Marielvi Pérez, médico venezolana, contó a El Nacional su experiencia desde la llegada del covid-19 al país europeo. «Es mentira el que diga que no entra en depresión», mencionó
«Lo que menos deseaba era que el coronavirus llegará a Venezuela», expresó Marielvi Pérez, médico cirujano venezolana, residenciada en Italia.
La joven de 27 años de edad, vive actualmente en la comuna de Chivasso de la provincia de Turín, en la región Piamonte, ubicada a alrededor de dos horas de Milán, Lombardía. Estas regiones, junto a Véneto, han sido las más golpeadas por el covid-19.
A finales de enero, cuando se detectaron los primeros casos de virus surgido en Wuhan, China, Pérez no se imaginó la magnitud de la situación. Consideraba que era una influenza -gripe común-, que al complicarse derivaba en una neumonía.
«Al principio no tuve miedo, ni pensé que era tan grave. Pensé que iba a ser algo totalmente pasajero», mencionó a El Nacional.
Sin embargo, una vez que el número de contagiados y de muertos fue aumentado, la realidad fue otra. Los nervios, la ansiedad y la desesperación se han ido haciendo espacio en su vida.
En medio de este escenario, indicó, el egoísmo también ha tomado protagonismo. «Pedía que con el favor de Dios todo se solucionara, pero que se quedara aquí. No quería que trascendiera más allá, pedía que cuidara mucho de Venezuela», mencionó.
Pérez recordó que las condiciones del país no están dadas para que el coronavirus se propague en el territorio nacional, que está sumido en una crisis económica y hospitalaria. Hasta este lunes, de acuerdo con el gobierno de Nicolás Maduro, se registraban 84 casos confirmados.
El inicio de la cuarentena
Cuando inició la cuarentena, el 9 de marzo, fue un pequeño descanso para ella. Los supermercados y farmacias continúan abiertas, por lo que una persona puede realizar sus compras en tranquilidad.
«Tú puedes ir a comprar, siempre y cuando los policías no te vean salir a cada hora o que haces colas en todo momento. En ese caso, te multan o te pueden meter preso», señaló.
El tapabocas y los guantes son parte indispensable del vestuario para salir y, al regresar, el lavado de manos y la ingesta de abundante agua se convirtieron en el nuevo hábito del hogar.
Hoy, a casi 15 días de cuarentena, las horas se han hecho más pesadas y la preocupación ha ido aumentado. «A medida que van pasando los días y que hay más muertos, sientes que todo se está saliendo de control y que no hay mejoría. Es un calvario, no sientes paz, quieres respirar aire fresco y no encuentras qué hacer», subrayó.
Este martes Italia cerró el día con 743 fallecidos en 24 horas, para un total de 6.820 muertes a causa del coronavirus. Sin embargo, el día de mayor alarma para la población fue el sábado, cuando tocando un nuevo hito, la dramática cifra alcanzó los 793 decesos.
«Esa noticia no pasó desapercibida para nadie, al contrario, desde ese momento la gente dejó de andar aún en las calles», afirmó la joven venezolana.
Mencionó que a pesar del llamado a cuarentena, algunas personas salían con frecuencia a pasear a sus mascotas o a realizar ejercicio cuando, en realidad, casi nunca lo hacían. Pero desde el sábado, ese escenario cambió y la desolación en las calles es mayor. «Las pocas personas que salen están asustadas, caminan muy rápido y mantienen una distancia mayor a la que piden», relató.
Un respiro
En los últimos días los ciudadanos acordaron salir a sus balcones a las 6:00 pm, para dar un respiro en medio de esta trágica situación.
Algunos tocaban instrumentos, otros sacaban equipos de sonidos y radios, colocaban música y comenzaban a bailar. Mientas otros, compartiendo alguna bebida, se saludaban de balcón a balcón.
Pero poco a poco, estas actividades de distracción han ido desminuyendo. «A muchas personas no les pareció justo que salieran a sus ventanas a cantar y aplaudir cuando otros estaban de duelo por la muerte de sus familiares», explicó.
Aunque considera que la verdadera solidaridad de los ciudadanos se verá cuando se superé la crisis del coronavirus, Pérez indicó que muchos empresarios han realizado grandes donaciones a los hospitales, mientras que artistas han iniciado campaña para recolectar dinero o insumos médicos.
Además, funcionarios de la Cruz Roja y jóvenes voluntarios, se ofrecen para realizar las compras de los adultos mayores que no tienen familia cercana. Esto, para evitar que los ancianos, la población más vulnerable, salga a las calles y puedan contagiarse.
La cuarentena también ha ayudado a afianzar los lazos familiares y con amistades a través de la distancia.
«Hay familias que se han consolidado aún más, hay más tiempo para mandar mensajes y preguntar al otro cómo está», agregó.
«Jamás me imaginé vivir algo así»
Hace nueve meses, cuando Pérez llegó a Italia, huyendo de la emergencia humanitaria compleja que vive Venezuela, jamás se imaginó vivir un escenario como el generado por el coronavirus en el país europeo.
«Es mentira el que diga que no entra en depresión, es difícil contener las lágrimas. Siendo tan joven te ha tocado vivir tantas cosas. Te toca migrar, estar solo, ver gente morir y ver que el mundo está colapsado y preguntas ‘¿Dios mío, ahora qué?’», expresó con la voz entrecortada.
Hoy, ante toda esta situación, sin embargo, sus deseos de ejercer su profesión no han menguado.
Aunque está cursando estudios en Italia, envió sus documentos para postularse como médico venezolana. Sin embargo, aún no ha recibido respuesta de las autoridades italianas.
«La única manera que puedo apoyar ahora es cumpliendo las reglas porque como profesional no puedo hacer nada», enfatizó.