José María Aznar: «Hay que sustituir todo el régimen en Venezuela»

El ex presidente del gobierno español dijo que tiene que acabarse el consentimiento hacia el gobierno bolivariano que, a su juicio, ha cometido abusos dictatoriales. Criticó que durante mucho tiempo la OEA y los gobiernos latinoamericanos y europeos dieron la espalda a la oposición venezolana

La crisis política venezolana concita, en estos momentos, la atención de la región, por las actuaciones de la muy recientemente elegida Asamblea Nacional, dominada por la oposición.

El ex presidente del gobierno español José María Aznar, de visita en Colombia, habló con El Tiempo sobre este tema y de la decadencia de los demás países que utilizaron el socialismo del siglo XXI como bandera, además de comentar acerca de los 15 años del Plan Colombia, cuya implementación fue una piedra en el zapato en las relaciones colombo-venezolanas.

Esta semana se conmemoran los 15 años de la entrada en vigor del Plan Colombia. ¿Qué opina usted de los resultados de esta estrategia?

Los resultados que ha arrojado la implementación del Plan Colombia han sido magníficos en cuanto a que se ha logrado el fortalecimiento de la seguridad y el desarrollo para Colombia. Me alegra haber tomado parte en ese proceso inicial en el papel de buscar una comprensión europea para obtener un apoyo muy decidido, tanto al presidente Andrés Pastrana como, posteriormente, al presidente Álvaro Uribe.

El propósito inicial del Plan Colombia era llegar a una solución militar del conflicto, pero vemos que las condiciones propiciadas por el mismo plan desembocaron en el proceso de paz que estamos viviendo ahora. ¿Cuál es su impresión de esto?

Creo que la idea del Plan Colombia era brillante, basada esencialmente en las carencias del Estado colombiano en ese momento. Era como decir ‘no podemos vencer, no podemos ganar la batalla en la que estamos. Tenemos que dar un paso adelante’. Ese paso adelante fue el Plan Colombia. Esa visión del presidente Pastrana fue excelente. La implementación de eso en la época del presidente Uribe, con la política de seguridad democrática, supuso un cambio trascendental en la vida del país, y, en consecuencia, se puede decir que, al final prácticamente de ese periodo, desde el punto de vista general, las organizaciones como las FARC fueron derrotadas y el Estado colombiano ahora es mucho más fuerte.

Desde ese punto de vista, todas aquellas personas que participaron, no solamente en el impulso, sino en el desarrollo de ese plan, merecen reconocimiento, como lo ha tenido el actual presidente, Juan Manuel Santos, quien fue factor muy importante en el ejercicio de la política de seguridad democrática durante el periodo del presidente Uribe.

¿Qué opina sobre la ola de reacciones que hubo tras la implementación del Plan Colombia en países vecinos como Venezuela y Ecuador? Venezuela siempre ha sido muy contrario a la creación de bases estadounidenses en el país y hasta Ecuador llegó el coletazo del impacto del repliegue de las FARC.

Al comienzo del Plan Colombia había una cierta desconfianza porque era un acuerdo bilateral entre Estados Unidos y Colombia y muy concentrado en la lucha contra el narcotráfico. Justamente, mis conversaciones en aquel entonces con el presidente Pastrana trataban sobre que se debía hacer una especie de extensión del Plan Colombia a otros capítulos, como el del fortalecimiento institucional, el económico, el de las inversiones sociales, que podían ayudar a que no hubiese las suspicacias que no solamente tenían los vecinos, sino en otros lugares.

Hablemos de Venezuela. El oficialismo chavista siempre se creyó determinante y definitivo, pero desde el pasado 6 de enero hay una Asamblea Nacional dominada por la oposición. ¿Cree usted que alguna vez podrán convivir el actual Legislativo y el gobierno o habrá una permanente confrontación?

Un país, una nación, no puede albergar en su seno dos regímenes incompatibles. Un país no puede ser al mismo tiempo una dictadura y una democracia. Por lo tanto, la incompatibilidad del régimen de Nicolás Maduro con la democracia que encarna la Asamblea Nacional venezolana es total.

Por esta razón, la Asamblea debe tomar, con el apoyo internacional, con el respaldo de todos los demócratas, las medidas necesarias para el desmontaje del régimen de Maduro. No solamente es apartar a Maduro del poder. Es sustituir el régimen, es instalar una democracia, un Estado de derecho homologable a partir de una democracia, que creo que es a lo que tienen derecho y a lo que aspiran los venezolanos.

Todos los países suramericanos están aglutinados en la Unasur, una institución que nació bajo el influjo de los gobiernos del socialismo del siglo XXI, entre ellos el de Venezuela. ¿Cómo hacer congeniar a todos los gobiernos de la región en cuanto a la gravedad de la situación en Venezuela?

Durante mucho tiempo, los gobiernos latinoamericanos, también el de Estados Unidos, la Organización de Estados Americanos (OEA) y los gobiernos europeos han dado la espalda a la oposición venezolana. Puedo hablar de esta manera porque no lo he hecho nunca y lo continúo haciendo. Los gobiernos de la región no pueden mirar para otro lado.

Está más que demostrado que cuando uno permite que esas fuerzas populistas que subvierten los órdenes constitucionales y no les hacen bien a las democracias lleguen al poder, lo hacen y en serio. Por lo tanto, los gobiernos latinoamericanos tienen que estar muy vigilantes. Se tiene que acabar la etapa de consentimiento debido a los abusos dictatoriales del régimen chavista.

Se dio una especie de paradoja en las elecciones legislativas venezolanas del 6 de diciembre. En la oposición, jóvenes como Leopoldo López, Lilian Tintori y María Corina Machado, todos ellos inhabilitados o no inscritos, hicieron una campaña muy fuerte, pero los que salieron más beneficiados fueron personajes veteranos como Henry Ramos Allup. ¿Qué opina de este regreso de la cuarta República venezolana?

No hay vueltas atrás. Lo que hace falta es un planteamiento real de restablecimiento democrático en Venezuela. No hay vueltas a modelos de atrás, sino que se responde a un doble propósito: constitución de instituciones democráticas y desaparición de las dictatoriales. Creo que eso es lo que debe impulsar a la Asamblea y a la comunidad internacional.

¿Ve una pronta solución al problema de los presos políticos? ¿Ve usted libre a Leopoldo López?

Nunca debió haber sido encarcelado. Por lo tanto, la Asamblea Nacional debe agotar todas las posibilidades legales, desde el punto de vista legal, y todos tenemos que hacer una presión muy fuerte para que Leopoldo López y todos los demás presos sean liberados.

Retrocedamos en el tiempo a 1998 e incluso antes. Muchos vieron el surgimiento del chavismo y la llegada de Hugo Chávez al poder como una bocanada de aire fresco en un país que necesitaba un cambio del bipartidismo tradicional. ¿Qué hizo que el chavismo ya no fuera tan atractivo?

Chávez tenía una opción al comienzo de su mandato y era convertirse en un renovador democrático de la política venezolana, pero insisto en las dos palabras: renovador democrático. O en convertirse en un peón a las órdenes de la nueva revolución del siglo XXI, populismo manejado desde Cuba. Elige la mala opción, y enseguida.
Esto lo digo porque lo hablé con él personalmente. Las circunstancias evolucionaron desgraciadamente hacia la segunda opción y se ha demostrado en acciones equivocadas.

Venezuela ha amparado a terroristas de Eta, de las Farc, tiene vínculos muy estrechos con el narcotráfico y ha entregado mucho de lo que significa la dirección de su política a manos de los Castro. Eso es la expresión de Maduro.
En consecuencia, la responsabilidad que han tenido aquellos gobiernos democráticos que no han intervenido o no han alentado el cambio en Venezuela es muy grande. Eso ya no puede seguir así y ese es el momento histórico en el que estamos viviendo. No se trata de mirar para atrás, se trata de construir una democracia venezolana que pueda responder a los retos del siglo XXI.

Hubo dos momentos muy duros en el final del 2015 para el socialismo del siglo XXI: la derrota del chavismo en las elecciones legislativas en Venezuela y la del kirchnerismo a manos de Mauricio Macri en Argentina. ¿A qué atribuye usted estos dos momentos?

En Argentina se ha producido un cambio extraordinario. Lo de Argentina es expresión de muchas cosas, pero también lo es de cómo una crisis política se puede enquistar por décadas en un país que tiene unas condiciones naturales excepcionales y de grandes calidades personales. Creo que la victoria de Mauricio Macri, persona a la que le tengo un gran aprecio y una gran amistad desde hace muchos años, representa una gran oportunidad, primero, de normalizar Argentina. Este país debe volver a los circuitos de la normalidad política, de la normalidad económica, que significa volver a tener presencia normal en el mundo.

Ese proceso de normalización de la vida argentina no será fácil y ese es uno de los grandes retos que tiene el presidente Macri. El segundo punto es él mismo. Macri puede convertirse en el punto de referencia de unas nuevas políticas en Latinoamérica, mucho más comprometidas en lo que significa el compromiso democrático contra las dictaduras abiertas o encubiertas y, sin duda, muy expresivo de políticas nuevas, de éxito, abiertas, de competencia, no proteccionistas, que den oportunidades a las personas y sean motivo de prosperidad.

Hablemos de otros dos gobiernos del socialismo del siglo XXI, como los de Ecuador y Bolivia. Ecuador tuvo un momento de bonanza económica, que ya se está acabando, pero en Bolivia Evo Morales ha logrado récords de crecimiento y es el presidente más popular de la historia de su país. ¿Qué opina de ambos casos?

Creo que en el caso de Ecuador, este país tiene una oportunidad de cambio muy importante en las próximas elecciones. Creo que la presencia de un candidato absolutamente renovador, sólido, como es Guillermo Lasso, es una gran esperanza. Lasso conoce muy bien los mecanismos del mundo moderno, la situación internacional, las necesidades de Ecuador de manera muy profunda.

Claro, las cosas muchas veces son fáciles con el petróleo a 100 dólares el barril. Pero cuando eso cae, se demuestra la insostenibilidad de las políticas, la falta de fundamento de estas. En relación con Bolivia, se puede representar un fenómeno especial dentro de Latinoamérica, también en las condiciones específicas de ese país.

Pero, en todo caso, lo que hace falta es que no exista una perpetuación en el poder y, por lo tanto, no se deben perder los mecanismos básicos de equilibrio y que sean un elemento que nos permita vislumbrar un proceso cada vez más abierto, de más competencia.

 

El Tiempo