Dos mujeres fueron abusadas por seis hombres que habían conocido en un bar. La Corte Suprema fijó un precedente frente a este tipo de situaciones para que no se revictimice a las denunciantes.
Lo que comenzó como una noche de copas y esparcimiento terminó convirtiéndose en una total pesadilla.Dos mejores amigas se reunieron el 7 de diciembre de 2011 en el bar Salamandra, ubicado en el barrio Minuto de Dios, en el occidente de Bogotá, para conversar, tomarse algunos tragos y apartarse, por algunas horas, del agobio de la realidad y la monotonía.
Por Semana
En dicho establecimiento, fueron abordadas por dos hombres que se presentaron como Pedro y James, quienes les invitaron un trago. Entrados en confianza, bailaron con la música que ponían en el pequeño establecimiento.
Luego, ya en compañía de otros amigos, los dos hombres les manifestaron su deseo de ir a comer algo en un restaurante cercano que conocían; invitación que las dos mujeres de 43 y 48 años de edad aceptaron. Ya para ese momento, incluso, se había presentado el intercambio de teléfonos y la planeación de otra salida porque pensaban que “eran personas de bien”.
Terminada la cena, aceptaron otra invitación para ir hasta la casa en la que habitaban varios de ellos con el propósito de escuchar música y conversar. La vivienda estaba ubicada sobre la Avenida Rojas con calle 63, un lugar tranquilo y que no despertaba mayores sospechas. Todo marchaba con normalidad, en efecto, pusieron música y empezaron a hablar de la vida: sus alegrías, anécdotas e historias personales, planes a futuro, y demás.
La tragedia comenzó cuando la mujer de 43 años pidió el baño prestado, hasta ese lugar llegó el hombre que se había presentado como James, quien la despojó de su ropa, la tomó por la fuerza y abusó sexualmente. Cuando creía que todo había pasado, la mujer vio como ingresaba otro hombre, quien la tomó por el cuello y la amenazó de muerte si no le obedecía y cumplía sus pretensiones.
Al baño ingresaron, además, a la fuerza Pedro y otros tres sujetos para accederla carnalmente. En otra habitación, su amiga se encontraba una situación similar, puesto que uno de los hombres la había encerrado para quitarle la ropa, amarrarla de manos y cuello. Fue violada sistemáticamente entre los cinco.
Tras salir, como pudieron, del apartamento, se dirigieron a interponer la respectiva denuncia por los vejámenes que habían sufrido. La impunidad y zozobra se apoderó de este caso durante cuatro años- hasta que en mayo de 2015 los responsables fueron capturados tras su plena identificación. Tres años después fueron condenados a 19 años de prisión por su responsabilidad en el delito de acceso carnal violento agravado.
Pese a toda la evidencia mostrada durante el complejo juicio, los hombres siempre se declararon inocentes, asegurando que todo había sido consensuado. En una especie de justificación por sus actos plantearon la posibilidad que si las mujeres habían aceptado ir hasta la vivienda era porque querían sostener relaciones sexuales, situación que las revictimizó aún más.
Uno en 1432 trillones
Francisco Leonidas Pérez Asprilla, quien fue el hombre que se presentó con el nombre de James, tocó las puertas de la Corte Suprema de Justicia para intentar demostrar que él era inocente. Posición que fue negada de un tajo por el alto tribunal por la avalancha de elementos probatorios que lo ubicaban en el sitio donde se presentó la violación múltiple.
Las mismas víctimas, en uno de las situaciones más traumatizantes, lo reconocieron en un álbum fotográfico que les puso de presente el investigador del CTI de la Fiscalía General. El hombre fue identificado por sus largas trenzas y por “ser el más violento” puesto que fue él quien, con voz amenazante”, puso a una de las mujeres “en cuatro y le dijo que la iba a violar por todo lado, el que le puso algo en el cuello y le dijo que no iba a salir viva de ahí”.
Fue el mismo que –según recuerdan las víctimas- instó a sus compañeros a seguir con la agresión. Las pruebas de ADN, que quedaron descritas en el informe de Medicina Legal, fueron concluyentes e irrefutables en demostrar que el hombre había participado en la violación pese a su terca posición.
La muestra, extraída de uno de los preservativos encontrados en la casa, la ropa de las víctimas y papeles higiénicos demostraban, además de la violación masiva, la forma en cómo habían sido accedidas sexualmente en contra de su voluntad “(…) se hallaron mezclas de ADN de más de dos individuos masculinos”.
“(…) se trata de una prueba con resultados de probabilidad, el hecho que entre 1432 trillones de individuos no se excluya como el aportante de las células halladas, permite inferir razonablemente que son de él”, agregó el perito que anexó la evidencia documental al proceso.
Este caso, lastimosamente, hace recordar al de La Manada en España, los cinco jóvenes que abusaron sexualmente de una joven durante la fiesta de los Sanfermines en la ciudad de Pamplona, en la madrugada del 7 de julio de 2016. Los hombres, además, documentaron y grabaron la forma en que la llevaron hasta un hotel para violarla.
La joven fue abandonada a su suerte. Pese a la gravedad de los hechos, los jóvenes solamente fueron sentenciados a nueve años de cárcel. La indignación aumentó cuando se les dejó en libertad condicional tras el pago de una fianza, puesto que el caso se trató como un abuso sexual y no una violación. Incluso, uno de los jueces indicó que todo fue parte de una “juerga” consentida.
En fallo de segunda instancia, se aumentó la condena a 15 años de prisión sin posibilidad de salir por fianza. Finalmente, se rechazó la posibilidad que el caso sea revisado por una instancia superior.
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