“Me despedí con el corazón roto porque lo iba a dejar. Hay un calabozo enfrente de las oficinas, ahí metieron a mi hermano ayer (lunes). Tenía candado, es como una cárcel”, relata Abel Maldonado quien busca a su hermano entre las víctimas.
“No somos perros”, repite el venezolano Abel Maldonado antes de ir a una morgue con la esperanza de que su hermano haya salido con vida del incendio que mató a 40 personas en un centro de detención de migrantes en la mexicana Ciudad Juárez.
Se lo dijo este martes al personal de seguridad de la estación migratoria -ubicado cerca de la frontera con Estados Unidos- cuando fue a averiguar por Orlando, de 22 años, sin obtener información.
Y lo repite en cada frase para pedir un trato “humano y justo” de las autoridades en Ciudad Juárez, adonde llegó hace once días junto con su esposa, dos hijos de dos y cuatro años, y con Orlando, en un tren de carga conocido como “La Bestia”.
“Es mi familia, no es un perro que está allá adentro. Somos migrantes, no somos ladrones, mafiosos, nada de eso. Solo queremos trabajar, una mejor vida para nuestras familias”, expresó Abel a uno de los custodios de la estación migratoria, que lucía desolada.
Casi 17 horas después de la tragedia, este albañil de 29 años seguía sin saber si su hermano murió o se cuenta entre los 28 heridos, algunos de gravedad.
“¡Justicia!”, gritaban familiares a las afueras de la estación, al tiempo que medios como el diario Reforma difundían un video del lugar, verificado luego por autoridades, donde se ve fuego en un calabozo y tres funcionarios del otro lado de las rejas.
Tras enterarse de la muerte de un amigo, Abel decidió ir hasta el servicio forense de esta ciudad del estado de Chihuahua (norte), buscando poner fin a la incertidumbre.
“Ahorita voy hacia la morgue a buscarlo, ya encontraron a un amigo. Con dolor y todo pa’ salir de esto. No es justo perder la vida así”, declaró a la AFP con la voz quebrada y enfundado en un saco gris de capucha.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, aseguró este martes que las llamas fueron iniciadas la noche del lunes por migrantes que rechazaban ser deportados.
“Engañados”
Hasta el momento el gobierno de Guatemala confirmó la muerte de 28 de sus nacionales; el de Ecuador anunció un fallecido.
En tanto, la Fiscalía General de México reportó que entre “los migrantes identificados” también hay 13 hondureños, 12 venezolanos, 12 salvadoreños y un colombiano, sin diferenciar entre muertos y lesionados.
Según Abel, él y su hermano fueron llevados el lunes a la estación por agentes que les prometieron un permiso de trabajo, que anhelan con fervor porque les permitiría estar legalmente en México mientras gestionan una solicitud de asilo en Estados Unidos.
“Pero nos trajeron engañados”, asegura el hombre, con la piel curtida tras siete meses de viaje desde Venezuela, mientras exhibe un documento de permanencia de 30 días que define como un “papel de abandono”.
Debido a que estaba con su esposa e hijos, Abel fue dejado libre, mientras Orlando quedó retenido bajo el argumento de que no hacía parte del núcleo familiar.
“Me despedí con el corazón roto porque lo iba a dejar. Hay un calabozo enfrente de las oficinas, ahí metieron a mi hermano ayer (lunes). Tenía candado, es como una cárcel”, relata.
Hostilidad
Abel atestigua que la hostilidad contra los migrantes en Ciudad Juárez ha crecido a medida que se instalan en las calles para limpiar vidrios de carros a cambio de una moneda, vender chucherías o pedir ayuda para comprar comida.
El alcalde Cruz Pérez Cuéllar negó este martes que las autoridades hayan lanzado redadas contra migrantes que luego terminaron calcinados.
Sin embargo, tras el intento de cientos de migrantes de cruzar en estampida hacia Estados Unidos el pasado 12 de marzo, Pérez Cuéllar había advertido que la “paciencia” de las autoridades se estaba “agotando”.
Más allá de la suerte que haya corrido su hermano, Abel asegura que regresar a Venezuela no es una opción. Unos siete millones de venezolanos han emigrado en años recientes debido a la grave crisis socioeconómica.
“No voy a agarrar un avión para Venezuela porque no tengo recursos. Vendí mi casa, mi carro, me quedé sin nada para llegar hasta acá. Solo pedimos un poco de paciencia, de comprensión porque no somos animales, no somos perros. Somos seres humanos”. AFP