Cecilia Tortajada recuerda haber bajado por una larga escalera y que se adentró en una de las maravillas de la ingeniería de Japón: un enorme tanque de agua que constituye la mayor defensa de Tokio contra las inundaciones.
Cuando finalmente llegó al suelo del tanque, se vio a sí misma entre las docenas de columnas de 500 toneladas que sostenían el techo. Dentro de la cavernosa cisterna (que tenía aspecto de santuario) se sintió diminuta.
«Te das cuenta de que eres solo una pequeña parte de este gigantesco sistema», recuerda Tortajada, experta en gestión del agua del Instituto de Política del Agua de la Escuela Lee Kuan Yew, en Singapur.
«Te das cuenta de lo bien preparada que está Tokio».
Japón es un destino de peregrinación para expertos en desastres y gestión de riesgos como ella. Y este es uno de sus templos principales.
La curiosa catedral —oculta a 22 metros bajo tierra— es parte del Canal Subterráneo de Descarga Externo al Área Metropolitana (MAOUDC), un sistema de túneles y cámaras cilíndricas elevadas de 6,3 kilómetros de largo que protegen el norte de Tokio de las inundaciones.
En las últimas décadas, la capital japonesa perfeccionó el arte de lidiar con lluvias torrenciales y ríos crecidos, y su intrincado sistema de defensa contra inundaciones es una maravilla global.
Pero a medida que el clima y los patrones de lluvia cambian, el futuro parece incierto.
Tifones y otros desastres
La batalla de Tokio contra las inundaciones tiene una larga historia.
La ciudad se asienta en una llanura atravesada por cinco sistemas fluviales y decenas de ríos individuales que se saturan en cada estación.
La intensa urbanización, la rápida industrialización y la irresponsable extracción de agua que causó el hundimiento de algunas regiones han exacerbado la vulnerabilidad de la ciudad.
«No sé quién decidió instalar Tokio allí», bromea Tortajada, quien ha trabajado en la gestión del agua durante más de dos décadas.
Pese a que Japón ha lidiado con las inundaciones durante siglos, el sistema actual de Tokio comenzó realmente a tomar forma en los años de la posguerra.
El tifón Kathleen azotó a Japón en 1947, destruyendo alrededor de 31.000 hogares y matando a 1.100 personas.
Una década después, el tifón Kanogawa (también conocido como Ida) devastó la ciudad cuando cayeron alrededor de 400 milímetros de lluvia en una semana. Calles, hogares y comercios quedaron inundados.
En medio de las caóticas consecuencias, el gobierno japonés intensificó su compromiso monetario.
«Incluso en las décadas de 1950 y 1960, cuando los japoneses se estaban recuperando de la guerra, el gobierno estaba invirtiendo del 6 al 7% del presupuesto nacional en desastres y reducción de riesgos», explica Miki Inaoka, experta en desastres de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA).
Un caso de estudio
Los planificadores de Tokio tienen la tarea de mantenerse alertas frente a distintos tipos de inundaciones.
Si caen lluvias fuertes, los ríos pueden desbordarse e inundar vecindarios céntricos o superar el sistema de drenaje de ciertas áreas. Los tsunamis pueden amenazar las zonas costeras. ¿Y qué pasaría si un terremoto destruye una presa o un dique?
Después de décadas de planificación para estos escenarios, la capital japonesa ahora cuenta con docenas de represas, embalses y diques.
Si haces un corte imaginario en el suelo de la ciudad —como lo harías con un pastel de cumpleaños— encontrarás un laberinto subterráneo de túneles a lo largo de las líneas del metro y los gasoductos que recorren la ciudad.
El MAOUDC —con un costo de US$2 mil millones— y su «catedral de aguas de inundación» es una de las obras de ingeniería más impresionantes de la capital.
Se terminó en 2006 después de 13 años de trabajo y es la instalación de desviación de agua más grande del mundo.
«Japón es un país que cree en el aprendizaje», dice Tortajada, quien visitó el MAOUDC en 2017.
«Eso lo convierte en un caso de estudio muy interesante».
Ciencia ficción
El canal aspira agua de ríos pequeños y medianos en el norte de Tokio y la transfiere al río Edo, que puede manejar el volumen con mayor facilidad.
Cuando uno de estos ríos se desborda, el agua cae a uno de los cinco enormes tanques cilíndricos de 70 metros de altura que se extienden a lo largo del canal.
Cada uno de estos tanques es lo suficientemente grande como para acomodar un transbordador espacial o la Estatua de la Libertad y están interconectados a través de una red de túneles subterráneos de 6,3 kilómetros de longitud.
A medida que el agua se acerca al río Edo, la «catedral de aguas de inundación» que visitó Tortajada reduce su flujo, por lo que las bombas pueden empujarla hacia el río.
Un ejercicio mental puede explicar la potencia del canal de descarga.
Imagina una piscina estándar de 25 metros, llena hasta el borde, conectada a las bombas de potencia de 13,000 caballos de fuerza que liberan agua del canal.
Si las bombas se encendieran, solo les llevaría de dos a tres segundos vaciar la piscina, ya que pueden empujar 200 toneladas de agua por segundo.
«Es como un tipo de instalación de ciencia ficción», dice Inaoka del JICA, cuyo trabajo consiste en colaborar con expertos de países en desarrollo para compartir la experiencia de Japón.
Sin embargo, Inaoka también reconoce que los cambios en los patrones de lluvia desafiarán la infraestructura de Tokio. El cambio climático hace que sea muy difícil planificar por adelantado, dice.
Cambio climático
Basados en los registros históricos de lluvias, las autoridades de planificación de la ciudad diseñaron las defensas de Tokio para soportar hasta 50 milímetros de lluvia por hora, particularmente en áreas donde se concentran las personas y las propiedades.
Pero lo que se consideraba normal hace cincuenta años ya no lo es.
Como en otras partes del mundo, el número de días con fuertes precipitaciones ha aumentado en los últimos 30 años, según la Agencia Meteorológica de Japón.
Es una señal de que los patrones están cambiando.
Algunas estimaciones sugieren que a lo largo del siglo XXI las precipitaciones en Japón podrían aumentar en un 10%. En el verano, ese porcentaje podría llegar hasta el 19%.
La Oficina de Construcción del Gobierno Metropolitano de Tokio afirma estar al tanto de estos cambios.
En al menos tres áreas, los proyectos ahora están diseñados para soportar entre 65 y 75 milímetros de lluvia por hora.
Pero expertos como Nobukuyi Tsuchiya, un exingeniero civil de la sala Edogawa de Tokio, dicen que las autoridades están demorando demasiado en discutir qué hacer.
«Desafortunadamente, la acción de control de inundaciones ante el cambio climático aún no se ha establecido en Japón», dice Tsuchiya, director del Centro de Investigación Riverfront.
En su libro de 2014 «Shuto Suibotsu» («Capital Sumergida»), Tsuchiya advierte que Tokio no está preparada para lidiar con los aguaceros que podrían llegar con el calentamiento global.
Según el experto japonés, en las zonas bajas de Tokio, alrededor de 2,5 millones de personas podrían verse afectadas por las inundaciones en el caso de mareas récord y por ello esto debería ser una prioridad de planificación.
Prestar atención
A principios de 2018, las fuertes lluvias en el oeste de Japón mataron a cientos de personas y causaron daños económicos millonarios cuando los ríos se desbordaron.
Si eso ocurriera en Tokio, dice Tsuchiya, la ciudad quedaría devastada. Y ese riesgo no es exclusivo de Tokio.
Ciudades importantes como Nueva York, Shanghái y Bangkok serán cada vez más vulnerables a las inundaciones y tormentas como resultado del cambio climático y, como la capital de Japón, la mayoría evalúa este escenario y trabaja lentamente para establecer defensas.
El plan de adaptación al cambio climático de Londres, por ejemplo, pone a las inundaciones como su amenaza número uno, ya que una quinta parte de la ciudad se encuentra en la llanura del río Támesis.
El área está bien defendida por los terraplenes y la robusta Barrera del Támesis al este de la ciudad, pero los planificadores creen que puede llegar un momento en que esas salvaguardas fracasen.
Al otro lado del Atlántico, Miami ya está luchando contra el aumento del nivel del mar.
En Singapur, Cecilia Tortajada y otros expertos están trabajando en cómo proteger a la ciudad estado de las crecientes aguas en los próximos años.
La Autoridad de Edificación y Construcción (BCA) local encargó recientemente un estudio con el fin de avanzar en el marco nacional para la protección costera, y cada año se introducen nuevas medidas.
Mientras tanto, todo todo el mundo mantiene la mirada en Tokio, para tratar de evaluar qué tan bien le sirven sus escudos ante los tifones y las lluvias estivales.
«Si un país tan preparado como Japón y una ciudad como Tokio se ven afectados, todos deberíamos estar prestando atención», asegura Tortajada.