Nadia Murad, la joven iraquí de 25 años de edad que acaba de ganar el Premio Nobel de la Paz junto al médico congoleño Denis Mukwege, contó mediante una insólita autobiografía, como fue su experiencia al ser víctima de esclavitud sexual en el Estado Islamico (ISIS).
En el año 2014, a sus 21 años, Murad fue convertida en esclava sexual por el ISIS, viviendo la misma suerte que corrieron en los últimos años miles de niñas y mujeres yazidíes.
“El mercado de esclavas abría por la noche. Podíamos escuchar la conmoción que había abajo, donde los militantes se registraban y se organizaban. Cuando el primer hombre entró en la habitación, todas las chicas comenzaron a gritar. Fue como la escena de una explosión. Gemíamos como si estuviéramos fuertemente heridas, retorciéndonos y vomitando en el suelo. Pero nada de eso detuvo a los militantes”, narró la joven.
Asimismo, contó como dolorosamente, los soldados solían tratarla a ella, junto a sus compañeras, como “animales” y mercancia.
“Caminaban alrededor de la habitación, mirándonos fijamente, mientras nosotras gritábamos y suplicábamos. Al principio, gravitaban en torno a las más lindas, preguntando, ‘¿cuántos años tienes?’, y examinando sus cabellos y sus bocas. ‘¿Son vírgenes, no?’, le preguntaban al guardia, que asentía y decía, ‘¡Claro!’, como un comerciante orgulloso de su producto. Los militantes nos tocaban donde querían, pasando sus manos sobre nuestros senos y sobre nuestras piernas, como si fuéramos animales“, explicó.
La joven, junto a Denis Mukwege, un ginecólogo que trata a las mujeres víctimas de violencia sexual en la República Democrática del Congo, recibieron este viernes el premio Nobel de la Paz “por sus esfuerzos para poner fin al uso de la violencia sexual como arma de guerra”, según lo reseñado por Infobae.
“Si era inevitable que un militante me tomara, no se la iba a hacer fácil. Aullaba y gritaba, sacando las manos que se me acercaban para tocarme. Otras chicas hacían lo mismo, doblando sus cuerpos en el suelo como si fueran bolas, o arrojándose sobre sus hermanas y amigas para protegerlas”, contó la joven, quien aseguró que contar su historia no fue fácil.
“Nunca es fácil contar tu historia. Cada vez que lo haces, la revives. Cuando le hablo a alguien sobre el lugar en el que los hombres me violaban, o sobre lo que era sentir el látigo de Hajji Salman a través de la sábana con la que me tapaba, o sobre el cielo oscuro de Mosul mientras buscaba en el barrio algún signo de ayuda, me transporto a esos momentos y a todo su terror”, dijo.
Murad perdió a su madre y a seis hermanos a manos de ISIS, no obstante, tras ser violada y golpeada de todas las maneras posibles, logró escapar y consiguió que la sacaran de Irak y a comienzos de 2015 llegó como refugiada a Alemania, donde contó ante la ONU su caso.
“Nunca había contado mi historia ante una audiencia tan grande (…) Tuve que hablar de Hajji Salman (el terrorista que la terminó adquiriendo), de las veces que me violó y de todo el abuso del que fui testigo. Decidir ser honesta fue una de las decisiones más difíciles que tomé en mi vida, pero también fue la más importante”, afirmó.
En 2016 el Parlamento Europeo le concedió el Premio Sájarov. Poco después se convirtió en embajadora de la ONU para la Dignidad de los Sobrevivientes de Trata de Personas.
“Mi historia, contada honestamente, es la mejor arma que tengo contra el terrorismo, y planeo usarla hasta que esos terroristas sean llevados a juicio (…) Quiero ver a los ojos de los hombres que me violaron y observarlos sometiéndose ante la Justicia. Más que cualquier otra cosa, quiero ser la última chica en el mundo con una historia como la mía”, confesó, reseña Sumarium