A las 6:00 de la mañana del martes Carla Aguirre comenzó a hacer una fila para comprar carne a 600 bolívares el kilo (86,73 euros según el cambio oficial, pero menos de 1 euro al cambio paralelo, que es al que la gente tiene mayor acceso, porque cada vez la oferta de dólares y euros del gobierno es menor), en la red de alimentos del Gobierno venezolano llamada Mercal, en La Trinidad, Caracas.
Era martes y como su hija salía a la 1:00 de la tarde del colegio no la pudo buscar, ya que hasta las 3:48 de la tarde Carla no logró comprar lo que necesitaba. Jesús Torrealba, secretario de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ha convocado una marcha “contra el hambre” el próximo sábado. Casi todo un día debió esperar bajo el sol, recibiendo órdenes de militares. En cualquier otro lugar el precio hubiese sido el doble, unos 1.200 bolívares (173,46 euros al cambio oficial, pero menos de 2 al paralelo) por el kilo.
Carla contó que apenas gana “un poco más” del sueldo mínimo, que es de 7.421,66 bolívares en Venezuela (1.072,80 euros, según el cambio oficial, pero en la realidad, sólo representa 10 euros al mes en el mercado paralelo), por lo que debe buscar el mejor precio. “Vivo con dos personas más, que no trabajan. Mi hija y mi madre. Compramos unos tres kilos de carne en la quincena. No puedo pagarla más cara”, señaló.
Si Carla comprara los 6 kilos de carne que consume su familia al mes en un supermercado a 1.200 bolívares el kilo (lo que cuesta en casi todo el país), gastaría casi todo su dinero solo en carne: 7.200 bolívares.
Las neveras de Mercal, a las 4:00 de la tarde, ya lucían desoladas. La gente se llevó todo lo que pudo. Solo quedaba carne molida, de segunda calidad. El olor en el lugar era casi nauseabundo. Las neveras estaban llenas de sangre y, detrás de ellas, sobre una pared blanca también manchada de sangre, una foto del presidenteNicolás Maduro y a su derecha, una imagen de “su padre”, como él lo llama, el fallecido mandatario Hugo Chávez.
Según el comunicado publicado en la cuenta de Twitter de la Mesa de Unidad Democrática opositora, la protesta convocada para el 8 de agostotendrá lugar de forma simultánea en todo el país y en ella se planteará “el conjunto de propuestas que la MUD exige sean adoptadas de inmediato para enfrentar con sentido común, y no con balas, la crisis creada por la corrupción e ineptitud oficial”.
En el mensaje, Jesús Torrealba comienza por rechazar la muerte, el viernes, de un joven en medio de un saqueo en un comercio de alimentos en San Félix, estado de Bolívar, en el sureste del país.
La reacción oficial a la última muerte causada por la escasez y la desesperación fue muy distinta. Nicolás Maduro, afirmó que el saqueo fue “planificado” y ejecutado por “la derecha maltrecha” que recibe órdenes de Estados Unidos para intentar dar al traste con la Revolución Bolivariana.
Pero el comunicado de la MUD achaca la tragedia a “ciudadanos desesperados por el hambre y la escasez que incurrieron en lamentables hechos de violencia”.
2015: el año negro
2015 ha sido, de lejos, el año en el que la escasez de alimentos y medicinas y el aumento de los precios más ha afectado a los venezolanos. La carne que se consigue a 1.200 bolívares por kilo se podía comprar hace una semana en 950 bolívares . De acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis Social, para el cierre de 2015 la inflación en Venezuela podría llegar a 200%. Otras fuentes la elevan hasta el 500%. La mayoría de la comida la importa el Gobierno, pues casi no hay producción nacional.
Sabrina -prefirió reservar su apellido- logró comprar en la misma tienda de Mercal que Carla, una bandeja que trae carne y pollo por 1.050 bolívares. Está desempleada, por lo que debe buscar el precio más bajo: “Hay que hacer horas de cola y si no se consigue, toca ir con los revendedores, que venden un champú en 600 bolívares”, expresó.
Su historia la contó el martes, que es el día en el que debe ir a los supermercados para comprar ciertos artículos, según el último número de su cédula de identidad. Los productos que escasean en Venezuela, como la harina, leche, aceite, champú, papel higiénico o toallas sanitarias, entre muchos otros, solo pueden comprarse una vez a la semana. El número de la cédula de identidad determina el día; en otros casos lo hace la huella dactilar, pues algunos establecimientos cuentan con un sistema de identificación de la huella que distribuyó el Gobierno.
Los revendedores que menciona Sabrina aprovechan estas limitaciones. Compran, por ejemplo, el champú en menos de 100 bolívares (14,46 euros) y lo venden a 600 bolívares (86,73 euros), una ganancia de más de 600%. Se calcula que con una inversión de 1.000 bolívares ganan más de 7.000 bolívares. Mientras, con un sueldo mínimo, una persona como Carla solo podría comprar 12 envases de champú.
¿Y los preservativos?
En una importante cadena de farmacias en El Paraíso, al oeste de la ciudad, se observan los estragos de la escasez. En tres pasillos de los cinco que tiene la farmacia solo tienen protectores diarios femeninos, de una sola marca. Hace tres semanas, aseguran los empleados, que no llegan medicinas. “¿Tienes pastillas anticonceptivas?”, pregunta un joven. “No”, responde la encargada de la caja. “¿Desde hace cuánto no llegan?”, pregunta el hombre. “Hace como tres semanas llegaron unas, Jazmín, pero se acabaron el mismo día”, responde la mujer. Con cara de preocupación, el joven hace un último intento: “¿Y preservativos?”. “Tampoco”.
Es la realidad de una farmacia en Venezuela. Lo que sí se puede encontrar es un envase de Omega 3, por ejemplo. Es importado, trae 90 cápsulas, y cuesta 3.388 bolívares. Con el sueldo mínimo se podrían comprar dos.
“Les caemos a piedras”
En el supermercado Bicentenario de Las Mercedes, en Caracas, EL MUNDO no pudo sacar la cámara. “Si sacan fotos, les caemos a piedras. Esta vaina es chavista. Maduro es el que nos trae esta comida“, advirtió, iracunda, una mujer mayor que, junto con los demás, hacía cola desde las 6:00 de la mañana (eran las 5:00 de la tarde) para comprar comida. Varios militares observaban sonriendo.
Pero a unos metros del supermercado, las personas se acercaban a hablar. Tres mujeres confesaron que viajaron desde San Antonio de Los Altos, a dos horas de Caracas, para comprar una bolsa con pollo, leche, arroz, pasta, atún y harina. “Allá en San Antonio no hay nada. A veces uno viene desde las 4:00 de la mañana y cuando llega, no hay pollo; se pierde el día”, dijo Rosario Martínez.
Jacqueline Acosta, una peluquera del centro comercial en el que está el Bicentenario, aseguró que las colas para comprar comida y las peleas entre los clientes afectaron su trabajo. “Cuando se molestan porque no hay algo empiezan a partir vidrios. Yo hoy, que es jueves, debería atender a más de 20 mujeres, pero solo he atendido a dos y en una hora cerramos. La gente tiene miedo de venir”, señaló.
¿Y las medicinas?
Naief Al Kuntar ha sufrido las consecuencias de la escasez de medicinas. Su hijo Gael, de apenas 3 meses, estaba hospitalizado en terapia intensiva en el hospital Miguel Pérez Carreño de Caracas. Cada día, Naief debía recorrer todas las farmacias de la capital en busca de cosas tan sencillas como un antibiótico, porque en el centro médico no hay.
“Yo gano 13.000 bolívares y eso no me alcanza para comprar las medicinas que mi hijo necesita. En los hospitales no hay ni reactivos para los exámenes. En dos semanas he gastado unos 30.000 bolívares en medicamentos y exámenes, más del doble de mi sueldo. Nosotros ya no sabemos, incluso desde antes de que el bebé se enfermara, lo que es ir al cine. El dinero en 2015 solo nos alcanza para comida, y sube semana a semana“, agregó.
Gael se recupera, pero el bolsillo de Naief no. Ayer salió de nuevo, esta vez, a ver dónde consigue pañales para el bebé.
ÁLEX VÁSQUEZ Especial para EL MUNDO Caracas