Miles de cubanos se apresuran a emigrar por temor al fin de la ley ‘pies secos’

Cuando el calor veraniego comenzó a hornear la ciudad cubana de Sancti Spiritus, Elio Álvarez y Lideisy Hernández vendieron su pequeño apartamento y todo lo que había en él por 5.000 dólares para unirse al movimiento migratorio más grande que haya tenido lugar en la isla en décadas.
La compra de dos teléfonos celulares a 160 dólares cada uno en una escala de su viaje por Ecuador les permitió establecer contacto con una red de cubanos altamente organizada, bien financiada y cada vez más exitosa que utiliza las redes sociales y las aplicaciones de smartphones para guiar a los que vienen en una travesía de unos 5.500 kilómetros (3.400 millas) por tierra, y que se ha vuelto la ruta principal del éxodo isleño a Estados Unidos. Con este nuevo sistema, los traficantes de seres humanos prácticamente se han vuelto obsoletos.
Se espera que este año unos 45.000 isleños se desplacen en autobuses, barcos, taxis o a pie desde Ecuador u otros países de Sudamérica y América Central hasta llegar a la frontera mexicana con Texas o California, temerosos de que la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba termine con los privilegios migratorios, que se remontan al principio de la Guerra Fría, de los que gozan los cubanos.
Miles más saldrán en balsas a través del estrecho de la Florida, lo que hace que 2015 sea testigo del mayor desplazamiento de cubanos al extranjero desde el éxodo del Mariel en 1980, que llevó a 125.000 personas a salir de la isla por este estrecho rumbo a Miami.
El éxodo por tierra ha causado una crisis fronteriza en Centroamérica, desató tensiones entre Washington y La Habana —cuya relación se ha distendido_, y provocó un aumento de solicitudes al gobierno de Estados Unidos para que ponga fin al derecho automático que tienen los cubanos de pedir la residencia legal una vez que tocan suelo estadounidense.
En el corazón de todo se encuentra la habilidad de los cubanos para cruzar uno de los territorios más peligrosos del mundo relativamente indemnes del daño que les puedan infligir policías, guardias fronterizos corruptos, bandas criminales o traficantes de personas, conocidos como coyotes, que les hacen la vida imposible a muchos otros inmigrantes latinoamericanos. La clave para hacerlo es el flujo de información entre los migrantes que apenas empiezan el viaje y los que acaban de terminar la faena.
«Por todo el camino uno se va haciendo amistades. Yo misma tengo en Facebook 70 y pico, 80 amistades, que ya llegaron», dijo Hernández, una psicóloga de 32 años.
Los inmigrantes cubanos arrancan con una ventaja que otros latinoamericanos soñarían con tener: muchos de los países a lo largo de la ruta dejan pasar a los cubanos porque su gobierno no atiende a las solicitudes de información que se hace sobre su identidad, lo que permitiría deportarlos.

Y quienes se quedan sin dinero durante el viaje tienen acceso a cientos o miles de dólares enviados por sus familiares en Estados Unidos, uno de los grupos de inmigrantes más prósperos de ese país.
Una vez que llegan a la frontera estadounidense les basta con ir a un puesto fronterizo y declarar su nacionalidad para poder ingresar. Esto les evita aventurarse a cruzar la frontera por el río o el desierto, como sí le toca hacerlo a muchos otros inmigrantes de otros países que buscan evadir a la Patrulla Fronteriza. Estadísticas estadounidenses muestran que 45.000 cubanos llegaron a puertos fronterizos terrestres de Estados Unidos en los 12 meses comprendidos entre el 20 de septiembre de 2014 y el 20 de septiembre de 2015. Se espera cuando menos la misma cantidad para el próximo año.
Pero de todas formas los cubanos deben navegar por selvas, ríos y cruzar al menos siete fronteras internacionales y países, algunos de los cuales se encuentran en las garras de pandillas responsables de algunas de las más altas tasas de homicidios del mundo.
Cuando se les pregunta por el secreto del éxito de su travesía, cubanos entrevistados en refugios a lo largo de la frontera entre Costa Rica y Nicaragua respondieron, casi de manera unánime, que los teléfonos celulares baratos, los planes de datos y Facebook son los responsables.
«Nosotros estamos totalmente y siempre alerta a los teléfonos, este es nuestro mejor amigo: el teléfono, siempre activado, y siempre listo para escuchar», dijo Álvarez, al tiempo que señalaba a su Samsung Galaxy Mini 3S a las afueras de una estación fronteriza en el norte de Costa Rica, donde él y unos 2.000 inmigrantes cubanos más están a la espera de que se resuelva un conflicto regional desencadenado por el cierre de la entrada a Nicaragua.
El sonido metálico que avisa que un nuevo mensaje llegó al Messenger de Facebook se ha convertido en la banda sonora de este movimiento migrante. Los cubanos consultan a sus amigos que van más adelante en la ruta, preguntan por rutas de autobuses, el cierre de fronteras y cuál es la tarifa que cobra la notoriamente corrupta policía colombiana.
«A uno le van aclarando las personas en qué momento puedes sacar dinero, en qué momento puedes llegar, a qué hotel puedes dirigirte», dijo Annieli de los Reyes, farmacéutica oriunda de la ciudad oriental de Camagüey. «En todas esas cosas se corre menos riesgo y vas con más seguridad y tranquilidad».
Aunque muchos viajan grandes extensiones de terreno sin contar con la ayuda de los coyotes, otros aún dependen de traficantes, especialmente cuando tienen que cruzar fronteras complicadas.
El 10 de noviembre, un grupo de policías fronterizos de Costa Rica, con la ayuda de Estados Unidos, detuvo a 12 personas sospechosas de ayudar a una banda internacional a cobrar entre 7.000 y 15.000 dólares a los cubanos por llevarlos desde Sudamérica a la frontera estadounidense, o 400 dólares por trasladarlos de manera segura a través de Costa Rica.
Además de esa operación contra el tráfico, el gobierno costarricense comenzó a detener a los cubanos que llegaron a un poblado llamado Paso Canoas, en la frontera con Panamá.

La cantidad de migrantes ascendió a unos 1.600 y luego Costa Rica anunció, el 13 de noviembre pasado, que les permitiría transitar por el país rumbo a Nicaragua. Managua, que se quejó por no ser consultada acerca de la decisión, envió soldados a la frontera para bloquear su paso, lo que el 15 de noviembre desencadenó una serie enfrentamientos menores en el cruce de Peñas Blancas.
La disputa ha dejado a unos 2.000 cubanos varados en refugios y campamentos improvisados para migrantes en la provincia de Guanacaste, fronteriza con Nicaragua. El grupo cada vez se hace más grande: decenas de personas llegan a diario. La oficina local de Movistar aumentó de dos a siete las furgonetas que venden celulares y planes de datos en esta frontera.

La mayoría se estacionan de manera permanente afuera de los campamentos temporales, o en escuelas e iglesias que también los alojan. Les venden paquetes 2 X 1 de tres dólares por cada megabyte.
Los gobiernos de Centroamérica convocaron a una reunión de emergencia para tratar la crisis. Será a puerta cerrada y tendrá lugar el martes en El Salvador. Nicaragua, país de gobierno socialista y aliado de Cuba, no ha respondido públicamente a una propuesta de Costa Rica de crear un «corredor humanitario» para que los cubanos viajen sin obstáculos rumbo a Estados Unidos.
Cuba, entretanto, ha realizado una serie de declaraciones públicas en las que culpa a las políticas migratorias de Washington de atraer a miles de cubanos, lo que provoca una fuga de profesionales que la isla educa y de hombres en edad de trabajar que le hacen mucha falta. Irónicamente, el gobierno isleño comparte la tesis de un creciente número de legisladores cubano-estadounidenses que dicen que la Ley de Ajuste Cubano, propia de la Guerra Fría, está siendo fuente de abusos por parte de los inmigrantes económicos de Cuba, en lugar de ser concedida a los refugiados políticos, como originalmente estaba prevista.
Observadores internacionales dicen que las políticas de Cuba también han impulsado este movimiento migratorio, que hace que los cubanos descontentos se vayan, al tiempo que aumenta la cantidad de personas que envían remesas e inyectan efectivo a una economía hambrienta de dinero circulante.

Hace tres años, el gobierno comunista eliminó el requisito de tramitar un odiado permiso de salida y también comenzó a permitir que los cubanos que establecieran su residencia en Estados Unidos pudieran mantener sus propiedades en la isla y conservar el acceso a sus servicios sociales.
Geny Machado trabajaba en un almacén en el barrio habanero de Guanabacoa antes de que iniciara su periplo migratorio de Trinidad y Tobago a Venezuela. Allí inició otra travesía al norte, de varios meses de duración y con varias escalas para trabajar y ganar dinero. Otros cubanos entrevistados en Costa Rica salieron desde el sur del continente: desde países lejanos como Chile, Argentina o Brasil.
Machado le mostró a un reportero de la AP una serie de mensajes de Facebook de uno de sus amigos que llegó recientemente a Estados Unidos. Le decía cuál era la mejor ruta desde Ciudad de Guatemala a la frontera con México. También le aconsejaba qué decirle a los guardias fronterizos de México cuando llegara, en qué hotel alojarse la primera noche y hasta la tarifa: 10 dólares la noche.
«El que va adelante guía al que va detrás», dijo Machado, de 45 años. «Nos vamos comunicando así. Las redes sociales son las que nos están ayudando a los cubanos en todo el tramo migratorio, más que los coyotes».
Cuando guardias fronterizos detienen a un inmigrante, el primer paso es contactar a las autoridades del país de origen para confirmar su identidad.

A menudo esto es imposible en el caso de los cubanos. El gobierno de Cuba no responde, hasta en un 90% de los casos, a preguntas sobre las personas con pasaportes cubanos y que no tienen visas, dijo Mario Madrazo Ubach, responsable del control migratorio del Instituto Nacional de Migración de México.
Como entrar al país sin el visado requerido no es un delito en México, las autoridades generalmente les dan 20 días a los cubanos para que salgan del territorio mexicano. Ellos los aprovechan para viajar a la frontera con Estados Unidos. Algo similar sucede a lo largo de Centroamérica.
«En cajas de camión usted no va a encontrar cubanos», dijo Madrazo.
Aun así, los isleños no están completamente vacunados de los peligros que entraña la migración al norte. En julio, un grupo de derechos de migrantes denunció que funcionarios fronterizos mexicanos retenían a los cubanos en sitios de inspección hasta que sus parientes en Estados Unidos enviaran un rescate que en ciertos casos llegaba a 5.000 dólares para que recobraran su libertad.
Mario Martínez, de 24 años, y que estudió programación computacional, trabajaba en una peluquería de Marianao, un barrio habanero, hasta que se fue a Ecuador con su amigo y compañero de ruta Manuel González.

Sentado en el piso de un baño público junto a la única toma de corriente disponible que pudo encontrar en una estación de autobuses en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, dijo que sus amigos de Facebook le advirtieron que no se juntaran con los coyotes, que los iban a desviar de la ruta más corta, los iban a llevar lejos, los iban a engañar y que todo les iba a salir más caro.
«Los primeros sí tuvieron que hacerlo con esos contactos… con los coyotes, como creo que los llaman ustedes», dijo Martínez mientras el Messenger de González en Facebook anunciaba que habían llegado nuevos mensajes. «Pero ya habían coyotes que estaban cogiendo por estafar, mataban a la gente, violaban a la gente. Entonces ya los propios cubanos nos aconsejaban que cogiéramos la ruta por nosotros mismos».

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AP