El cardenal Baltazar Porras, hasta ahora arzobispo de Mérida, deberá preparar las maletas, porque a partir de ahora tendrá las riendas de la Arquidiócesis de Caracas, la más importante jurisdicción eclesiástica de Venezuela.
Por Juan Francisco Alonso / Crónica Uno
La decisión la tomó el Papa Francisco tras aceptar la renuncia que en agosto del año pasado le presentó el cardenal Jorge Urosa Savino, por razones de edad. Así lo informó la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), la cual citó el comunicado de la Congregación de los Obispos donde figura el nombramiento y en el cual se anuncia que el Pontífice resolvió designar al otro purpurado nacional como administrador apostólico, lo cual implica ser el arzobispo temporal, hasta tanto decida a quién coloca de manera definitiva en el puesto.
La vía utilizada por Bergoglio para entregarle a Porras el Arzobispado de Caracas le permitió evadir lo previsto en el Concordato entre El Vaticano y Venezuela, el cual le otorga al Gobierno el privilegio de tener que dar su visto bueno a las designaciones de los obispos (plácet). Algo que seguramente no habría ocurrido, porque el cardenal no es bien visto en el chavismo.
Durante los tres trienios en los que Porras encabezó la CEV mantuvo una relación tensa con el fallecido Hugo Chávez, quien llegó a calificarlo de “adeco con sotana”, por las críticas que el primero lanzó a la gestión del segundo. Los cuestionamientos del fallecido mandatario no cesaron ni siquiera porque el religioso acudió en la madrugada del 12 de abril de 2002 a Fuerte Tiuna para velar por la integridad del Jefe de Estado, quien había sido depuesto por un grupo de militares tras los sucesos ocurridos en el centro de Caracas luego de la multitudinaria marcha opositora realizada el día anterior.
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