Decenas de chalecos amarillos se congregaron en diferentes puntos de Francia, especialmente en París y Bourges (centro), para el noveno sábado de protestas convocado por ese movimiento, ante el temor de nuevos brotes descontrolados de violencia.
Tras los disturbios de la semana pasada, el Ministerio del Interior francés optó por volver a desplegar un enorme dispositivo policial, con 80.000 agentes movilizados en todos el país, 5.000 de ellos en París.
Las autoridades han cortado al tráfico en un buen número de calles en torno a la plaza de la República y a la Estación del Norte, ante las concentraciones previstas en esa parte del este de la ciudad.
Los chalecos amarillos llamaron a reunirse este sábado en la pequeña ciudad de Bourges, en el centro geográfico de Francia, para facilitar su participación a los manifestantes que vienen de provincias.
El ministro delegado del Interior, Laurent Nunez, prometió “tolerancia cero” contra los alborotadores, en un mensaje de Twitter desde la comisaría de Ruán (norte), donde seguirá la jornada.
“Si hay desbordamientos, aquí como en toda Francia, le daremos una respuesta extremadamente firme”, señaló Nunez.
La jornada, además, viene precedida por unas polémicas declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, quien el viernes en la noche lamentó que “demasiados franceses” carecen del “sentido del esfuerzo”, lo que impide que el país recupere su fuerza y su cohesión.
La policía teme que este 12 de enero haya un repunte de la participación en las protestas, después de la tregua navideña, y que se superen los 50.000 manifestantes registrados el pasado sábado.
El primer ministro, Édouard Philippe, anunció el pasado lunes, después de los disturbios del sábado, que el Gobierno legislará para sancionar a los participantes en manifestaciones no declaradas y para crear un registro de agitadores, de forma que se les pueda impedir su presencia en las protestas.