La familia De Araújo está celebrando el casamiento de una prima en el medio de la bucólica campiña de Pont de Beauvoisin, en el sudeste de Francia, en un edificio del ayuntamiento local. Es un sitio perfecto, tranquilo, acogedor y seguro para un festejo familiar con unos 180 invitados.
Jennifer Cleyet Marrel -que es enfermera del hospital de Pontarlier- y Joachim de Araújo -ciudadano francés de origen portugués y bombero de profesión- llegan a la fiesta con sus dos hijas: Colleen (11) y Maëlys (8). Son alumnas del colegio Barbouillons y saben que tienen diversión garantizada porque hay invitados otros veinte niños. Es la postal de una familia feliz.
Una felicidad que, como todo en la vida, disfrutan sin detenerse a analizar. La alegría, lo normal, lo previsible parecían ser los atributos naturales de esa arquitectura en la que los seres humanos nos solemos sentir protegidos.
La cotidianidad da la sensación de tener todo bajo control. Pero esa sensación de feliz seguridad, en unas horas más, se evaporará fatalmente para los de Araújo como una pompa de jabón.
La distracción de un minuto, el dolor eterno
Maëlys mide un metro treinta, pesa 28 kilos, es etérea y de tez muy clara. Su largo pelo castaño lo lleva trenzado con unas flores blancas. Tiene puesto un vestido del mismo color de las flores y unas ballerinas en sus pies, al tono. Los chicos están en un área destinada exclusivamente para ellos, con una cuidadora contratada para la ocasión. Corren, juegan y comen cosas ricas. Se anuncia que la baby sitter se retirará a la 1.30 de la madrugada y que a partir de allí los niños quedarán a cargos de sus padres. Su abuela y su madre, cada tanto, pasan por ese salón a ver cómo va todo.
A las 2.45 su abuela habla con ella. Se acuerda de la hora exacta porque justo miró su celular.
Entre esa hora y las 3 de la madrugada Maëlys desaparece. Se esfuma. Han pasado 15 minutos. Solamente 15. Pero ese brevísimo tiempo será suficiente para darles vuelta la vida de una manera atroz.
Sus padres van a buscarla a las 3 de la mañana y no la encuentran. Miran todos los ambientes, salen al jardín, le preguntan por ella a otros invitados y familiares. Ni un rastro de su hija. Entonces deciden pedirle al DJ que la llame por los altoparlantes de la fiesta. El DJ exhorta al resto de los invitados para que ayuden a encontrarla. Son las 3.10 y Maëlys no está por ningún lado.
Con el corazón acelerado, los padres, intentan tranquilizarse y reflexionar. Están en una fiesta con amigos, ¿dónde puede haberse metido? Pero los minutos pasan y cuando ya han revisado todo infructuosamente, el miedo les aprieta el estómago. A las 3.57 deciden llamar a la policía.
A las 4 de la madrugada llegan los primeros agentes. Los invitados no podrán irse: tendrán que quedarse allí hasta las 19 horas de ese domingo.
Nadie lo dice, pero muchos lo piensan: entre ellos puede haber alguien que le haya hecho daño a Maëlys.
Búsqueda frenética
La zona se vuelve un área de combate: patrullas de a pie que rastrean metro a metro; voluntarios de a miles que se suman a la búsqueda; seis perros entrenados; varios buzos tácticos para sondear en los lagos cercanos; un par de espeleólogos para cubrir todos los terrenos y cavernas de los bosques aledaños y un helicóptero.
Con el pasar de los días y el aumento de la desesperación por encontrar algún rastro la policía llega a tener abocados a la tarea de encontrarla a 1.500 hombres. Entrevistan, sin pausa, a los 180 invitados y a 70 personas más vinculadas a ellos.
Los perros siguen el rastro de Maëlys desde el salón de fiestas hasta el parking del edificio, pero allí su olor se desvanece.
En la investigación surgen algunos datos preocupantes. Una docena de los invitados tienen iniciados expedientes por infracciones sexuales o acciones violentas. No es poco. Terminan allanando 40 domicilios y hacen traer dos perros más que son considerados “estrellas” en rastreo de víctimas. Los animales confirman lo que ya sospechaban: Maëlys llegó al estacionamiento y de allí se la llevaron en un auto.
Con el correr de las semanas los detectives se centran en un coche que les llama la atención: el Audi A3 gris de un adiestrador de perros y caballos. Se trata del ex soldado Nordahl Lelandais, de 34 años.
Lelandais era un invitado de último momento. Cuando ese mismo día del casamiento le mandó un mensaje de felicitación Eddy, el joven que se casaba, a quien conocía desde chico. El novio le ofreció pasar a saludar después de la cena… a comer un postre.
Lelandais es interrogado por primera vez cinco días después de la desaparición de Maëlys: el jueves 31 de agosto de 2017. Sus contradicciones enseguida despiertan sospechas. Afirma que llegó tarde al casamiento, que vendió cocaína a varios invitados y que se ausentó de la fiesta durante un rato porque se había manchado sus pantalones con vino malbec. Los detectives olfatean algo extraño.
Luego trascenderá que, esa noche de la celebración, hubo una discusión entre él y los padres de Maëlys. Algo que la madre confirmó a través de su abogado. Maëlys adoraba los animales y Lelandais había sido visto a solas con ella, en el área infantil, mostrándole en su celular videos de sus pequeños perros. Los padres de Maëlys lo consideraron inapropiado, lo encararon y tuvieron un altercado. Todo esto fue revelado por la prestigiosa revista francesa Paris Match muchas semanas después, cuando ya Lelandais era formalmente un sospechoso.
¿Quién era el invitado de último momento?
El ex soldado Nordahl Lelandais, nació el 18 de febrero de 1983. Tanto él como su hermano Sven, deben su nombre escandinavo a que su padre trabajaba en una empresa finlandesa. En el año 2002 entró en la armada donde se convirtió en adiestrador de perros, pero su mal comportamiento hizo que fuera dado de baja.
Cuando Maëlys desapareció Lelandais no tenía una ocupación conocida y enfrentaba problemas económicos. Era soltero, pero vivía con sus padres jubilados y su hermano en Domessin, a pocos kilómetros de Pont de Beauvoisin. La distancia entre los dos pueblos se recorre en auto en solo 9 minutos. Un detalle no menor en esta historia.
Los que lo conocían decían sobre él cosas dispares: que era un tonto, que era un vago, que era peligroso, que estaba vinculado con el tráfico de drogas…
El 3 de septiembre 2017 fue arrestado por muchos motivos, empezando por sus contradicciones que lo habían puesto en la mira. Los otros indicios que llevaron a su detención fueron clave.
El domingo 27 de agosto, pocas horas después de los hechos, había lavado su auto Audi A3 gris, con un poderoso detergente corrosivo y aspirado meticulosamente la cabina del auto. Así se lo observa en las imágenes que muestra la cámara de la estación de servicio: un lavado profundo que dura más de dos horas, de las 17.23 a las 19.45. Cuando lo policía le preguntó el porqué de tanto esmero, esgrimió confiado: “Quería venderlo”. Pero los perros de los peritos olfatearon rastros de la pequeña en el auto y la coartada cayó.
Hubo algo más y altamente incriminatorio: Lelandais se ausentó de la fiesta entre las 2.45 y las 3.24 de la mañana. Justo a la misma hora de la desaparición de Maëlys. Esta vez, la excusa que puso el joven fue que tuvo que irse a cambiar las bermudas manchadas con vino tinto. Sus movimientos, no así los motivos, fueron confirmados: las imágenes recuperadas de dos videocámaras de seguridad de la ruta muestran a un Audi A3 gris circular a esa misma hora. En ellas se ve a un conductor masculino y a una pequeña figura blanca a su lado (Jennifer reconoce a su hija allí) salir del área.
Confrontan a Lelandais que asegura no ser él. Pero unos stickers pegados en el vidrio trasero de su auto lo desmienten. La hora que marca el video: 2.47. Un minuto antes, a las 2.46 con doce segundos Lelandais había puesto su celular en modo avión. Solo un minuto después de que Maëlys fuera vista por su abuela.
Las cámaras vuelven a registrarlo regresando a la zona de la fiesta a las 3.24. Y esta vez se ve una sola imagen: la del conductor. Presumen los agentes que, para entonces, Maëlys ya estaba muerta y su cuerpo descartado.
El celular de Lelandais estuvo apagado 39 minutos en total y el resto del tiempo en modo avión… hasta que retornó a la fiesta. Una maniobra que el acusado habría estimado conveniente para no ser rastreado.
Otro dato que llamó la atención de los detectives es que Lelandais no participó de la búsqueda inmediata como el resto de los presentes. Optó por irse antes de que llegara la policía luego de protagonizar una rara escena: le pidió a otro invitado que lo acompañara al baño porque el alcohol le había caído mal y necesitaba vomitar. ¿Quería dejar rastros de su presencia allí? ¿Estaba descompuesto por lo que había hecho? ¿La ansiedad le jugaba una mala pasada? No se sabe.
El hombre de los “nervios de acero”
Unas semanas después los peritos confirmaron que habían encontrado ADN de la niña sobre el tablero del auto. Lelandais, entonces, tuvo que admitir que Maëlys sí había subido a su Audi, pero “sólo para ver a los cachorros” que él decía tener en el baúl. Agregó, además, que estaba con un amiguito de 5 años.
Cuando el auto fue desguazado, por orden de los jueces, encontraron trazos de sangre de la pequeña debajo de la alfombra azul del coche y en el baúl. También hallaron restos similares en el sofá de los padres de Lelandais.
A los agentes les llamó poderosamente la atención la falta de empatía de Lelandais con la desaparición de la pequeña durante los interrogatorios y que siguiera llamando a sus clientes para reclamarles el dinero de la droga vendida allí. Fueron varios los conocidos suyos que lo etiquetaron como un hombre con “nervios de acero”.
Las pistas en su contra seguían acumulándose. Tenía arañazos en los brazos y las rodillas que él adjudicaba a la romántica búsqueda de frambuesas en terrenos salvajes. Nada cerraba. La teoría del team de investigación era que en ese breve lapso en el que se ausentó de la fiesta con Maëlys secuestrada, posiblemente la violó, la mató y dispuso de su cuerpo.
También se descubrió que las noches posterior y anterior al crimen había realizado búsquedas de pedofilia por Internet.
El 30 de noviembre 2017, el fiscal de Grenoble, acusó formalmente a Lelandais de secuestro seguido de muerte.
Confesión sin arrepentimiento
Acorralado por las evidencias, finalmente, en febrero de 2018 Nordahl Lelandais confesó y dio pistas sobre dónde había ocultado el cadáver. Aclaró que primero dejó el cuerpo cerca de su casa para regresar rápidamente al festejo y que, luego, lo llevó a la zona montañosa que les indicó. El día de San Valentín, el 14 de febrero, los restos de Maëlys fueron hallados en un bosque de hayas, cerca de una cascada.
En su versión, el acusado dijo que la había matado involuntariamente; que le había pegado en la cara sólo “para calmarla”; que luego la puso en el baúl de su auto para tirarla ya muerta por ese barranco.
Debido al paso del tiempo y por estar a la intemperie, lo que quedaba de Maëlys era muy poco: el cráneo, un hueso y algo de ropa. Los resultados forenses revelaron que de los restos analizados se desprendía una versión que contradecía totalmente la de Lelandais. El maxilar de Maëlys estaba partido en dos y eso había ocurrido en vida de la menor. Los numerosos golpes en su cráneo podrían ser la causa del deceso, pero no podían certificarlo. Pero en ningún caso su muerte podía ser un accidente involuntario. Agregaron que, debido a lo poco que tenían para estudiar, no podían establecer si había existido abuso sexual.
Colleen, su hermana mayor que hoy tiene 13 años, un día después del hallazgo escribió desolada en Facebook: “Maëlys, me faltas y me faltarás siempre (…) Espero verte en el paraíso. Mi pequeña princesa yo te amo. (…)Yo te amo mi hermanita, tu eres única y perfecta (…)”.
El 2 de junio de 2018, a las tres de la tarde, los restos de Maëlys fueron enterrados en el cementerio comunal de Tour-du-Pin.
Las otras víctimas
El análisis del celular de Lelandais fue clave para descubrir otros abusos sexuales del oscuro personaje.
El 4 de julio de 2018 fue acusado de agresión sexual a una prima de 6 años. Hay un video que lo acredita: allí se ve a una chica de esa edad padecer abusos mientras duerme. Los hechos habrían ocurrido una semana antes de la muerte de Maëlys.
Eso no fue todo. El 7 de diciembre de 2018 fue imputado por la perpetración de otro abuso, tiempo atrás, esta vez de un pequeño familiar de 4 años. También había filmado el ataque con su teléfono.
El 12 de diciembre de 2018 Lelandais reconoció estos dos delitos de pedofilia. Se excusó diciendo que el excesivo uso de cocaína no lo dejaba diferenciar entre “una mujer y un niño”.
Es un “psicópata y perverso narcisista con disociaciones patológicas (…) extremadamente peligroso” para la sociedad, dictaminaron los psiquiatras que lo estudiaron. No se equivocaban en nada.
Con el correr de los meses y el complejo perfil de Lelandais los investigadores empezaron a investigar otros casos irresueltos en la zona. Les llevó poco tiempo interrogarlo sobre un crimen cometido también en 2017: el del soldado Arthur Noyer, de 24 años.
Noyer se había esfumado sin rastro, la madrugada del 12 de abril de 2017, cuando salía de un local nocturno. Quería volver a sus barracas e hizo dedo. Fue Nordahl Lelandais quien lo recogió con su auto. Una pista fue crucial: los teléfonos celulares de los dos hombres activaron las mismas antenas en la misma zona al mismo tiempo.
En primera instancia, Lelandais negó cualquier conexión con su desaparición y aseguró haberlo dejado sobre la ruta. Pero como partes del cráneo de Noyer ya habían sido recobradas cerca de Chambéry, consiguieron las cámaras del área de esas fechas y obtuvieron la sorpresa: el auto de Lelandais estaba por allí. Internet también reveló que Lelandais había estado buscando cómo descomponer un cuerpo humano cuando Noyer aún estaba desaparecido.
El 30 de marzo de 2018, acorralado nuevamente por las evidencias, Lelandais volvió a confesar un crimen. Esta vez, dijo que el motivo había sido una feroz pelea.
La Célula Ariane y… ¿el asesino serial?
La policía creó entonces la Célula Ariane, un cuerpo de élite para la investigación ampliada de lo que podría haber hecho durante muchos años el perverso Nordahl Lelandais. Había mucho para examinar. Siete especialistas en casos criminales estudiaron 900 dossiers de los últimos 20 años, con denuncias de muertes, violaciones y desapariciones. Debían seleccionar aquellos casos que podían llegar a atribuírsele. La lista se redujo a 40 fichas. Entre ellos estos casos:
-Estelle Mouzin (9) que desapareció en Seine-et -Marne, el 9 de enero de 2003, alrededor de las seis de la tarde. Estaba volviendo del colegio a su domicilio.
-Jean-Christophe Morin (22), del que nada se sabe desde el 9 de septiembre de 2011, luego del Festival electrónico Element II, en Fort de Tamié, Savoie. Conocía al hermano de Lelandais.
-Ahmed Hamadou, luego del mismo festival en el 2012. Conocía de vista a Nordahl Lelandais.
-La familia británica Al Hilli que estaba haciendo turismo y un ciclista francés, asesinados el 5 de septiembre de 2012, cerca de las cuatro de la tarde, en una ruta forestal en los Alpes, en la zona sur del lago de Annecy. Saad al-Hilli (50), su mujer Iqbal (47) y su madre Suhaila al-Allaf (74, de pasaporte sueco) fueron acribillados dentro de su BMW con 25 balazos. El ciclista Sylvain Mollier (45) que quiso ayudarlos quedó tirado sobre la ruta. Las dos hijas del matrimonio sobrevivieron: la menor de 4 años quedó escondida entre las piernas de su madre asesinada. La descubrieron los investigadores forenses. La hija mayor, de 7 años, también se salvó: tuvo una herida en un hombro y otra en la cabeza.
-Thomas Rauschkolb (18), fue encontrado muerto al costado de una discoteca en Grésy-sur-Aix (Savoie) cerca de Chambéry, el 27 de diciembre de 2015. Sus padres están convencidos de que fue Lelandais el que lo mató, y la ex novia del convicto también lo cree así.
-Adrien Mourial (24), el joven belga desapareció en las cercanías del lago Annecy, en julio de 2017.
Un depredador imparable
Más allá de los casos que podrían caberle lo cierto es que las denuncias de abuso sexual sobre él de sus propios familiares siguieron sumándose. En febrero de 2020 fue acusado de otro ataque ocurrido en marzo de 2017, a una prima de 14 años. Ella aterrada aseguró que él la había amenazado de muerte si contaba algo.
En agosto de 2019, un antiguo compañero de celda de Lelandais pidió hablar con el juez de instrucción. No quería guardarse todo lo que el ex soldado le había contado. Este hombre relató que Lelandais le había confirmado haber violado a la pequeña Maëlys antes de matarla a golpes y deshacerse del cuerpo. Y dijo algo más: que a Noyer lo había matado porque lo había rechazado sexualmente. Todo esto fue publicado por el medio francés Le Parisien.
El juicio está previsto para este año. Lelandais admitió en las audiencias preliminares ante los jueces tener “inclinaciones pedófilas”.
Ya nadie tiene dudas sobre el peligrosísimo y espeluznante perfil de Nordahl Lelandais.
Si bien estuvo primero recluido en la unidad psiquiátrica de Vinatier a Bron, en las afueras de la ciudad de Lyon, Francia, luego pasó a la prisión de Saint Quentin Fallavier, en Isére.
Tiempo después del crimen, un matrimonio que estuvo casualmente con Lelandais esa tarde antes del casamiento, le confirmó a un medio francés -pidiendo reserva de sus nombres- que el ex soldado ya estaba en “modo predador” ese día. No lo conocían demasiado, pero llegó a su casa por otros amigos en común. Ellos estaban festejando su aniversario de bodas con una barbacoa en el jardín.
Lelandais arribó con su Audi A3 gris. Fumaba y sonreía. Al rato, se acercó y le preguntó a la anfitriona si ella era la mamá de la pequeña Emilie (de 3 años y medio) que jugaba por allí. Ella le dijo que sí y entonces él manifestó: “Es muy bonita, muy gentil y muy educada”.
A la madre esta frase le generó una fea sensación: “¿Qué me está diciendo este hombre que no conoce a mi hija? Era una situación bizarra. Mi hija era, en ese entonces, más bien maleducada con los desconocidos, ¡no les decía ni buen día!”, reconoció. “Mi instinto se encendió. A partir de sus palabras entré en estado vigilante y no dejé de observarlo. Terminó de borrársele la sonrisa y se fue. Estoy convencida de que pensaba aprovecharse de cualquier desatención nuestra. Sé que mi hija podría haber sido su víctima. Llevo a Maëlys en el corazón”.
No es la única que tiene algo así para decir. “Yo me siento culpable por Maëlys”, dijo el año pasado Karine (nombre de ficción para no revelar su identidad), la ex pareja de Lelandais de 2015 a 2016. Esta mujer de 39 años vivió un martirio a su lado y asegura que lo denunció por amenazas de muerte a la policía muchos meses antes del crimen. Cree que la muerte de Maëlys podría haber sido evitada si la gendarmería hubiera dado respuesta a sus pedidos de ayuda. Pero no fue tomada en serio.
Se habían conocido en un sitio de citas virtuales y habían comenzado a salir en 2015. Él la conquistó contándole una serie de mentiras. Se mostraba como un soldado ejemplar, decía ser hijo de un médico y haber sido campeón de boxeo thaï.
“Era un mitómano. Jamás decía la verdad”, reconoce Karine, “Al principio funcionó y hasta quería tener un hijo”. Pero, poco a poco, fue convirtiéndose en una persona celosa que le prohibía usar escotes, que no trabajaba, que la seguía con el auto y la maltrataba. Sus cambios de humor, el abuso de la cocaína, la violencia y la infidelidad precipitaron el fin. Karine reunió fuerzas y lo denunció por amenazas de muerte. Él siguió haciendo de las suyas y Karine fue tres veces más desesperada a la policía. Ellos le dijeron que debía dejar de provocarlo. “Yo vivía un infierno y no me creían”, suspira.
“Él es el diablo, la maldad. Me destruyó. Si me hubieran creído y lo hubieran detenido Maëlys estaría viva. Yo recién descubrí su pedofilia, su homosexualidad, su psicopatía cuando todo esto salió a la luz “. Ella también está convencida de que Lelandais violó a Maëlys: “Él quiso realizar sus fantasías… él filmaba las agresiones y las relaciones sexuales con su teléfono ya sea con mujeres o con niños. ¡Hay montones de videos míos en sitios pornos y también las agresiones a sus primas! También hoy creo que él puede ser culpable de otras desapariciones como la de Thomas Rauschkolb en 2015”.
A pesar de todo este frondoso prontuario, su hermano y su madre lo visitan en la cárcel. Se niegan a creer que sea el frío asesino serial que describen los medios y el fiscal de Grenoble, Jean-Yves Coquillat.
La familia devastada
En 2018, cuando se cumplía un año de la desaparición de Maëlys, sus padres y su hermana Colleen, dieron una entrevista televisiva a Ruth Elkrief, emitida por BFMTV. Colleen contó de aquellos días siguientes al secuestro: “Fue muy difícil la vuelta al colegio. Era muy difícil esperarla… yo jugaba con ella. Pasábamos muchos momentos juntas y un día, de golpe, todo terminó. Tengo una tristeza insoportable”.
Jennifer, su madre, al cumplirse dos años de su atroz crimen, en agosto de 2019, escribió en su Facebook un mensaje desgarrador:
“Hace dos años, a las 2,45 de la madrugada un monstruo te arrancó cruelmente la vida, mi pollito, mi rayo de sol…. Una pequeña inocente que todavía no había cumplido los 9 años. Mi vida se quebró, cambió para siempre, ¡cómo sería Yo sin Vos después de esa trágica noche, Maëlys! ¡oh Maëlys!… me haces falta, es insoportable ir hoy a tu tumba en el cementerio… Me hace recordar ese espantoso casamiento, me lleva a rememorar todo eso tan injusto… mi pollito… tenías la vida por delante, dejaste un enorme vacío en mí y me pena no disminuye… ni la de tu hermana mayor Colleen, ni la de papá, ni la de papy, ni la de mamy, ni la de tata Séverine… es terrible esta ausencia, nos haces falta, y las lágrimas nos caen todavía… Nos quedan los momentos vividos Maëlys… te llevé nueve meses en mi vientre y no pude protegerte… tú estás y estarás siempre en mi corazón hasta la eternidad. Te amo con todo mi corazón MAËLYS”.
En noviembre de 2019, Jennifer desconsolada denunció robos en la tumba de su hija. Le reveló al medio Le Parisien que la estatua del ángel que había puesto en su tumba, en agosto al cumplirse los dos años de su muerte, había desaparecido. Y que luego, en octubre, los crisantemos que llevó su abuela también habían sido quitados. Ultrajes insoportables a su memoria. Los de Araújo no pueden llorarla en paz.
El 5 de noviembre de 2020 Maëlys cumpliría 12 años. Quizá para ese entonces el juicio al culpable tenga fecha de realización o haya finalizado. Pero lo cierto es que para ellos nada termina. El dolor vuelve a emerger con fiereza cada mañana con solo abrir los ojos y constatar que Maëlys no está en su habitación. Solo les queda intentar recordar aquella parte de sus vidas felices, donde la normalidad de lo cotidiano hacía presuponer que nada malo podría jamás pasarles.