Las heridas psicológicas que dejan diez años de guerra en Siria

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Ningún sirio puede decir que ha salido intacto de estos diez años desde que comenzaron las protestas que buscaban mayores libertades, mejores condiciones de vida y menos represión del Gobierno de Bashar al-Assad. Cada uno tiene una historia de horror que contar. En la ciudad de Raqa, al norte del país, un equipo especial enviado por France 24 estuvo con varias personas cuya vida cambió como consecuencia de la guerra.

La intensidad del conflicto ha disminuido en Siria, pero las heridas que han dejado estos diez años siguen igual de intactas. Mohamed al-Azor había dirigido el museo de Raqa por 16 años hasta que el Ejército Libre de Siria tomó el control de la ciudad en 2013. Al saber que los combatientes estaban en el museo, se vistió y se dirigió al edificio ubicado en el centro de Raqa para convencerlos de que se fueran. De que protegieran las piezas que estaban al interior.

No tuvo éxito. Los hombres le dijeron que se fuera pero el quedó aterrado con lo que vió. Muchos objetos estaban siendo destruidos, cuenta. De regreso en su casa intentó conciliar el sueño, pero no pudo. En medio de la noche, sintió un dolor, era un derrame cerebral que le dejó medio cuerpo paralizado. Actualmente está mejor, pero el daño psicológico de todos estos años sigue presente. La tristeza que guarda es inmensa, tanto así que todos los días visita la edificación para confirmar que está bien.

El museo tuvo la suerte de no ser destruido. La edificación está intacta e incluso el denominado Estado Islámico la utilizó para crear un restaurante en el piso inferior. Sí, el denominado Estado Islámico creó decenas de restaurantes en la ciudad para los combatientes y familias de extranjeros. Pero no sucedió lo mismo con las obras en su interior. Muchas fueron rotas y otras saqueadas para vender en el mercado negro.

«Uno de los momentos más tristes es una vez que estaba visitando la ciudad de Al-Tabqa, situada en la Gobernación de Raqa. Yo iba en una moto y veía como en la calle se vendían armas y municiones. Pero no pude creer cuando vi que también se ofrecían piezas del museo. Fue muy duro», cuenta Al-Azor. Hoy el Museo está en proceso de recuperación y algunas de las obras que fueron dañadas están recogidas en uno de los salones del Consejo administrativo de Raqa. «Cuando vuelva a Raqa verá cómo hemos vuelto a abrir el museo», cuenta con ilusión.

Pero hay mucha tristeza en su mirada y en su cuerpo que se mueve con dificultad. AFP

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