Felices y disfrazados, la familia López cometió un error estratégico en sus redes sociales que ha desatado una buena discusión entre quienes lo apoyan y quienes no tanto. Desde mostrar cero empatía con los asuntos del país hasta ignorar los principios elementales del marketing político, regalando a sus enemigos una buena estrategia para insistir en destruirlos
por Elizabeth Fuentes
Con tanto chavista metiendo la pata a diario, tanto funcionario de gobierno incapaz, tanto corrupto haciendo de las suyas sin disimulo y tanto enchufado presumiendo de su riqueza como quien lanza una trompetilla en la cara, viene y se atraviesa en la fastidiosa galería política nacional una foto de Lilian Tintori con su familia celebrando Halloween. Imagen que, vaya puntería, asustó a más de uno. Y no porque al hijo le pusieron un uniforme militar- algún sarcástico lo bautizó «Operación Gedeón»- o Leopoldo López se disfrazó de ¿Simón Bolívar?, sino porque a los dirigentes y militantes de Voluntad Popular les debe de haber caído fatal la foto de Lilian mostrando dichosa aquella escena de familia feliz, todos disfrazados y sonrientes, contando en el post que «puerta a puerta pedimos caramelos», una frase que algunos le respondieron con sorna y otros con indignación, reclamándoles su falta de empatía con la realidad nacional o lo bien que les va en Madrid. Foto y comentarios que ha debido resguardar para su entorno privadísimo en lugar de ventilar lo sabroso que la han pasado durante el clásico jolgorio de la noche de brujas, abandonando la postura de víctimas que tan bien paga en política.
Y si bien las acciones de nadie se deben analizar de una manera maniqueísta y muchos ha salido en su defensa, «esa familia ha sufrido mucho, se merecen disfrutar la vida», señalan. «Nadie le puede negar la libertad de los López de pasear y disfrutar con sus hijos como cualquier pareja común y corriente. Es su derecho», dicen otros, también es cierto que las difíciles circunstancias que ha vivido López han dejado una profunda huella en el huraño terreno del marketing político que hoy habita, un área fundamental para quienes aspiran llegar al poder y, por lo mismo, ya deberían saber que, en los días que corren, ese mercadeo se desarrolla básicamente en las redes sociales. Acciones inolvidables que, en el caso de los López, han levantado una nube negra de sospechas que han acumulado desde su presunta participación en la toma hostil de la empresa venezolana Monómeros o el supuesto dineral que la familia se gasta mensualmente en Madrid, pasando por los errores políticos que aún le reclaman a Leopoldo como el fracaso en la pésima conducción de La Salida, del golpe de Abril y de la Operación Gedeón, sin olvidar la presunción de que Leopoldo es el hombre que maneja tras bambalinas la conducta del diputado Juan Guaidó después de que se juramentase como Presidente Interino, administración que al día de hoy sigue habitando su propia trampa, al extremo de que los partidos opositores que lo apoyaron desde el inicio están a punto de quitarles el piso.
Una ingenuidad, por decir lo menos, de la pareja que aspira ser presidencial pero olvidaron que así como la Televisión sustituyó al antiguo foro político, ese que obligaba a los aspirantes a llenar plazas y lanzar consignas a los seguidores que asistían a sus mítines, ahora son las redes donde se hace campaña y se levanta o se destruye la imagen de un político. No por azar se ha descubierto que el gobierno de Nicolás Maduro ha creado millares de cuentas falsas en Twitter, Instagram, Facebook y afines, con el único objetivo de elaborar una matriz de opinión favorable o desfavorable sobre algún asunto o personaje público que le convenga, guerra sucia incluida.
Ingenuidad aliñada con el duro agregado de que la publicación luce como un divorcio de los López hacia la real situación del país al extremo de que no se imaginaron la agria recepción que tendría entre sus seguidores y, de paso, regalándole al Psuv cientos de caramelos que ya veremos cómo los degustan en sus centenares de medios, redes y herramientas, esos que utilizan para destruir a sus adversarios.
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