Para Ramona Jocys, empleada de Ford desde hace 33 años, la huelga iniciada el viernes en los tres mayores fabricantes de automóviles estadounidenses tiene un objetivo capital: «Garantizar la supervivencia de nuestras familias».
Integrante del poderoso sindicato United Auto Workers (UAW), Ramona participó el viernes por la tarde en un piquete frente a la planta de Ford en Wayne, donde los trabajadores, vestidos con camisetas rojas, blandían carteles que decían «UAW en huelga».
Tim Jackson estaba reparando un automóvil el jueves por la tarde cuando se enteró de que su planta en Michigan, en el norte de Estados Unidos, había sido elegida por el UAW como una de las tres que iniciarían el movimiento de huelga.
«Todo el mundo empezó a gritar», cuenta, mientras se escuchan las bocinas que conductores que circulan por las calles hacen sonar como muestra de apoyo.
Desde hace varias semanas, el UAW había enviado señales a sus cerca de 150.000 afiliados para que se prepararan para la huelga, la primera del sindicato en sus 88 años de existencia que afecta simultáneamente a Ford, General Motors (GM) y Stellantis, los «tres grandes» de la fabricación de automóviles en Estados Unidos.
El sindicato optó por no desatar una huelga general en el sector y prefirió centrarse inicialmente en unas pocas fábricas.
Las primeras fueron una planta de GM en Misuri, otra de Stellantis en Ohio y la de Ford en Wayne, en la región de Detroit (Michigan).
La idea de la huelga «me causó alegría, pero al mismo tiempo me dio miedo», explica Jackson. Para él, la exigencia de un mejor salario por hora es fundamental para poder dedicar más tiempo a su familia, en vez de trabajar hasta 70 horas por semana.
«Reguero de pólvora»
La huelga tiene lugar en un contexto de profundos cambios para la industria del automóvil, que avanza hacia el uso de la electricidad.
Ford, al igual que GM y Stellantis, está invirtiendo miles de millones de dólares en la construcción de nuevas fábricas y la preparación de las actualmente existentes para esta nueva era.
Entre los trabajadores reina la incertidumbre sobre lo que estos cambios les significarán.
Pero al final de su turno nocturno de 12 horas se dirigió, junto a otros 40 gremialistas, a un acto organizado en la ciudad de Detroit en el que intervinieron el presidente del UAW, Shawn Fain, y el icónico senador de izquierda Bernie Sanders.
«Nos bajamos del autobús cantando. Tenemos energía y se propaga como reguero de pólvora. Las empresas deben tomar nota de ello», proclama esta empleada.
Si bien las encuestas dan cuenta de un fuerte apoyo popular al UAW, Sofus Nielsen, un empleado de Ford desde hace 29 años, piensa que los empresarios no darán el brazo a torcer a corto plazo.
«Van a intentar que los días pasen y la gente sufra», señala. En tres semanas, si no se logra una victoria, el clima de optimismo y alegría que hoy reina puede llegar a ser muy distinto, dice. AFP