La confesión del asesino de Laura Luelmo en España que indignó a todo el mundo

Laura-Luelmo

El autor del asesinato de la profesora española Laura Luelmo, confesó detalle a detalle como cometió el asesinato de la joven que fue hallada este martes a 4 kilómetros de la ciudad de Huelva, donde tenía pocos días residenciada.

Al encontrar el cuerpo de la mujer, las sospechas se centraron rápidamente en su vecino Bernardo Montoya, porque la víctima había confesado a su novio que se sentía acorralada por este.

Según lo que reseña Infobae, el homicida de 50 años, ya ha cumplido dos condenas. En 1995, asesinó a una anciana de 82 años y paso 17 años de prisión. Además, pasó otros dos años por un robo con violencia.

El hombre contó a las autoridades que engañó a la chica, indicándole una dirección falsa de un supermercado, para cometer el ataque.

Reseñó que al llegar al lugar la agarro con fuerza a la joven, la amarró con un cuerda y golpeó su cabeza con el maletero del auto hasta dejarla inconsciente.

Además, expresó que su intención era agredirla sexualmente pero no logro hacerlo.

Por último, dijo que se asustó y dejó el cuerpo en una zona de jaras, pero aseguró que aún estaba viva cuando la dejo allí.

Pensó en pasar unos días afuera en casa de amigos y familiares para olvidar lo sucedido, pero fue tarde la Guardia Civil, ya había descifrado que el era el culpable.

El periódico ABC y varios programas policiales reportaron el testimonio que ofreció a la Guardia Civil:

“La chica salió de su casa y se me acercó a preguntarme algo. Yo estaba sentado en una silla en la puerta de la mía, que están frente a frente. Ella me dijo: “Hola, vecino, oye, ¿sabrías de algún supermercado por aquí? Es que soy nueva.”

Yo le respondí: “Claro, mujer”, y le di una dirección. La engañé, porque la mandé a un callejón sin salida donde no había supermercado ni nada.

En cuanto se alejó un poco, yo corrí a por mi coche. Me monté, y dando un rodeo llegué primero al callejón. Allí esperé a que llegara. Cuando la chica apareció en el callejón sin salida, se quedó como sorprendida y me preguntó: “¿Qué haces aquí?” Y mirando hacia los lados dijo: “¿Y dónde está el supermercado?”

Entonces, sin decir palabra, la agarré y golpeé con violencia su cabeza contra el maletero de mi coche. Quedó inconsciente en el suelo. Tenía una cuerda en el vehículo y aproveché un trozo para atarle las manos a la espalda.

La metí en el maletero del coche y la envolví en una manta con el propósito de agredirla sexualmente después. Conduje hasta el lugar donde la encontraron.

Al llegar, la desnudé de cintura para abajo y traté de violarla, pero a pesar de que ella estaba inconsciente, no lo conseguí. Lo intenté, pero nada. Juro que al final no la agredí sexualmente.

Luego me asusté. La saqué del coche y la trasladé como pude hasta la zona de las jaras. Y me fui corriendo, pero juro que cuando yo la dejé allí, ella todavía estaba viva.

Me fui corriendo. Llevaba en el coche las zapatillas de la chica y el teléfono. De regreso a casa tiré el teléfono en un contenedor y unos minutos después las zapatillas en otro contenedor.

Llegué a casa e intenté dormir, pero no lograba conciliar el sueño. Así que decidí salir a andar. Salí de casa a dar un paseo.

Los días siguientes iba a ver a gente, a conocidos, a amigos y luego regresaba a casa, hasta que un día vi a la Guardia Civil. El sábado por la tarde traté de entrar en mi casa, pero estaba allí la pareja de la Guardia Civil. Al verles, salí corriendo para no volver”.