Al caer la noche en el Cementerio General del Sur, entre las tumbas, los cadáveres y el monte, lo que se puede observar son algunos vehículos con música a alto volumen y personas que bailan mientras consumen bebidas alcohólicas.
En algunas zonas del camposanto, jóvenes intentan romper las tumbas con alguna herramienta, sacan dientes de oro, cráneos o algún hueso que puedan vender a quienes practican la palería.
La profanación de tumbas en este cementerio se ha convertido en una práctica común, asegura el capellán Germán Machado, además también extraen materiales de las tumbas, venden las fosas de forma clandestina y se ejerce la prostitución.
Además de los huesos y las joyas puedan robar de las tumbas, existe un mercado secundario dedicado a la venta de granito, mármol y marmolina.
Machado explicó que luego de que una tumba es profanada, los familiares optan por recoger los huesos que quedan y reparar las tumbas, las refuerzan con cabillas.
Algunos deciden llevarse los restos de sus parientes del cementerio, dejando las fosas vacías, lo que aprovechan los “zamuros” para ubicarlos y revender estos espacios.
Ha ocurrido que cuando los familiares van a los espacios donde estaban sus seres queridos, se encuentran con que allí está enterrada otra persona.
Como si esto fuera poco, en los espacios del cementerio actualmente se da la prostitución: “Niñas, mujeres, inclusive. Es común que todo este cementerio se cierre y de repente ingresen personas con vehículos. Beben licor, bailan, cualquier cosa”.
La administración de la necrópolis hace lo que puede con los escasos recursos que recibe. La capilla no está iluminada y el espacio no cuenta con baños propios. El espacio es responsabilidad de Fundacaracas con apoyo de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural de Caracas (Fundapatrimonio) y del Instituto del Patrimonio Cultural.
Lo que ocurre en el cementerio pone en peligro el patrimonio artístico del cementerio. El espacio tiene tumbas de materiales muy variados, guarda los restos de personalidades de la historia contemporánea como Martín Tovar y Tovar, Aquiles Nazoa y Andrés Eloy Blanco.
“Toda esa riqueza artística es víctima de la mandarria”, sentenció.