No es del todo seguro que esta haya sido realmente la última cumbre de la Unión Europea (UE) a la que asiste la canciller alemana saliente, Angela Merkel.
Si las negociaciones de coalición de socialdemócratas, verdes y liberales no llegan a buen puerto a tiempo, la democristiana podría volver a Bruselas para la próxima reunión a mediados de diciembre, destacó DPA.
Sin embargo, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, no perdió hoy la oportunidad de honrar a la integrante más antigua del órgano con una pequeña fiesta de despedida.
A modo de introducción mostró un vídeo de dos minutos con escenas de cumbres de los 16 años de Merkel. Y como regalo de despedida, la canciller recibió una escultura del edificio europeo donde se celebran las cumbres de la UE desde 2017.
Michel se deshizo en elogios para demostrar la importancia de Merkel para Europa. «El Consejo Europeo sin Angela es como Roma sin el Vaticano o París sin la Torre Eiffel», dijo el belga. «Eres un monumento».
Pero eso no fue todo. El ex presidente de Estados Unidos Barack Obama también se permitió ensalzar por vídeo el «buen humor, el sabio pragmatismo y la implacable brújula moral» de Merkel.
El primer ministro luxemburgués, Xavier Bettel, fue el más acertado al elogiar lo que Merkel ha conseguido para Europa en 16 años, en pocas palabras: una «máquina de buscar consensos».
Merkel demostró su talento como gestora de crisis en su primera cumbre en diciembre de 2005. En aquel momento, se trataba del plan financiero de la UE para los años 2007 a 2013. Merkel medió con éxito entre el presidente francés Jacques Chirac y el premier británico Tony Blair.
La canciller fue celebrada en todas las fronteras europeas por el acuerdo. El periódico liberal de izquierdas vienés «Der Standard» escribió en su momento: «La Unión está viva. Y Europa es femenina. Prácticamente de la noche a la mañana ha adquirido una figura de esperanza. Su nombre: Angela Merkel».
A esta crisis le siguieron otras mucho más profundas en las que Merkel fue solicitada como moderadora: la crisis financiera mundial de 2007, la crisis del euro de 2010, la crisis de los refugiados de 2015 y, por último, el Brexit y la pandemia de coronavirus. Siempre intentó mantener el bloque unido.
Sin embargo, la líder conservadora no pasará a los libros de historia como un «cerebro europeo». Sus críticos la acusan sobre todo de no haber desarrollado una visión de la Europa del futuro, incluso después de 16 años al frente del país más poblado y económicamente poderoso de la UE.
Algunos creen que es en parte responsable de la deriva autoritaria de países como Polonia y Hungría, porque rara vez traza una línea roja.
Al final de su mandato, la UE se encuentra en una encrucijada: avanzar hacia una mayor homogeneidad en Europa, como quieren Estados fundadores como Alemania y Francia. O volver a la condición de Estado-nación, como pretenden Polonia y Hungría.
«Enfrentaremos con determinación el riesgo de que una profunda fractura atraviese permanentemente Europa», dijo Merkel el año pasado al inicio de la presidencia alemana de la UE.
Durante los seis meses siguientes, pudo arreglar las desavenencias con compromisos sobre la planificación financiera de la UE y la protección del clima. Pero no ha evitado el peligro de la grieta, que incluso está creciendo de nuevo.
La profundidad de la brecha que atraviesa la UE quedó de manifiesto en la que quizás sea la última cumbre europea para Merkel, la número 107 según las cifras oficiales.
No hubo avances en la disputa con Polonia sobre la primacía del derecho de la UE sobre el nacional. Se pronunciaron palabras como «chantaje» y «caza de brujas». El primer ministro húngaro, Viktor Orban, llegó a hablar de una «batalla» que acababa de estallar.
Este enfrentamiento continuará ahora sin Merkel. Si el Partido Socialdemócrata alemán, Los Verdes y el Partido Liberal respetan el calendario que acordaron el jueves para las negociaciones de la coalición, Olaf Scholz ocupará el lugar de Merkel en el próximo Consejo Europeo del 16 y 17 de diciembre.
Queda por ver si el socialdemócrata también asumirá sin cambios su papel moderador en las cumbres. Desde las filas de sus posibles futuros socios de coalición ya se reclama una actitud mucho más dura hacia Polonia y Hungría. DPA