John Kerry ensalza el coraje de Obama y Castro por dejar de ser “rehenes de la historia”
John Kerry puso este viernes en La Habana el sello simbólico a la primera etapa de reconciliación entre Estados Unidos y Cuba tras más de medio siglo de conflicto. El secretario de Estado presidió la izada de bandera en su Embajada, reabierta oficialmente el pasado 20 de julio. Kerry ensalzó la decisión de los presidentes Barack Obama y Raúl Castro de dejar de ser “rehenes de la historia” y apremió a continuar el deshielo: “Sabemos que el camino es largo, por eso tenemos que empezarlo en este mismo instante”. Admitió que “las políticas del pasado no llevaron a una transición democrática” pero recalcó que ese es aún un objetivo de EE UU: “Seguimos convencidos de que lo mejor para los cubanos sería una democracia auténtica, donde el pueblo elija a sus líderes”.
Kerry, jefe de la diplomacia estadounidense, volvió a pisar suelo cubano 70 años después de que lo hiciera el último de sus predecesores. El programa del fugaz viaje, de unas 12 horas, incluía la izada de la bandera en la Embajada, una comparecencia conjunta ante la prensa con su homólogo, Bruno Rodríguez, y encuentros con el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Lucas Ortega, y, en un acto de perfil bajo, con algunos disidentes. Supone otro capítulo inédito en el deshielo entre los vecinos, y enemigos durante décadas, anunciado por sorpresa y simultáneamente por Obama y Castro en diciembre pasado.
Kerry compareció en la entrada exterior de la Embajada a las 10.20 de la mañana. Sacándole hierro al momento, rogó disculpas por haberse retrasado unos minutos en llegar: “Se ha hecho un poco tarde, pero es un día radiante”. Bajo un sol aplanador, comenzó repasando episodios cruciales del enfrentamiento incluidos la revolución liderada por Fidel Castro en 1959, el intento de invasión de Bahía de Cochinos (1961) o la Crisis de los Misiles (1962), y lamentó que la enemistad se hubiese extendido hasta tres décadas después del final de la Guerra Fría tras la caída de la Unión Soviética. “Durante todo este tiempo las relaciones entre Estados Unidos y Cuba permanecieron enclaustradas en el pasado”.
El compromiso de Obama, trasladó Kerry, “es dar más pasos para aligerar las restricciones para conectar a los cubanos al mundo y mejorar sus vidas”. Para ello consideró que no sólo bastará lo que haga Washington, sino que será necesario que La Habana trabaje en el mismo sentido. “El embargo ha sido una calle de dos direcciones”, afirmó, “y en las dos calles hay que eliminar trabas”. Su discurso fue conciliador, pero no dejó de reivindicar el convencimiento de su Gobierno de que el sistema político de la isla debe cambiar: “Seguiremos reclamando al Gobierno de Cuba que cumpla sus obligaciones según las convenciones de derechos humanos interamericanas y de la ONU”.
Kerry compareció en el Hotel Nacional junto al ministro de Exteriores, Bruno Rodríguez, que el 20 de julio izó la enseña cubana en su Embajada en Washington, para el izado de la bandera cubana. En una rueda de prensa conjunta, el canciller cubano afirmó que su Gobierno “da la bienvenida a las empresas norteamericanas que quieran aprovechar las oportunidades” y dejó una pulla sobre el tema más controvertido en las relaciones bilaterales: “Nosotros también estamos preocupados por los derechos humanos en Estados Unidos”.
La ceremonia en la Embajada de EE UU había comenzado con unas palabras de bienvenida de Jeffrey DeLaurentis, encargado de negocios de la legación a falta del visto bueno del Senado de Estados Unidos para nombrar embajador. El poeta cubano-americano Richard Blanco leyó en inglés un poema titulado Cosas del mar en una ceremonia en la que la máxima representante del Gobierno cubano fue la encargada de Estados Unidos en la cancillería, Josefina Vidal.
La ceremonia terminó con un gesto simbólico. Tres veteranos marines que se encargaron de arriar la bandera en 1961, en plena crisis con el gobierno de Fidel Castro, entregaron la enseña a los soldados de la guardia actual de la Embajada y el emblema del histórico enemigo de Cuba ascendió en primera línea del Malecón habanero.
Cientos de cubanos acudieron a curiosear. Al final, daban su opinión del acto. “Lindísimo”, “emocionante”, “excepcional”. Marta Caballero, afrocubana de 56 años con un colgante al cuello con la cara del Che Guevara —“no me lo quito, este es mi Dios”— agradecía el paso adelante dado por Obama para reencauzar los vínculos entre Cuba y Estados Unidos, rotos durante 54 años. “El negrito ha hecho lo que no hizo ningún blanquito”.
La disidencia, sin invitación
Uno de los detalles con más significado político de la ceremonia fue que Estados Unidos no invitó a la embajada a opositores internos al Gobierno de Raúl Castro. El apoyo de Washington a la disidencia en la isla ha sido durante años uno de los elementos de mayor tensión entre ambos países.
El giro de Obama en la relación con Cuba apunta a una estrategia de diplomacia blanda en la que la Casa Blanca procurará evitar que se agite el fantasma histórico del intervencionismo estadounidense.
El opositor Antonio Rodiles criticó este viernes la ausencia de una invitación a opositores: “No entendemos que Obama acepte las condiciones de este régimen”.
En la agenda de Kerry figuraba un encuentro por la tarde en la residencia del Encargado de Negocios Jeffrey DeLaurentis con miembros de la sociedad civil cubana al que sí habían sido convocados disidentes. Berta Soler, líder de las Damas de Blanco, avanzó que no tenía intención de acudir: “Creemos que no debemos de asistir a una recepción de bajo perfil”.
PABLO DE LLANO/El País