Durante casi 40 años, las rondas de consultas del Rey eran algo absolutamente anodino, protocolario. Todos sabían antes de empezar lo que se dirían los demás, a quién le encargarían la investidura, quién votaría a favor y en contra. Y el jefe del Estado se limitaba a dar cuenta de lo que ya estaba publicado por todas partes. Desde 2016, esto cambió. Ya entonces hubo cierta emoción en la ronda del Rey, con Pablo Iglesias anunciándole a él una oferta de Gobierno de coalición que el PSOE no conocía. Pero nunca se llegó, como sucederá hoy, a una ronda de consultas en la que ninguno de los cuatro grandes grupos —PSOE, PP, Ciudadanos y Podemos— sabe realmente qué le dirán los demás a Felipe VI en la jugada definitiva, la ronda de reuniones decisiva. El primero en acudir, Pablo Iglesias, es el que más tiene acostumbrado al público a un giro final, pero esta vez ha sido Albert Rivera quien ha sorprendido con una inesperada oferta de abstención que ha descolocado a todos los demás les obliga a moverse.
Iglesias anunció ayer, a través de una persona de su máxima confianza, Yolanda Díaz, diputada de Galicia en Común, que él tiene intenciones de mantener la abstención incluso aunque se abtenga también Ciudadanos y PP. Eso garantizaría la investidura a Sánchez. Al presidente de hecho le basta con la abstención de dos de los grandes, no necesita tres, pero Ciudadadanos ha dejado muy claro que ellos solo darían ese paso si también lo hace el PP. A medida que pasaban las horas, las posibilidades de que cuajara el último giro de Rivera desaparecían: el PSOE no está dispuesto a romper el Gobierno de Navarra, como exige Ciudadanos, y el PP tampoco parece favorable a la abstención, con lo que todo podría quedar en un movimiento para tener un discurso en la campaña electoral que se avecina. Pero todos los movimientos tienen consecuencias, y el de Rivera también las tendrá, si no en esta investidura, tal vez en la próxima.
El último movimiento de Iglesias, esto es garantizar la abstención en cualquier caso, que hoy mismo también podría modificar ante el Rey, le sirve para argumentar que él en ningún caso impediría con un “no” la investidura de Pedro Sánchez. Su abstención parece pues garantizada. El presidente solo necesitaría pues convencer a Ciudadanos o al PP de que se abstuvieran. Basta con que dos grandes grupos no rechacen la investidura para que salga. Pero sigue siendo un escenario muy improbable, y la ausencia siquiera de una reunión entre Sánchez y Rivera para intentar concretar ese posible giro muestra que la propuesta no cuajó. Lo que ayer parecía muy difícil es la otra salida posible: que Iglesias apueste por sorpresa por la investidura sin acuerdo, esto es pasar al sí sin un pacto con el PSOE, algo que haría innecesarios los votos de PP y Cs. Con el líder de Podemos nunca hay certezas, pero en su entorno insistían en que esa opción ha sido descartada internamente.
Todos mantienen la incógnita hasta la reunión con el Rey, el momento cumbre y de mayor impacto mediático. Rivera, que llevaba meses sin entrar a ninguna de las jugadas, ahora logra volver al centro de la escena. El PP, que ya estaba con la cabeza puesta en elecciones, no esperaba este giro y sigue pensando que el escenario más probable es la repetición electoral, porque Sánchez no está dispuesto a cumplir lo que pide Rivera, sobre todo la parte del Gobierno de Navarra y el compromiso de que no habrá indultos a los presos del procés.
Podemos y Ciudadanos, los que más tienen que perder en una repetición electoral, según las encuestas, han hecho movimientos de última hora sorpresivos. Pero es el presidente, el último que acudirá a la ronda, el que tiene realmente la sartén por el mango. Cualquier giro suyo altera por completo el resultado. Ahora tiene encima de la mesa dos posibles vías de ser investido. Las dos implican acuerdos: o con Unidas Podemos o con Ciudadanos y el PP.
Él tiene una gran ventaja: cuando llegue ya sabrá lo que han dicho los demás. No sufre el conocido dilema del prisionero [esto es, cuando dos presos culpables no saben si el otro confesará o no y no son capaces de ponerse de acuerdo y actuar en beneficio de ambos, lo que les lleve a perjudicar los intereses de los dos buscando mejorar su posición]. «Faltan horas, mucho tiempo en política», señalaban en La Moncloa alentando el suspense ante un posible movimiento final del presidente.
Solo ahí, en la conversación entre Sánchez y el Rey, se decidirá si hay investidura este fin de semana o el 23 se convocan las elecciones de forma automática para el 10 de noviembre. Hasta ahora, Sánchez y su estratega, Iván Redondo, habían mostrado una importante capacidad de tener la última jugada con un giro sorpresivo. En el PSOE ha crecido en los últimos días el vértigo y la presión para que se invente una solución de última hora para evitar unas elecciones que en teoría nadie quiere. El presidente tiene la última palabra. Y después el Rey tendrá un papel complicado: deberá decidir si propone o no a Sánchez que intente una investidura. Todo indicaba ayer que si el presidente le traslada al Rey que cree que no cuenta con apoyos, digan lo que digan los demás grupos, no habrá sesión. Pero nada parece definitivo en el guión imprevisible de la política española desde 2015.