Colombia y Venezuela anunciaron hace un año, después de que Gustavo Petro ganara las elecciones presidenciales del país andino, el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas rotas en 2019, un proceso marcado por avances pero también con tropiezos en lo político, lo económico y lo comercial.
La ruptura de tres años y medio entre los dos países empezó a quedar atrás con la elección de Petro, cuyo equipo de Gobierno, aún en formación, anunció el 28 de julio de 2022, el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Venezuela.
El anuncio, que incluyó el nombramiento de embajadores en Bogotá y Caracas, se hizo durante una visita del entonces canciller designado de Colombia, Álvaro Leyva, a San Cristóbal, donde se entrevistó con el ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela de la época, Carlos Faría.
Desde entonces, los dos países han trabajado para la normalización de los vínculos que tradicionalmente han estado marcados por un intenso intercambio comercial pero que, en esta nueva etapa, Colombia quiere elevar de nivel para que abarquen otros aspectos como la integración, la inversión y el desarrollo transfronterizo.
«A lo que vamos es, fundamentalmente, no tanto al comercio, sino a la inversión, al desarrollo de esas inversiones binacionales, de esa complementación industrial y productiva porque resulta que lo importante no es el crecimiento del comercio», dijo este jueves el ministro de Comercio, Industria y Turismo de Colombia, Germán Umaña, durante un foro sobre la integración celebrado en Cúcuta, la principal ciudad colombiana de la frontera.
Fronteras abiertas
Como parte de ese proceso, que incluyó la reapertura de la frontera, en septiembre, para los vehículos de carga -con el paso cerrado desde agosto de 2015 por otra crisis entre los dos países-, también se reanudaron gradualmente y después de muchos traspiés y trabas burocráticas, las operaciones aéreas, que fueron suspendidas por la pandemia.
A la fecha cuatro aerolíneas -las colombianas Satena y Wingo, y las venezolanas Turpial y Laser- vuelan entre las dos capitales pero el servicio aún no cubre los siete días de la semana, aunque el presidente de Wingo, Eduardo Lombana, ha manifestado que esa compañía quiere ampliar sus rutas de los martes, jueves y sábados, y extenderlas a otras ciudades distintas de Caracas y Bogotá.
Sin embargo, el comercio sigue siendo la piedra angular de la relación bilateral y, entre enero y mayo de este año, el intercambio fue de 303,7 millones de dólares, lo que supone un aumento del 21,7 % en comparación con el mismo periodo de 2022, cuando alcanzó 249,6 millones de dólares, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), de Colombia.
Sintonía política
El acercamiento entre los dos países, aprovechando la sintonía política e ideológica de ambos gobiernos, ha permitido además la reapertura de consulados en ciudades como Cúcuta (Colombia), en abril pasado, y en San Antonio del Táchira (Venezuela), en julio.
También se ha avanzado en la cooperación judicial, un asunto de suma importancia, dada la porosidad y peligrosidad de la frontera común de 2.219 kilómetros en la que ambos países tienen el desafío de combatir a bandas criminales como el Clan del Golfo, Los Rastrojos o el Tren de Aragua, y a grupos guerrilleros como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el frente 33 de las disidencias de las FARC.
Uno de los aspectos en los que más se nota el nuevo estado de las relaciones es en el tema de la paz, pues Venezuela ejerce como país garante en los diálogos con el ELN, junto con Cuba y Noruega, y fue sede de la primera ronda de diálogos, mientras Colombia, por su parte, ha intentado impulsar el diálogo político entre el Gobierno y la oposición venezolana.
Pese a los avances, la relación diplomática, punto de partida de esta nueva etapa, da señales de improvisación y en un año ambos países han tenido ya dos embajadores: Félix Plascencia y Carlos Eduardo Martínez, por Venezuela, y Armando Benedetti y Milton Rengifo, por Colombia.
Un asunto que parece haber perdido relevancia en la nueva relación es el migratorio porque aunque el éxodo venezolano de los últimos años ha bajado en número, el fenómeno sigue pero no se nota entre las prioridades de la agenda bilateral. EFE