¿Quién era aquel hombre que en la desesperación optó por arrojarse de la Torre Norte? es la pregunta que muchos se siguen haciendo luego de que hace 17 años dos aviones impactaran en las Torres Gemelas de Nueva York, la impactante fotografía dio la vuelta al mundo en medio de la tristeza de ese fatídico día.
Escritores que han dado sus últimos años para recordar el 11 de septiembre de 2001 reconocen la foto es la conexión más íntima que tenemos con el horror.
“SEGURAMENTE SON PÁJAROS, MI AMOR”, LE DIJO UNA MUJER A SU HIJA QUE PREGUNTABA QUÉ ERA LO QUE ESTABA VIENDO. “BAJE ESA CÁMARA, ¿USTED NO TIENE DECENCIA?”, LE GRITÓ UN POLICÍA A UN TRANSEÚNTE QUE TOMABA FOTOS.
La revista Time habló con el fotógrafo de AP Richard Drew, autor de The Falling Man, El Hombre que Cae.
Drew cuenta que ese día tomó el metro desde Times Square a la calle Chambers, la parada anterior al World Trade Center. Lo primero que vio al salir de la estación, dice, fueron las columnas de humo en las dos torres.
Cuando se dio cuenta de que había personas que salían por las ventanas en los pisos incendiados, sacó la cámara y empezó a tomar fotos. Hasta que hizo la que luego sería conocida como The Falling Man.
Nunca se ha declarado oficialmente la identidad del hombre. Se sabe que la imagen corresponde a la Torre Norte del World Trade Center, y que fue tomada a las 9:41:15 de la mañana de aquel fatídico 11 de septiembre de 2001.
No fue posible recuperar ni identificar los cadáveres de las decenas de personas que murieron al verse forzadas a lanzarse al vacío.
En 2005, la vocera de la Oficina del Forense de Nueva York, Ellen Borakove, le dijo al diario The Washington Post que los expertos ya habían agotado todas las posibilidades de la tecnología existente hasta entonces para recuperar e identificar los restos. Pero los médicos prometieron que nunca dirán “caso cerrado”.
A pesar de no haber información oficial, según Junod, se trataba de Jonathan Briley, de 43 años, técnico de audio del mismo restaurante y residente de Mount Vernon, en Nueva York.
Briley era de piel ligeramente oscura. Medía más de seis pies y medio y tenía 43 años. Tenía un bigote y un chivo y pelo corto. Tenía una esposa llamada Hillary.
El padre de Briley es un pastor, un hombre que ha entregado toda su vida a la devoción del Señor. Después del 11 de septiembre de 2001, reunió a toda su familia y le pidió a Dios que le dijera dónde estaba su hijo.
“SEÑOR, DEMANDO SABER DÓNDE ESTÁ MI HIJO”.
Durante tres horas seguidas, oró con voz profunda hasta que puso toda la gracia que había acumulado en su vida en la insistencia de su apelación.
Al día siguiente, el FBI lo llamó. Habían encontrado el cuerpo de su hijo. Milagrosamente, estaba intacto. reseña Caraota Digital