La viuda del atacante de la iglesia de Sutherland Springs dice que Devin Kelley, quien perpetró la masacre, no es la persona de la que ella se enamoró, sino un joven quebrantado que había perdido su fe en Dios.
La masacre de Texas perpetrada por Devin Kelley ocurrió el 5 de noviembre de 2017: mató a 26 personas, incluida la hija de 14 años del pastor de la iglesia del lugar, e hirió al menos a 20 personas.
En una serie de entrevistas con el San Antonio Express-News, Danielle Kelley dijo que contempló el suicidio después de la matanza perpetrada en la pequeña ciudad a las afueras de San Antonio, pero desde entonces ha regresado a la iglesia donde ocurrió el tiroteo.
“Sí o sí, lo amaré”, le dijo Danielle Kelley al diario. “A pesar de que haya ido y arruinado las vidas de más personas de lo que jamás hubiera imaginado», agregó.
“No teníamos secretos”
Ella conoció a su futuro esposo cuando tenía 13 años. Él tenía 17. Ambos tenían un vínculo de adversidades compartidas.
Danielle Kelley, quien fue adoptada cuando tenía cuatro años, era propensa a cortarse a sí misma. Había sido abusada —había sido quemada con agua caliente— antes de su adopción, y un familiar abusó sexualmente de ella después de la adopción. Además trató de suicidarse durante su último año de secundaria, según le dijo al diario local.
Devin Kelley tenía un trastorno de déficit de atención e hiperactividad y le confesó que cuando niño había sido acosado. Sus compañeros de escuela creían que él era “raro”, pero ella no lo veía así.
“No teníamos secretos”, dijo Danielle Kelley. “Él solo me guardó uno”, señaló.
Devin Kelley se unió al ejército en 2010, un año después de graduarse de la secundaria en New Braunfels, Texas. Él y Danielle Kelley siguieron en contacto, aunque él estaba casado con otra mujer.
Durante el tiempo que pasó en la Fuerza Aérea tuvo muchos problemas. Fue atrapado fisgoneando armas en una base en Nuevo México. Además amenazó a sus comandantes y fue enviado a un hospital de salud mental.
La Fuerza Aérea eventualmente lo sometió a un consejo marcial después de que agrediera a la que era su esposa en ese entonces y le rompiera el cráneo a su hijastro. Aunque Danielle Kelley culpa de las heridas del niño a la primera esposa de Devin, él aceptó en una declaración grabada en video que había cometido un error.
“Devin estaba enfermo”
Después del tiempo en la Fuerza Aérea, Devin Kelley se enojaba fácilmente, le dijo Danielle Kelley al periódico. Él gritaba y decía mandecía, y ella hasta llegó a bloquearlo para que no pudiera contactarla por teléfono.
Él siempre se disculpaba, por lo que al final ella terminaba desbloqueándolo. Su madre adoptiva, Michelle Shields, dijo que esto era un problema: Devin Kelley era controlador y abusivo, y Danielle Kelley lo aceptaba y actuaba como si nada hubiera pasado. Danielle le dijo al periódico que ella defendería a Kelley si Shields trataba de intervenir.
Después de que se casaron en 2014, Devin la acompañaba a todo lado. Él la seguía a todas partes a cada recado que hiciera y la recogía y llevaba de su trabajo como cajera.
“Era frustante”, dijo ella. “Pero te sorprenderías, cuando todo pasó, cuánto lo extraño”.
Cerca de seis meses antes de la masacre de noviembre de 2017, Devin Kelley se volvió más depresivo. Las peleas eran comunes. Abusaba de sus medicamentos contra la ansiedad y ya no quería salir de casa, cuenta Kelley.
En abril de 2016, él llevó un rifle estilo asalto y empezó a acumular cartuchos que contenían más de 30 balas.
Un día, en una extraña ocasión en que Danielle Kelley lo convenció de ir a la iglesia, él se rió durante el sermón. Se había vuelto ateo y le dijo a su esposa que si Dios existía, no dejaría que ninguno de los dos soportaran tantas adversidades.
“Devin estaba enfermo. Él dejó de ser quien era. Porque el Devin real nunca heriría bebés. Era una persona familiar. Nunca le habría hecho daño a nadie”, dijo la mujer sobre el atacante de Texas.
“Regresaré”
En la mañana del 5 de noviembre, Devin Kelley llevó a su esposa a la habitación, donde su hijo de dos años, Michael, vio a su padre atar a su madre a la cama con una cuerda, esposas y cinta adhesiva, mientras ella gritaba, dijo Danielle Kelley.
Él besó a su hija Raeleigh de cinco meses, y le dijo a Michael “regresaré”, recuerda Danielle. Devin Kelley agarró su Ruger AR-556 y dos armas. Vistió un equipo táctico y un chaleco antibalas.
“Tienes la impresión de lo que va a pasar”, agregó Danielle Kelley. “Porque nadie se va usando un atuendo completamente negro con un chaleco antibalas”, sigue.
Entre las 26 personas que mató Kelley en la Iglesia bautista ese día había amigos de su esposa, gente que ella admiraba, niños que alguna vez había cuidado.
Nadie parece saber exactamente qué desató la masacre, pero cuando Devin Kelley caminó por primera vez hacia la iglesia, parecía estar apuntando a la esquina del santuario donde Shields solía sentarse. Ella no estaba allí ese día.
“Si solo yo hubiera podido morir ese día y el resto de personas pudieran estar vivas, estaría feliz de hacerlo”, dijo Danielle Kelley.
Devin llamó a sus padres y a su esposa después de los asesinatos. Previamente les dijo a sus padres que fueran a su casa porque Danielle estaba allí y necesitaba ayuda. Ellos le rogaron que se detuviera.
“Él decía ‘no puedo, maté a mucha gente, mucha, mucha gente’”, recuerda Danielle. “No dejaba de decir cuán arrepentido estaba”, evoca.
De regreso a la Iglesia
Un vecino, Stephen Willeford, le disparó a Devin Kelley con un rifle semiautomático AR-15 y luego lo atrapó en su auto. Devin Kelley condujo su Ford Expedition hacia una zanja y volvió a llamar a sus padres y esposa.
Les dijo que no iba a regresar a casa, pero que los amaba, antes de dispararse en la cabeza.
“¿Cómo puedes dejarme criando a dos niños?”, se preguntaba Danielle Kelley después del tiroteo. “¿Y cómo pudiste destruir tantas vidas de otras personas porque no pudiste enfrentarte a la vida?”, continúa.
Ella dice que dudó si creer en Dios durante algún tiempo, pero desde hace un tiempo regresó a la Primera Iglesia bautista, donde según Shields, ha sido bienvenida de nuevo.
“Nadie realmente conoce a nadie”, agregó Danielle Kelley. “Puedes vivir con esa persona y amar a esa persona por años, y aún así no puedes conocerla realmente porque no puedes conocer sus pensamientos y sentimientos más profundos”.
Ella espera que su historia impulse a otros a alejarse del estigma de la terapia y busque ayuda cuando la necesiten.
“Deseo que la gente tenga más compasión por las personas, que se tome las cosas en serio cuando alguien dice que no quiere vivir más. O pequeños factores que dicen ‘ya no eres la misma persona’”, dice ella. “Porque está bien buscar ayuda. Eso no significa que eres diferente; solo significa que necesitas un poco de amor extra en tu vida”, culmina.