Dennis Yadira Morales, de 33 años de San Cristóbal, carga y da pecho al mismo tiempo a su hijo de seis meses, mientras hace la cola para entrar a la casa de paso Divina Providencia en La Parada. Esta es la única comida que toma al día, porque el resto de los alimentos que encuentra los reparte entre sus otros dos hijos, de 2 y 8 años, publica La Opinión.
Es madre soltera; su marido la dejó hace cinco meses, cuando apenas el pequeño tenía días de nacido. “No consumo leche, pero igual debo darle solo pecho al bebé, porque no tengo para complementar su alimentación con leche de fórmula”, dice.
Su historia se repite a diario, y fueron estudiadas a través del informe: Relatos con Rostro de Mujer, que hizo en Norte de Santander el Servicio Jesuita a Refugiados en Colombia.
En el documento se analiza las necesidades de las madres gestantes y lactantes como un grupo en condición de vulnerabilidad, a causa de la desprotección de los derechos humanos en la frontera.
Estas mujeres que cruzan la frontera precisamente para encontrar satisfacer las necesidades mínimas y disfrutar de sus derechos fundamentales.
En el estudio se especifica que el rango de estas madres tiene edades que oscilan entre los 16 y 35 años, y donde el mayor porcentaje está en un rango de 16 a 23 años. Son pocas las primerizas y solteras, la mayoría son madres solteras con hijos.
Entre este rango está Edybermar Lobo, del estado Portuguesa, que con 20 años, ya espera su segunda hija. Tiene ocho meses de embarazo, vive en La Parada y no sabe dónde va a parir.
“Me dijeron que en el Meoz, en Cúcuta, pero no sé qué hacer, cómo llegar, nada. Estoy aquí porque en Venezuela tampoco tenía seguridad de cómo sería el nacimiento del bebé”, dijo.
Entre las principales conclusiones a las que llegó el informe está que la razón prioritaria de migrar es en la búsqueda de tener atención médica, un parto seguro y posibilidades para alimentarse a sí mismas y a su bebé.
Lobo apenas tiene 4 controles maternos en estos 8 meses. En el informe indican los especialistas del Servicio Jesuita que resulta angustiosa y peligrosa las diversas vulnerabilidades en salud para estas mujeres.
“Varias de ellas evidenciaron riesgos que pudieron prevenirse si hubieran tenido acceso a los controles. Otras necesitan de cuidados y atenciones específicas después de haber dado luz, al experimentar molestias y dolores”, indica el documento.
Según el estudio, es alarmante la violencia de género que abunda en los relatos. Indica el informe que sus parejas, especialmente colombianas, se aprovechan de su estatus de regularidad en el país para violentar y silenciarlas, pues dependen económicamente de ellos y aseguran que por temor a que les quiten a los hijos, debido a su estatus de irregularidad.