y la directora de Epidemiología del IVSS, Mirian Morales.

Llegaron a las 3:19 de la tarde. A los pocos minutos comenzó la exposición, en un contexto donde la prensa local, sustentada en informes médicos, ha denunciado la muerte de 23 personas por causa de esta enfermedad infecciosa que ataca las vías respiratorias; lo cual habría motivado el cierre técnico de un centro de salud de referencia, conocido también como el Seguro Social de Guaiparo.

Betsy Salas se presentó como la responsable del Programa de Formación de Salud Pública de la Universidad Bolivariana. Dijo que el objetivo del foro era aclarar e informar ante “las especulaciones, las alarmas, el pánico y el psicoterror que le han infundido a la colectividad en el caso de la difteria”. Por eso se encontraban allí las autoridades, quienes realmente conocían la situación sobre lo que estaba pasando.

Con esta antesala, tomó el micrófono la doctora Morales quien habló con parsimonia y detalle. Fue, al principio, didáctica: “Lo que hablemos aquí sobre la difteria también es válido para cualquier información sobre las enfermedades inmunoprevenibles. Es decir, queremos que todos ustedes sepan que es más barato poner la vacuna y orientarse a la prevención, antes que a la enfermedad”.

Fueron cuatro las razones que expuso para explicar el resurgimiento de un mal contenido durante 24 años. En Bolívar, a su juicio, se concentró una población de cierto volumen sin vacunación. Dijo que ninguna zona es homogénea, las había con alta cobertura y también con baja, pues ellas poseen múltiples determinantes sociales. Esencialmente en los sectores pobres, donde si no hay algún síntoma de enfermedad no hay por qué preocuparse. La salud no es allí un valor, pues apenas se tiene qué comer, dijo.

Lo segundo, los vecinos: “Venezuela no está en Marte. Hay vecinos próximos y lejanos y vivimos dentro de una dinámica social tan intensa donde se pudo introducir uno o dos casos que portaban la bacteria o estuvieron enfermos, hubo contacto y así fueron avanzando. Es un número relativamente bajo que se ha tratado, pero que no deberíamos estar teniendo”, agregó.
El hacinamiento es el tercer factor que provoca que esta enfermedad respiratoria aguda se propague más rápido, sobre todo entre quienes no tienen protección. Ellos corren un doble riesgo de contraerla.
El cuarto y nuclear motivo es la falta de vacunas. Morales recalcó que “todos los casos que han tenido en niños es porque estos no han sido vacunados”. Eso sí, subrayó que la baja cobertura donde “se acumuló población susceptible” no se debió a la falta de vacunas, porque aquí “siempre hay” y Venezuela “invierte millones de dólares anuales” en su compra; donde se calcula “el 100% de la población”. El asunto tiene que ver, siempre según Morales, con una población “que no atiende llamados”, “que hay que irlos a buscar a sus casas”. En fin, “que hay que caerles”.

“Aquí, en el estado Bolívar, hay aparentemente altos porcentajes de vacunación. La gente del programa los tiene clasificados por parroquias. Pero allí se esconden comunidades con bajas coberturas. Una población con hacinamiento. Es triste ver, por ejemplo, el caso de un niño que a los tres años de edad no tiene ninguna vacuna”, reconoció la especialista mientras profundizaba en sus láminas.

Según su presentación, la difteria es una enfermedad bacteriana aguda inmunoprevenible que afecta principalmente las amígdalas, faringe, laringe, nariz y en ocasiones la piel y otras mucosas.

Dijo que a diferencia de la infección en las amígdalas esa membrana blanco grisácea adherente y asimétrica no puede desprenderse, que desde 1992 no había registro de casos en el país, y que entre el 5 y el 10% de los enfermos pueden morirse, en caso de no tener atención médica.

Explicó que el toxoide generado por la infección ataca a las células y puede ocasionar la necrosis del tejido, afectar el corazón, y el sistema nervioso. Morales añadió que no “había que salir corriendo” ni tampoco “se iba a acabar el mundo”.

“A veces le sacamos la información primero a la prensa y le mostramos la copia del certificado de defunción y no hay que crear alarmas”.

Insistió como una letanía que esta enfermedad es prevenible con vacunas y que todas las organizaciones públicas de la región se encuentran velando por la seguridad de la comunidad, haciendo su mejor esfuerzo para minimizar los riesgos.

“Ella nunca lo vacunó”

No habló más de diez minutos. A diferencia de su antecesora, el director del Hospital Dr. Raúl Leoni, Armando Ortega, fue lacónico. Arrancó criticando los titulares del Correo del Caroní, diario que desde hace varias semanas mantiene una cobertura permanente respecto al tema de la propagación de la difteria en el estado.

“Uno lee los periódicos y queda aterrado. No es porque haya dos, cuatro, cinco, seis enfermos que un hospital está contaminado. Entonces, uno ve a los obreros desinformados, con guantes y botas, protegiéndose”, comentó en un tono que ponía en duda las denuncias de este medio de comunicación, que ha insistido en señalar el cierre del pediátrico del hospital de Guaiparo.

“Yo leí un titular que decía “¿Tuvieron que esperar que mi hijo muriera de difteria para sacar esto a la luz?”, (haciendo referencia al trabajo de Marcos David Valverde, publicado en la última edición del mencionado semanario, que presentaba el caso de Abismael Espinoza, muerto por difteria el 24 de septiembre); para soltar luego la siguiente perla: “esa señora nunca vacunó a su hijo y en este país las vacunas son gratis”.

No podía dejar de decirlo. Como si se tratara de una retahíla, un reproche: “Las vacunas son un derecho pero también son un deber. El problema de salud es, en un altísimo porcentaje, un problema de educación. Si superamos eso, tendríamos un avance cualitativo importante”, agregó y calló.

“Pela” para los impertinentes

Las pediatras Meridali Gómez y Tania Velasco junto al periodista Marcos Valverde, presente en la sala, fueron los “impertinentes” de la ronda de preguntas.

La primera dijo con mucha elegancia que un 85% de cobertura no es algo que pueda calificarse de bueno, que no hay cerco epidemiológico con los estados Monagas y Anzoátegui, que lo que está ocurriendo es un proceso de vacunación acelerada y que se trata de un brote registrado luego de 24 años:

“Esto es una epidemia y hay que decirlo. No hay que negar la verdad”, dijo.

Morales le respondió que existía una definición colectiva y también epidemiológica sobre el término epidemia. Respecto al cerco añadió que no todas las enfermedades tenían la misma dinámica, y que no era necesario interrumpir el tráfico por ello.

Para admitir, al final, que sí aceptaba que había habido errores en la transmisión de la información:

“Esto de tener una enfermedad desaparecida desde hace tanto tiempo es un rayón”.

En el caso de Velasco, nombró la soga en la casa del ahorcado. Se atrevió a afirmar que un registro de difteria ameritaba la notificación obligatoria y que el ministerio de Salud había negado esto en reiteradas oportunidades:

“No es mentira. No se trata de casos probables. Quizás nunca conoceremos los resultados, como los 14 casos de zica que yo atendí, pero quiero que sepan que me pongo a la orden. ¡Hay que actuar! Se venció el cerco epidemiológico. La enfermedad está en Anzoátegui”.

La réplica de Morales fue: “Estamos aceptando que sí hay presencia de casos. No los estoy negando. No estoy aquí para eso. La presencia nuestra aquí indica que hay un alerta…”, y por ahí se fue. Celebró que Venezuela pertenece a los países que erradicaron el sarampión y aclaró que si ahora hay casos de malaria es porque el zancudo no se mata tan fácil.

Con Valverde, en cambio, no hubo “tu tía”. Hizo cuatro preguntas: ¿Consideran que las informaciones de las últimas dos semanas sobre la difteria han sido más una campaña para crear miedo que otra cosa?; ¿Confirman si, efectivamente, ha habido muertes por difteria?; ¿Por qué el programa de vacunación se interrumpió este fin de semana?, ¿La difteria obligó el cierre del pediátrico del hospital de Guaiparo, como han afirmado varios médicos?

La respuesta fue: “Vinimos invitados a un foro, no es una rueda de prensa”. El auditorio aplaudió esta respuesta. Fue vergonzoso.

A la salida, en un vano intento por obtener una entrevista donde las autoridades así lo dispusieran, Ortega se excusó. Caminó rápidamente hacia su vehículo y ladeó la cara con compasión: “Disculpe, el único autorizado para declarar es el presidente del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, general Carlos Rotondaro. No puedo atenderle. Usted es una dama”.

por El Estímulo en noticiasaldiayalahora.co