Blanca aún no cumplía 18 años y ya era una secuestradora con un historial delictivo iniciado cuando tenía 13 años. Pertenecía a “una familia normal” pero también compartía los factores que llevan a niños, y adolescentes a cometer delitos de alto impacto social.
Ese camino que lleva a los niños en México a cometer crímenes tiene tres señalamientos que conducen a los menores a él: la vulneración de los derechos humanos, entornos complicados marcados por la violencia y falta de oportunidades, el crimen como sustituto de necesidades económicas y emocionales, y el trato legal que se da a los menores infractores, de acuerdo con el libro “Un sicario en cada hijo te dio”.
Blanca vivía en el Estado de México cuando encontrar cabezas, piernas, dedos de cuerpos torturados por el crimen organizado se convirtió en cosa de todos los días, según su propio relato recogido en el libro de la editorial Aguilar.
“En la noche nos teníamos que meter temprano a la casa porque siempre había cartulinas que decían: ‘El que esté en la calle después de las 12 se levanta’. Por mi casa era muy común encontrar cabezas, dedos, pies y piernas por la calle (…) es de lo más natural del mundo encontrar como seis cuerpos y dos cabezas”, detalla en su relato.
Su entorno exterior se sumaba a una familia que empezó normal y luego se rompió por el crimen: su padre, cuando ella tenía 13 años, fue encarcelado por posesión de armas.
“Fui sacando mi tristeza y mis emociones en puras cosas negativas como portarme mal, tener malas amistades, no ir a la escuela, echar fiesta de jueves a domingo… no lo canalicé en algo positivo”, cuenta Blanca.
Su corta edad también la hizo blanco de los grupos de la delincuencia organizada pues en México lo más que puede estar recluido un menor de edad que comete un delito son cinco años, lo que motiva que sean reclutados por el crimen. Además, les ofrecen dinero y un supuesto entorno de aceptación que les ayuda a atender ciertas necesidades emocionales, relatan los autores del libro.
“Todos los adolescentes entrevistados nos platicaron que ellos o sus familiares fueron llevados a lugares alejados (montañas o sierras) donde los cárteles tienen montadas universidades del crimen y les enseñan todas las técnicas para matar y defenderse”, de acuerdo con los testimonios.
Blanca está detenida y paga una condena de cinco años de prisión por participar en un secuestro, el primero que hacía después de haber participado en levantones y prostituir a otros desde los 13 años.
“México carece de prácticas de reinserción social que incidan sobre los factores de riesgo que llevan a niños, niñas y adolescentes a cometer delitos”, señala el libro.
Blanca comentó que en diversas ocasiones gozó con el sufrimiento ajeno, el que veía en sus víctimas y hablaba del llanto como un defecto humano. La frialdad de sus crímenes previos al secuestro que la llevó a estar privada de su libertad se nota en sus actitudes, señalan en el libro. Sin embargo, “hay un arrepentimiento sincero (que) nubló su mirada”.
“Me agarraron por el primer secuestro que hice, pero ya traía muchas cosas encima; desde los trece años me uní a un cártel en el que tenía un rol específico por ser mujer”, dice Blanca.
Blanca planeó con su novio 8 años mayor que ella el secuestro de una joven. Tenía otros cuatro cómplices. Ella y su pareja eran los autores intelectuales con la experiencia que Blanca había adquirido desde los 13 años. Algo salió mal, ella dice que fue una traición de sus cómplices, el hecho es Blanca y su novio fueron atrapados y juzgados. Blanca pasará cinco años detenida y su novio muchos más por ser mayor de 18 años.
Blanca no es la única que ha caído en el crimen organizado. En el país viven menores que a los 16 años tienen ya un cargo como comandantes locales de un cártel, una menor de 16 que ya dirigía una red de prostitución y un niño que a los ocho años comenzó a matar y robar niños para vender órganos.