El pueblo de Alausí, en los Andes de Ecuador, amaneció este lunes sepultado parcialmente por un gigantesco alud tras desprenderse parte de la montaña y arrasar, de momento, con siete vidas y decenas de casas y de personas que se encuentran todavía bajo toneladas de tierra.
Además de los siete fallecidos ya confirmados, los desaparecidos ascienden a 64, según el último reporte de la Secretaría Nacional de Riesgos, que en un inicio reportó erróneamente 16 víctimas mortales.
Hasta el momento se han rescatado con vida a 32 personas y hay 23 heridos, además de 22 damnificados, correspondientes a 5 familias que han sido trasladadas a albergues temporales instalados en este municipio de la andina provincia de Chimborazo.
En la zona también se han registrado medio millar de personas afectadas, correspondientes a 163 viviendas.
El desprendimiento sucedió en torno a las 22.00 hora local del domingo (3.00 GMT del lunes), cuando la mayoría de la gente ya estaba resguardada en sus casas, pero su magnitud sólo pudo apreciarse una vez que amaneció y permitió observar el área arrasada, que abarca 24,3 hectáreas.
Con los primeros rayos de sol se constató cómo la ladera de la montaña se precipitó sobre el sector de la población llamado Casual hasta llegar a la parte baja del Estadio Municipal de Alausí, cuya estructura ha quedado colapsada por completo.
La noche más larga
La escena que revelaba el amanecer confirmaba los peores pronósticos de una noche muy larga en esta población andina, donde los bomberos de Alausí y grupos de voluntarios habían tratado de hacer con palas los primeros rescates.
«Alausí ha perdido demasiado con tantas familias muertas, familias enteras», señaló a EFE Susana Llamuca, presidenta de los barrios afectados, quien guarda pocas esperanzas de que se puedan encontrar con vida a los desaparecidos.
Mientras, otra vecina que caminaba para tratar de encontrar la ubicación de las casas de sus conocidos y allegados, aseguró a EFE que «deben de haber muchas personas debajo».
Respuesta del país
A la emergencia han acudido bomberos de ocho ciudades del país y equipos de búsqueda y rescate (USAR) de Quito y Cuenca, que junto a vecinos y personal de otras instituciones del Estado tratan de retirar escombros y hallar señales de vida.
Por eso, a veces, los rescatistas piden que se haga silencio absoluto para intentar escuchar alguna señal de eventuales supervivientes.
Allí andaba también Jacob, un perro que conmovió por su desesperación al intentar escarbar en el inmenso alud con el instinto de encontrar a su familia sepultada por el deslizamiento. Olfateaba y escarbaba, sollozaba y esperaba a que alguien le devuelva a los suyos.
Los indicios de que el enorme corrimiento de tierra iba a suceder venían dándose desde los primeros días de diciembre de 2022, cuando comenzó a hundirse la carretera E35 y aparecer grietas que con el paso de los días llegaron a ser de más de un metro de ancho.
La Secretaría Nacional de Riesgos aseguró en su reporte haber cursado el 11 de marzo al gobernador (delegado del Gobierno) de Chimborazo y al alcalde de Alausí un informe técnico que recomendaba y pedía la evacuación de la población, entre otras medidas.
Incluso el mismo día de la tragedia autoridades locales habían hecho por la mañana un recorrido para inspeccionar el estado de las grietas y alertar a los vecinos de la zona de la situación de potencial peligro para sus vidas. EFE