Galicia está acostumbrada a un color electoral, el azul del PP. El Partido Popular ha gobernado en esta comunidad durante 38 de los 43 años de autonomía, así que un cambio de signo en esta tierra sería más que histórico. En unas horas se despejará la duda en las elecciones en Galicia más abiertas de los últimos años con un PP que se conjura para mantener un bastión clave y una izquierda que ve posible, ahora sí, desbancar a los ‘populares’.
Más de 2,6 millones de gallegos acuden este domingo a votar para elegir a los miembros de uno de los Parlamentos menos fragmentados del país. PP, BNG y PSdeG pelean por que la balanza se incline a derecha o a izquierda y todo puede depender de un puñado de votos. No hay sondeo que no augure una victoria del PP, pero los ‘populares’ necesitan, y han clamado por ello en campaña, de una mayoría absoluta que le garantice seguir gobernando la Xunta.
Galicia acude a las urnas en solitario tras el adelanto electoral decidido por Alfonso Rueda, lo que ha convertido esta región también en el epicentro de la política nacional y en el primer examen para los partidos tras las elecciones generales de julio de 2023.
Para seguir el escrutinio, hay que tener algunos números y elementos claves en la cabeza: el 38, el de los diputados que suman la mayoría absoluta en Galicia, necesario para que triunfe un bloque u otro; el 45% del voto, el porcentaje marcado por el PP para seguir en la Xunta; la participación, la gran baza por la que aboga la izquierda para dar el vuelco en la comunidad más abstencionista de España; y el voto exterior, que representa casi un 18% del censo total, y que, no sería la primera vez, puede decidir finalmente quién gobierna.
A Coruña, punto clave; Ourense, la gran incógnita
No fue casual que los candidatos cerraran campaña en A Coruña que, con cerca de 1,1 millones de electores, el 40% de toda Galicia, decide 25 de los 75 diputados en el Parlamento gallego. El resultado de esta provincia es clave esta noche electoral. En las pasadas elecciones el PP se llevó casi el 50% del voto, cifra histórica.
También hay que fijar el foco en Ourense, que ha tenido un papel decisivo hasta la fecha en las mayorías absolutas del PP en Galicia (en 2020 arrasaron con el 53% del voto). Esta provincia suma casi 364.000 electores, el 13,49 % de Galicia, y reparte 14 de los 75 escaños en juego.
La gran incógnita en Ourense pasa por dos factores: la posible subida del BNG, que sigue una clara tendencia de ascenso en cada provincia, y la posible irrupción de la organización independiente Democracia Ourensana, que ya ha avanzado que pactaría «hasta con el diablo».
Una particularidad del sistema electoral en Galicia es que incluye una barrera electoral provincial del 5% de los votos que han de superar los partidos en cada circunscripción para optar al reparto de escaños. En la práctica esta barrera castiga la fragmentación y ha provocado que, desde las elecciones de 1993, cuando ese porcentaje aumentó del 3% al 5%, apenas haya habido espacio en el Parlamento gallego más que para tres partidos (PP, PSdeG y BNG).
La clave de la participación en la comunidad más abstencionista
La última vez que los gallegos acudieron a las urnas en 2020 lo hicieron en medio de una pandemia. La participación llegó al 58,9% en la noche electoral, pero bajó hasta el 48,97% en el recuento final con el voto por correo, con un resultado definitivo en el que la abstención superaba el 50%.
Correos informó este viernes haber admitido un total de 58.903 votos a distancia, cifra casi un 20% menor que en los comicios de 2020 en plena pandemia, pero un 37% superior a las del proceso electoral de 2016, el último comparable y de referencia real.
El voto exterior puede decidir el inquilino de la Xunta
Los casi medio millón de emigrantes que están llamados a votar en las elecciones gallegas del próximo domingo también pueden ser claves en estos comicios ante un resultado ajustado. La diáspora tiene un peso significativo ante el 18F, toda vez que estos residentes ausentes con derecho a voto en esta cita suponen casi el 17,7% del censo.
El escrutinio de los votos de los residentes ausentes empezará el lunes 26 y deberá estar finalizado como muy tarde el jueves 29 de febrero, de tal forma que si un escaño arriba o abajo baila podría demorarse hasta entonces saber quién mandará en Galicia los próximos cuatro años.
Este voto ya ha sido clave en otros comicios: cuando Manuel Fraga perdió en 2005 la mayoría absoluta fio a la emigración la posibilidad de subir hasta el escaño 38, pero el recuento del voto exterior certificó el fin de la era de Fraga. Cuatro años más tarde, en marzo de 2009, su sucesor, Alberto Núñez Feijóo, logró sumar 39 escaños de la Cámara autonómica en la noche electoral y posteriormente el voto emigrante rebajaría su mayoría absoluta a 38, al ganar el PSOE un diputado más. En 2020 el apoyo de los emigrantes a Feijóo le permitió pasar de los 41 obtenidos la noche electoral a los 42 tras el recuento final, arrebatándole uno a los socialistas. Esto pone de manifiesto la importancia del voto exterior en esta comunidad y su capacidad para modificar resultados ajustados.
En horas se desvelará lo único que cuenta de verdad: el voto en la urna.