Vilma Trujillo, de 25 años y madre de dos hijos, fue retenida por la fuerza, desnudada y alejada de su familia antes de ser quemada, para “liberarla de los demonios” en El Cortezal
Todo cuanto queda son unos leños quemados, una capilla cerrada con candado y un silencio abrumador. Como en la obra de Lope de Vega del 1600, nadie cuenta cómo fue quemada la campesina Vilma Trujillo durante un rito religioso en El Cortezal, un remoto lugar del Caribe de Nicaragua.
La mujer murió el 28 de febrero en un hospital de Managua a consecuencia de las quemaduras tras una agonía de siete días.
La mayoría de los vecinos de El Cortezal no quiere hablar del incidente. Unos pocos dicen entre dientes que «esa mujer» se lanzó al fuego por iniciativa propia, en un intento por proteger al pastor Juan Rocha, un hombre de 23 años con mucha influencia sobre la comunidad. Él y otras tres personas enfrentan cargos de secuestro y asesinato.
El presidente de las Asambleas de Dios en Nicaragua, Rafael Arista, deslindó responsabilidad y aseguró que Rocha no era pastor sino un laico que se unió hace ocho meses a la congregación, que tiene su sede en Estados Unidos y dice contar con 155 millones de seguidores en todo el mundo.
La agonía
Tres horas de camino a pie y en mula, bajando y subiendo cerros enfangados, cruzando quebradas, sorteando árboles caídos, separan a esta comunidad del punto en que acaba la carretera, al que se llega tras otras tres horas en vehículo desde Rosita, la cabecera del municipio del mismo nombre en la Región Autónoma del Atlántico Norte.
Un sol calcinante acompaña parte del trayecto hasta que el cielo se cubre de nubes y cae un torrencial aguacero.
En esas condiciones de terreno y con el cuerpo en llagas, Trujillo fue bajada de El Cortezal, en la cima de la montaña, en una hamaca cargada en hombros por amigos y familiares, lo que hizo más dolorosa su agonía de siete días.
El martirio había comenzado en la iglesia Visión Celestial de las Asambleas de Dios, una humilde construcción de madera en la que esta campesina de 25 años y madre de dos hijos fue retenida por la fuerza, desnuda y alejada de su familia antes de ser quemada, presuntamente para «liberarla de los demonios».
El hecho parece no conmover a los vecinos, que culpan a la víctima de su propia muerte y reprochan a su familia el arresto del pastor, a quien esperan ver liberado y de vuelta.
Los miembros de la iglesia «no se han asomado» desde que ocurrió el ritual. «Aquí me han dejado sola», dijo a la AFP, en voz muy baja y con mirada esquiva, María Hernández, una mujer que vive cerca y está a cargo del cuidado del templo.
«Lo que se hace es orar y Dios libera (a las personas) de ese mal que les agarra siempre», dice la mujer.
Muchos vecinos de El Cortezal y otros pueblos de esta vasta región del Caribe nicaragüense oran y hacen ayuno para sanar de las enfermedades, que a menudo atribuyen a posesiones demoníacas.
Lo que ocurrió con Trujillo «es algo que no pasa a diario, pero sacerdotes y pastores predican que el mundo se divide en luz y tinieblas y que las personas deben buscar la luz en el culto para huir del poder del diablo», mensajes que son reforzados por algunos medios de comunicación, afirma la periodista y teóloga María López Vigil.
Para la activista en derechos de la mujer Miurel Gutiérrez, «éste es un caso de misoginia, donde hay una mezcla explosiva de fundamentalismo religioso y abuso de poder».
La vicepresidenta Rosario Murillo dijo que el caso es reflejo de «una situación de atraso» y prometió justicia por lo que llamó «el martirio» de Trujillo.
En el pueblo de Rosita la gente reaccionó contra lo ocurrido aunque sin asombros pues, dice, está acostumbrada a casos similares. Hace un tiempo un pastor mantuvo durante cinco días a un muerto en una habitación, asegurando a su familia que lo reviviría con oraciones, contó una mujer que prefirió no dar su nombre.
Con información de AFP