Tal como estaba previsto, Gustavo Petro alcanzó la primera mayoría en las elecciones presidenciales de Colombia, pero no cumplió el objetivo de obtener el poder en primera vuelta que era el foco de su estrategia para evitar alguna alianza que pudiera sumar en su contra en el denominado balotaje.
Sin embargo, Petro, hombre de izquierda, exguerrillero del extinto M-19, viejo amigo del proceso político venezolano, del cual, sin embargo, intentó desvincularse para no ahuyentar votos moderados, quedó en una posición complicada, pero no insuperable, no solo porque encuestas preliminares le dan un cierto porcentaje de crecimiento, sino porque su rival plantea una opción incluso más incierta que la suya.
Rodolfo Hernández, exalcalde de Barranquilla, es una especie de émulo de Donald Trump en las formas. Millonario, no alineado y con un discurso marcadamente populista, su oferta básica es acabar con la corrupción y poner orden en el país.
En todo caso, con ambas opciones el gobierno de Nicolás Maduro tiene motivos para celebrar. Si, finalmente, gana Gustavo Petro habrá no solo una reactivación completa de relaciones diplomáticas y comerciales, sino afinidad ideológica en el manejo de los principales temas regionales e internacionales.
Si, como parece probable, «Lula» Da Silva regresa al poder en Brasil, la alianza suramericana que impulsó el expresidente Hugo Chávez estaría casi reconstruida, pero, quizás, no en los mismos términos de radicalismo, ya que habría un liderazgo más pragmático.
– Venezuela no es incógnita –
En el caso de que el próximo presidente colombiano sea el constructor millonario, Humberto Hernández, parece que la situación diplomática con Venezuela no es una incógnita, pues ya anticipó que su primera decisión presidencial será restablecer relaciones con el gobierno de Maduro, si bien amenaza con deportar a los cientos de miles migrantes en situación irregular.
Hernández no será amigo de Maduro, pero al parecer tendrá una política pragmática, prácticamente en los mismos términos en que lo hizo Trump con Rusia y Corea del Norte.
Este ingeniero ha prometido desde cerrar embajadas para condonar créditos estudiantiles hasta promover que todos los colombianos conozcan el mar. Por lo demás, Hernández rehúye a cualquier etiqueta.
Asesorado por el estratega español Víctor López, que llevó a la victoria al presidente de El Salvador Nayib Bukele, Hernández siguió el cómputo de los votos en traje de baño y tomando cerveza en la piscina de su mansión, según un video de su campaña compartido a medios.
«Bebe de todas las cosas, del fastidio con la clase política tradicional, de comunicarse de manera muy sencilla usando lenguaje coloquial (…) y claramente cae en el mundo del populismo», dice a la AFP Angela Rettberg, politóloga la Universidad de Los Andes.
Apenas conocido el resultado, el autoproclamado «rey de TikTok», que hizo una fuerte campaña en las redes sociales, comenzó a recibir el respaldo de varias figuras de la derecha derrotada en las urnas.
Sin embargo, Hernández ha construido su perfil con base en el desprecio a las élites, por lo que debe evaluar si conviene recibir con alegría el respaldo de grupos históricos ahora derrotados.
El perfil trazado por AFP indica que este candidato «pateó inesperadamente» el tablero presidencial en Colombia con una fórmula política elemental: un programa anticorrupción para todos los males. Hernández es difícil de encasillar ideológicamente
Hernández hizo fortuna construyendo urbanizaciones populares en su natal Piedecuesta (norte) durante los años setenta. A finales de 2015, fue elegido alcalde de la vecina ciudad de Bucaramanga, la capital del departamento de Santander con 580.000 habitantes.
Entonces derrotó a la clase política que llevaba gobernando la región por tres décadas. Durante su mandato (2016-2019) se dio conocer en el resto del país por sus transmisiones semanales en Facebook, en las que hablaba directamente a los ciudadanos.
Pero potenció más su imagen con sus peleas públicas con los ediles de la ciudad, a quienes acusaba repetidamente de ser «ratas» (ladrones) y «corruptos».
Incluso llegó a la agresión física a finales de 2018, cuando abofeteó frente a las cámaras al concejal John Claro, quien acusó a uno de sus cuatro hijos, Rodolfo José, de estar involucrado en actos de corrupción.
Por ese ataque fue apartado tres meses del cargo. Hoy uno de eslóganes de campaña invita a «darle una cachetada a la corrupción».
Pero el propio exalcalde está imputado por la fiscalía por favorecer a una empresa vinculada con su hijo Luis Carlos durante su mandato. Como empresario ha sido cercano a la clase política que jura derrotar.
Hernández ha sufrido de cerca la violencia. Su hija adoptiva Juliana fue secuestrada en 2004 por la guerrilla del ELN, que le exigió dos millones de dólares a cambio de liberarla. El exalcalde no accedió a pagar y desde entonces está desaparecida.
Aún así, en campaña ha dicho que está abierto a firmar la paz con los últimos rebeldes reconocidos en el país. Fiel a su estilo pragmático, quiere abreviar la negociación e incluir directamente al ELN en los acuerdos firmados por las FARC en 2016.
por Banca y Negocios
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