Cuando George Floyd era un ala cerrada del equipo de fútbol americano de la escuela secundaria Jack Yates en Third Ward, Houston, uno de los barrios predominantemente afroamericanos de la ciudad, sus compañeros lo veían como uno de los atletas más prometedores del vecindario, uno de esos que tienen permiso para soñar en grande.
Anotaba touchdowns o canastas casi a placer, valiéndose de un físico dotado para convertirse en profesional. Tanto, que su equipo escolar llegó a la final estatal de 1992 y pudo saborear la sensación de jugar en un gran estadio, el Astrodome. Aunque perdió ese partido 38 a 20 contra la escuela Temple, Floyd pensaba en grande.
“Lo recuerdo diciendo que quería tomar el mundo, tener un impacto global”, cuenta su compañero de sexto grado Jonathan Veal. Aún tiene la imagen de la primera vez que lo vio: “Tenía unos 12 años y ya medía casi dos metros… Nunca había visto a alguien tan alto antes”.
La altura de Floyd lo hacía naturalmente propenso a ser tentado por el baloncesto, deporte en el que forjó amistades con jugadores que luego serían muy conocidos, como el ex campeón de la NBA Stephen Jackson. El ex San Antonio Spurs relató que al conocerse los sorprendió el parecido físico entre sí. “La primera pregunta que hicimos: ‘¿Quién es tu papá, quién es tu papá?’ Y fue a partir de ahí que dijimos que éramos hermanos gemelos. Siempre salíamos juntos, cada vez que iba a Houston, era mi primera parada para recogerlo”, recordó.
Jackson consumó buena parte de los sueños que todo deportista joven y destacado tiene en los EEUU: fue campeón de la liga profesional de su especialidad al ganar la NBA con los Spurs, donde fue compañero del argentino Emanuel Ginóbili. Pero la historia de Floyd sería diferente, y la fama le llegaría de la peor manera.
Su carrera deportiva de quien ahora es recordado como un “gigante amable” se deshizo en la universidad de Texas A&M Kingsville, donde asistió tras graduarse en Jack Yates durante 1993. La asociación de alumnos y el centro educativo han posteado mensajes de condolencias tras el impacto de su muerte a manos de un policía llamado Derek Chauvin. Luego de esposarlo, el oficial aplastó el cuello de Floyd con su rodilla derecha hasta dejarlo sin respiración y provocarle el posterior deceso.
“Únanse a nosotros en mantener en sus pensamientos a la familia y amigos de George Floyd”, dice el mensaje de la universidad, que retuitea a la fraternidad Javelina Alumni, que señala: “Enviamos nuestras más profundas condolencias a la familia y amigos de George Floyd”, quien fue parte de la institución entre 1995 y 1997.
El video de su muerte conmovió a Minneapolis, luego a los Estados Unidos y finalmente a todo el mundo, además de provocar una fuerte reacción popular en la ciudad, que derivó en saqueos, violencia racial y la quema de una estación de policía el jueves por la noche.
Después de los disturbios, el arresto y la acusación a Chauvin por homicidio en tercer grado más el toque de queda decretado para la noche de este viernes buscaban calmar los ánimos. La muerte de Floyd generó además la reacción de Donald Trump, el presidente de los EEUU, quien tras lamentar el hecho avivó aún más la polémica con un tuit en el que advertía a los manifestantes que “cuando comienzan los saqueos, comienza el tiroteo”. El mensaje fue sancionado por la red social.
La prisión y una “nueva vida” en Minnesota
Christopher Harris, un amigo de toda la vida de Floyd, reveló que éste se mudó a Minneapolis desde su Houston natal hace varios años con la esperanza de encontrar trabajo y rehacer su vida a los 40 años. Tras sus frustraciones como deportista, fue acusado en 2007 de robo a mano armada tras asaltar una casa en Houston y en 2009 fue sentenciado a cinco años de prisión como parte de un acuerdo de culpabilidad, según documentos judiciales.
Tuvo una hija, cuyo nombre se ha mantenido en reserva, que ahora tiene seis años y vive en Houston con su madre, Roxie Washington. Harris dijo que convenció a Floyd de trasladarse a Minnesota con algunos amigos en busca de trabajo alrededor de 2014, después de salir de la cárcel.
Increíblemente, entre sus ocupaciones se cruzó con quien luego se convertiría en su homicida. Aunque Maya Santamaria, dueña de El Rodeo Club, no puede confirmar que se conocieran personalmente, sí sabe que tuvo a Floyd como empleado y al policía Chauvin como personal de seguridad haciendo horas extras durante casi 17 años.
“Estaba buscando comenzar de nuevo, un nuevo comienzo”, dijo Harris. “Estaba contento con el cambio que estaba haciendo”. Floyd consiguió un trabajo de seguridad en una tienda del Ejército de Salvación en el centro de Minneapolis. Más tarde tuvo dos empleos, uno conduciendo camiones y otro como seguridad en Conga Latin Bistro, donde era conocido como “Big Floyd”. La siguiente foto refleja el porqué:
“Siempre alegre”, lo recuerda Jovanni Tunstrom, el dueño del restaurante. “Tenía una buena actitud. Bailaba mal para hacer reír a la gente. Traté de enseñarle a bailar porque amaba la música latina, pero no pude porque era demasiado alto para mí. Siempre me llamó ‘Bossman’ (jefe). Le dije: ‘Floyd, no me llames jefe. Soy tu amigo’.”
Floyd fue despedido cuando Minnesota cerró los restaurantes como parte de la cuarentena generada por la pandemia de coronavirus, que imponía quedarse en casa. Harris dijo que habló con Floyd el domingo por la noche y le dio información para contactar a una agencia de empleos temporales.
“Estaba haciendo lo que fuera necesario para seguir adelante con su vida”, dijo Harris. Además agregó que no podía creer que Floyd recurriera a la falsificación, en referencia a la denuncia que provocó su arresto. El dueño de una tienda de comestibles lo señaló por haber querido pagar con un billete de 20 dólares apócrifo. “Nunca supe que hiciera algo así”.
Donnell Cooper, otro los antiguos compañeros de clase de Floyd, dijo que aún recordaba sus touchdowns cuando jugaba al fútbol americano y asegura que tenía una “personalidad tranquila, pero un espíritu hermoso”.
“La forma en que murió no tiene sentido”, se lamentó por su parte Harris, quien también se explayó sobre la violenta reacción que generó la demora de la justicia en tomar cartas en el caso: los responsables del hecho no fueron detenidos o acusado sino hasta este viernes. “Él rogó por su vida. Él suplicó por su vida. Cuando te esfuerzas tanto en confiar en este sistema, un sistema que sabes que no está diseñado para ti, cuando buscas constantemente la justicia por medios legales y no puedes conseguirla, comienzas a tomar la ley en tus propias manos.”
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