Los alumnos transexuales van ganando la batalla de los uniformes en Tailandia

Debido a una anticuada normativa educativa, muchas personas transexuales son obligadas a llevar un uniforme que no se ajusta a su identidad de género en las aulas de Tailandia, pero ahora los activistas están ganando la batalla para elegir el suyo, al menos en las universidades.

Siwakorn «Buzzy» Thatsanasorn siempre ha tenido conciencia de ser una mujer, pese a nacer en el cuerpo de un hombre, y su familia la ha aceptado como tal sin reservas, pero en el colegio fue obligada a llevar uniforme y corte de pelo masculinos.

Esta humillación se repitió cuando se matriculó hace dos años en la prestigiosa Universidad de Thammasat, en Bangkok, y tuvo que fotografiarse con el uniforme de hombre y el pelo recogido.

«No lo cuestioné, decidí respetar las reglas», señala lacónicamente a Efe esta tailandesa de 20 años en el campus de Rangsit, a las afueras de la capital, de la citada universidad.

Libertad de elección en las universidades

Siwakorn explica que la mayoría de los alumnos no viste el uniforme de falda o pantalón negros y camisa blanca en las aulas de Thammasat, una de las universidades más liberales del país, porque no es obligatorio llevarlo en días normales, aunque sí lo es durante los exámenes y el día de la graduación.

Esto ha dejado de ser un problema desde que el pasado 8 de junio la universidad decidiera permitir a los alumnos elegir libremente sus uniformes, una iniciativa que ya había tomado la Universidad de Chulalongkorn el año pasado y la de Bangkok en 2015.

«Los estudiantes pueden llevar los uniformes de acuerdo con su identidad de género a los exámenes, a las clases y a la graduación», explica Siwakorn, que lleva un vestido y sombrero amarillos ya que no le gusta llevar el uniforme blanco y negro, aunque sea el femenino.

No obstante, la universitaria se muestra aliviada de poder llevar en ocasiones señaladas el uniforme femenino, con falda en lugar de pantalón, como en los exámenes o la ceremonia de graduación.

«Muchos transexuales no iban a su graduación para no tener que llevar el uniforme», señala la tailandesa, que en la actualidad cursa su segundo año de la carrera de Bellas Artes.

Sin embargo, Siwakorn precisa que los transexuales aún no pueden elegir el uniforme acorde con su identidad de género en los colegios tailandeses de Primaria y Secundaria, lo que genera estrés y daños morales a los menores de este colectivo.

Activismo político

Las personas LGTBIQ+ (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales, intersex, queer y otros) gozan de cierta aceptación en Tailandia, donde desempeñan trabajos de cara al público en tiendas o incluso en sucursales bancarias, una tolerancia debida en parte a la religión budista, sin dogmas que condenen a las personas no heterosexuales, aunque los transexuales no pueden ordenarse como monjes.

Sin embargo, las personas transgénero no pueden cambiar su nombre y género en los documentos de identidad y tampoco casarse, mientras que a veces sufren discriminación en algunos lugares de trabajo al ser relacionadas con estereotipos como los espectáculos de vedetes, el erotismo o la prostitución.

Siwakorn, que prefiere que se refieran a ella como «mujer» y no como «transexual», opina que la lucha por los derechos del colectivo LGTBIQ+ está estrechamente vinculada a las protestas estudiantiles que desde el pasado julio piden reformas prodemocráticas y la reducción del poder del estamento militar y de la monarquía.

La estudiante, que ha participado en algunas protestas, cree que los derechos del colectivo se encuadran dentro de las demandas estudiantiles para acabar con las desigualdades y a favor de los derechos de las minorías.

«Podemos decir que las personas LGTBIQ+ en Tailandia son consideradas como ciudadanos de segunda clase, como se ve en la aprobación de la ley de las uniones civiles», asegura al criticar que la legislación otorgue a las parejas LGTBIQ+ menos derechos que a los matrimonios heterosexuales.

Un ejemplo prominente de activismo LGTBIQ+ y político es el de la mujer transgénero Saran Chuichai (conocida antes por su nombre masculino, Aum Neko), quien inició una campaña en 2013 contra la discriminación de los uniformes en Thammasat.

Al año siguiente se exilió a Francia para escapar de los militares, que ese año dieron un golpe de Estado en Tailandia y del riesgo de ser encarcelada en una prisión de hombres por el delito de lesa majestad, que castiga con hasta 15 años de cárcel las críticas a la familia real.

Informe de la ONU

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) afirma que el principal problema de las personas LGTBIQ+ en Tailandia es la imposibilidad de reflejar su identidad de género en los documentos de identidad, lo que limita su acceso a servicios y les hace vulnerables a la discriminación.

La libertad para elegir uniforme en los colegios y universidades también es un tema prioritario para la agencia de la ONU.

«Los estudiantes que quieren llevar uniformes que coincidan con su identidad de género no están siendo caprichosos, ya que la incapacidad de expresar el sentimiento interno que tienen de sí mismos puede provocar un profundo tormento psicológico», señaló el PNUD en un informe en 2018. EFE