En 2004 España construía unas 650.000 viviendas (más que Francia y Alemania juntas) y el PIB per cápita subía a ritmos superiores al cinco por ciento. Como tantos otros, Kelvin Heredia participó del milagro económico y con sólo 16 años cambió las aulas del instituto por un salario de 1.500 euros al mes fabricando ventanas de aluminio para alimentar la voracidad constructora.
Por Raquel Castillo y Sonya Dowsett/Reuters
Once años después, cuando el país empieza a salir de la peor recesión de la democracia por el estallido de la burbuja inmobiliaria, el sueño de juventud de Heredia se ha convertido en pesadilla.
A sus 27 años, lamenta haber colgado los estudios y sufre el paro desde hace más de un año, compitiendo con más de cinco millones de desempleados en un país que además es líder en abandono escolar en Europa.
«Hace 10 años encontrabas trabajo sin tener graduado y sin tener experiencia. Hoy en día el graduado escolar te lo piden para cualquier empleo», dijo Heredia, que reside en la localidad de Móstoles, en la periferia de Madrid, y necesita ayuda familiar para pagar la hipoteca que comparte con su novia, también en paro.
Pero el drama de Heredia, en el epicentro del mayor desajuste de la economía española, esconde otro no menos relevante, ya que debe competir incluso con universitarios para acceder a un puesto de camarero o dependiente en el tercer destino turístico del mundo con casi 65 millones de visitantes anuales.
El país es líder en contratados con sobrecapacitación, con uno de cada tres universitarios trabajando en empleos que no exigen formación, según datos de la Fundación Conocimiento y Desarrollo.
Pese a los continuos mensajes de mejora de parte del gobierno de Mariano Rajoy, que en diciembre se enfrenta a elecciones generales, la tasa de paro del país está por encima del 22 por ciento. Entre los menores de 25 años, España lidera el desempleo en la eurozona con una tasa del 49,1 por ciento, por encima incluso del 48,5 por ciento que cuando Rajoy llegó al poder en 2011 y calificó esta realidad de «desgracia nacional».
Y mientras un 22 por ciento de los jóvenes salieron prematuramente del sistema educativo en 2014, España supera también la media europea de titulados universitarios, en un país cuyo sistema productivo está basado en el sector servicios y que, paradójicamente, ha descuidado la formación profesional (FP).
«La apuesta por la formación profesional, que implica también la apuesta por otro modelo productivo, daría salida a muchísimos de estos chicos que abandonan el sistema escolar», afirma Cecilia Salazar, responsable de Educación de la formación emergente Podemos, que reconoce que la FP ha estado tradicionalmente desprestigiada en España.
EL MODELO ALEMÁN
Con un 20,7 por ciento de «ni-nis» (jóvenes de 15 a 29 años que ni estudian, ni trabajan) España se enfrenta al reto de encajar la formación de los jóvenes con las necesidades reales del mercado laboral y de un modelo productivo que ya no se apoya en el ladrillo.
Un informe reciente de la OCDE instaba a España a mejorar la calidad de su oferta educativa y alertaba de que, aunque son muchos los jóvenes que poseen estudios superiores, pocos de ellos cuentan con el nivel de cualificación profesional necesario para integrarse en la economía.
«Por eso es tan importante que funcione muy bien la Formación Profesional y que esté íntimamente ligada a la empresa», afirma Sandra Moneo, portavoz de Educación del Partido Popular en el Congreso.
Empresarios y académicos coinciden en que el país carece de una formación adecuada para técnicos superiores, motivo por el que el Gobierno ha apostado desde 2012 por el desarrollo de un sistema inspirado en el modelo alemán: la formación profesional dual, que combina el aprendizaje teórico en el centro educativo con prácticas remuneradas en empresas y está dirigido a jóvenes entre 16 y 24 años.
Desde su implementación hace tres años la cifra de matriculados en la oferta dual, que contempla que un tercio de la formación se lleve a cabo en la empresa, se ha triplicado hasta más de 16.000.
Sin embargo, España aún tiene un largo camino por recorrer. En 2012 un 1 por ciento de los estudiantes de FP eligieron esta modalidad, frente al 42 por ciento que lo hizo en Alemania y el 14 por ciento de media de la Unión Europea, según la escuela de negocios IESE.
Grandes empresas como Siemens, Nestlé o Mercedes se han sumado a este programa en España, pero para garantizar su éxito es necesaria la implicación de las pequeñas empresas (con nueve trabajadores o menos), que suponen un 90 por ciento del panorama corporativo español, según datos de la OCDE.
Siemens, que ha construido un laboratorio de formación en su sede en las afueras de Madrid, cuenta con dos empleados a tiempo completo trabajando como tutores de los estudiantes.
«Esta es la manera con que llegas a asimilar todo. Terminas de estudiarlo y estás ya metiendo la mano», dijo Eduardo Fernández, de 22 años, quien después de terminar sus prácticas fue contratado por Siemens.
Pero los expertos insisten en que «España no es Alemania» y en la necesidad de adaptar el sistema alemán al español.
«La FP Dual tiene que venir de las empresas, no al revés», sostiene José Ramón Pin, profesor en IESE. «De nada sirve hacer torneros si luego no van a encontrar trabajo como torneros».
EL PACTO NECESARIO
En este panorama, muchos expertos sostienen que uno de los grandes obstáculos radica en un sistema educativo que ha estado regido por siete leyes desde la década de los 70. Critican que no aborda los problemas más acuciantes y se centra en debates ideológicos y políticos.
Muchos ven en la alta fragmentación política que se adivina en las próximas elecciones generales una oportunidad histórica para lograr un pacto educativo que ponga fin a más de 40 años de caos regulatorio.
«Tenemos una asignatura pendiente con un gran pacto por la educación, que tiene que ser político y tiene que ser social», dijo Mario Bedera, portavoz de Educación del Grupo Socialista en el Congreso y exsecretario de Estado de Educación. «Están en juego nuestra competitividad y nuestro futuro».
Por el momento, Heredia, ha decidido volver a intentarlo con los estudios.
«Estudiar ahora lo veo útil y necesario», dijo el joven, que acude diariamente a clases de informática y planea seguir en las aulas para conseguir el graduado escolar.