Parecidos y diferencias entre la Venezuela de Maduro y la Nicaragua de Ortega

maduro y ortega

La crisis nicaragüense puede recordar a la que vive Venezuela desde hace tiempo. Ambos países están sumergidos en una crisis política y económica que ha causado protestas y manifestaciones que se han visto reprimidas con violencia.

El hecho de que ambos gobiernos pertenezcan al ALBA bolivariana (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) hace que a ambos países se les asocie y parezcan similares, y «no es así en absoluto», como cuenta para ABC Antonio García Maldonado, analista político y consultor en América Latina que vivió un tiempo en Nicaragua.

Orígenes contrarios que el tiempo acerca

Las diferencias entre ambos países «no son solo por razones demográficas o por sus características socioeconómicas, sino por el propio origen de su retórica revolucionaria, sus hitos fundacionales»

El régimen venezolano de Chávez llegó por la «incapacidad de las instituciones venezolanas de la década de los 90 para generar un crecimiento inclusivo. El origen retórico del chavismo es una lucha de posguerra fría, de los años felices globales de la Tercera Vía, la URSS había caído…» No era el momento de revoluciones marxistas, y por eso, «aunque Chávez se declaraba socialista (socialismo siglo XXI) en realidad era nacionalista bolivariano», explica García Maldonado.

La revolución sandinista fue diferente. Ortega derrocó a Somoza en un movimiento clásico de la Guerra Fría. «Una saga familiar se adueña de un país en nombre de la estabilidad, y cuenta con el apoyo norteamericano. Se le opone un movimiento guerrillero de retórica también nacionalista (el Frente Sandinista) que, por la lógica binaria de la Guerra Fría, obtiene el apoyo del bloque soviético y se reconvierte en un partido marxista».

La paradoja es que este sandinismo que accedió por métodos revolucionarios asume su derrota frente a Violeta Chamorro en 1990 y entrega el poder. Cuenta el analista que en conversaciones con Sergio Ramírez, vicepresidente entonces, que «en el sandinismo existía la tentación de no reconocer los resultados, pero que Ramírez, entre otros, convencieron a Ortega que debía devolver la institucionalidad al país, y así lo hicieron». En cambio, Venezuela es el ejemplo contrario, «cómo se llega por métodos democráticos al poder y se desguaza un Estado hasta convertirlo en una dictadura ruinosa y represora» apunta el consultor.

Crisis económica

La evolución ha sido divergente. La crisis de Nicaragua no se ha visto tan afectada por el peso económico, ya que el hartazgo tiene más que ver «con un régimen familiar de caudillismo clásico de América Latina, con toque de santería y esoterismo muy particulares».

El caso de Venezuela es un declive distinto, ya que el país sudamericano presenta desde hace años una economía ruinosa, con la inflación más alta del mundo, y con una empresa petrolera absolutamente arruinada y con una capacidad menguada.

«Ortega vuelve en 2006 y desde entonces ha sido un desastre político». El presidente se dio cuenta de que no podía gobernar ni contra la Iglesia ni contra los empresarios, y «en su segunda oportunidad lo que hizo fue crear un régimen corporativista en el que todo estaba pactado entre trabajadores, FSLN y empresarios, y bendecido todo ello por la Iglesia».

«Es la catástrofe económica la que lleva a la crisis política, no al revés, como le gusta decir al chavismo para no asumir su fracaso» cuenta el analista Antonio García Maldonado.

Carisma y líderes

El papel de los líderes y el carisma de ambos también es diferente. García Maldonado diferencia el poder de Maduro con Ortega. «En Venezuela hay un equilibrio distinto, más clásico de poder: Maduro pacta con el ejército y con sectores de su partido, mientras todo lo familiar queda en segundo plano. Una situación clásica en dictaduras o regímenes autoritarios contemporáneos».

En cambio en Nicaragua el juego de poder es familiar. «Ortega tiene un pacto extraño con su mujer que incluso llegó a perdonar o pasar por alto las acusaciones que su hizo de los abusos a los que durante años le habría sometido su padrastro Daniel Ortega».

A «ese aire de novela de Roa Bastos, de realismo mágico» del poder familiar de Ortega se une el nombramiento de un muerto como presidente del Parlamento.

Opositores

En Nicaragua, la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia dirige las manifestaciones, y agrupa a estudiantes, empresarios, campesinos y miembros de la sociedad civil. No se trata de un partido político.

En Venezuela, la Plataforma de Unidad Democrática (MUD), una alianza de formaciones políticas con intereses divergentes, es la que lidera las protestas. «Ortega sí había pactado con la Iglesia y los empresarios, pero ambos sectores son ya opositores explícitos, así que ahora le quedan los fieles del FSLN y su familia. Su única baza era la de Somoza: «Vender» estabilidad en una región en la que EE.UU. y México no se la pueden permitir por la crisis migratoria. Pero ya no le va a funcionar» apunta García Maldonado.

Represión

En cuanto a la represión y el control de las protestas, los dos se han comportado de forma similar: ningún disimulo, utilización de grupos paramilitares o parapoliciales armados, reparto de culpas a conspiraciones externas, acusaciones de «terrorismo», etc. El manual clásico. «Quizá aquí es donde más han convergido»

Llamadas «turbas sandinistas» en Nicaragua o «colectivos» en Venezuela, estos grupos paramilitares próximos al poder son utilizados para enfrentarse a los manifestantes.

Apoyos

«En Venezuela hay un equilibrio distinto, más clásico de poder: Maduro pacta con el ejército y con sectores de su partido, mientras todo lo familiar queda en un segundo plano. Esta es una situación clásica en dictaduras o regímenes autoritarios contemporáneos.

La vocación exterior de Venezuela es fuerte. Su liderato en el ALBA y del movimiento bolivariano le hace fuerte más allá de sus fronteras. «De ahí que todo lo simbólico respecto a Cuba sea más acusado que en Nicaragua, que es todo lo contrario: Sus gobernantes están centradas en todo lo interior, en su propia supervivencia por la vuelta al régimen corporativista en el que los empresarios -a diferencia de Venezuela- tenían su lugar y hacían dinero».

«Creo que Ortega y el sandinismo oficial tienen bastante más apoyo popular que el chavismo en Venezuela. No creo que ganara otras elecciones, ni mucho menos después de la represión, pero sí cuenta con un apoyo considerable que habrá de ser parte de la solución en la siguiente legislatura. En Nicaragua se puede ver más o menos una solución a medio y largo plazo, pero en Venezuela se ha entrado en una suerte de resignación internacional en la que nadie sabe cómo salir de la situación» concluye García Maldonado.