«Son las (elecciones) más importantes de mi vida. Estados Unidos está en una encrucijada». Así resume Barack Obama los comicios de medio mandato de este martes, que llegan con una expectación inusitada y para los que se augura una participación récord. Para el expresidente, volcado en liderar la campaña demócrata, EEUU está inmerso en una batalla ideológica que definirá el futuro del país: «El carácter de nuestra nación está en la papeleta». No es para menos: la oposición se la juega en su primera gran oportunidad contra Donald Trump. La primera gran votación desde la llegada del magnate al poder, en la cual se renovará toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, revelará la capacidad de reacción de un Partido Demócrata desnortado desde hace años.
Los hispanos pueden ser decisivos en estas elecciones en función de su nivel de participación, aunque las previsiones son muy abiertas para ambos partidos, según explicó Ana González Barrera, investigadora sénior del Pew Research Center de Washington, en un acto recogido por la agencia EFE. «No sabemos» cuál será el resultado, destacó la experta, quien resumió la imprevisibilidad del resultado con la afirmación de que los hispanos «podrían inclinar la balanza, si salen a votar».
En esta prueba de fuego para el presidente Trump, con un país polarizado hasta el extremo, la inmigración es el ‘tema estrella’ de la campaña republicana, aunque las encuestas muestran que los estadounidenses están más preocupados por el futuro del sistema sanitario o la ética en el gobierno. El escenario más probable es que la mayoría de los 435 escaños de la Cámara de Representantes caiga en manos de demócratas, lo que daría a la oposición margen de actuación para promover iniciativas legislativas y poner coto a Trump. Algunas encuestas otorgan hasta siete puntos de ventaja al Partido Demócrata, pero la distancia con sus rivales se ha acortado en los últimos días.
En el Senado, sin embargo, los demócratas lo tienen mucho más complicado. De los 33 escaños en juego, 25 están en la actualidad en manos demócratas y diez de ellos corresponden a estados en los que el actual presidente se impuso en las elecciones de 2016.
Si la oposición se hace con el control de la Cámara de Representantes y los republicanos mantienen su dominio en el Senado, las elecciones legislativas depararán un veredicto contradictorio de los estadounidenses sobre la gestión de Trump. En un intento de desvincularse de la probable derrota en la Cámara Baja, el presidente se ha volcado en el Senado. Trump, inmerso en una gira electoral sin precedentes con 30 mítines en dos meses, ha centrado sus esfuerzos en estados que ganó en 2016 y donde hay batallas por el Senado o por gobernaciones, pero apenas ha hecho campaña por los aspirantes a escaños de la Cámara Baja, que en muchos casos se disputan en suburbios de ciudades demócratas.
«Son las (elecciones) más importantes de mi vida. Estados Unidos está en una encrucijada». Así resume Barack Obama los comicios de medio mandato de este martes, que llegan con una expectación inusitada y para los que se augura una participación récord. Para el expresidente, volcado en liderar la campaña demócrata, EEUU está inmerso en una batalla ideológica que definirá el futuro del país: «El carácter de nuestra nación está en la papeleta». No es para menos: la oposición se la juega en su primera gran oportunidad contra Donald Trump. La primera gran votación desde la llegada del magnate al poder, en la cual se renovará toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, revelará la capacidad de reacción de un Partido Demócrata desnortado desde hace años.
Los hispanos pueden ser decisivos en estas elecciones en función de su nivel de participación, aunque las previsiones son muy abiertas para ambos partidos, según explicó Ana González Barrera, investigadora sénior del Pew Research Center de Washington, en un acto recogido por la agencia EFE. «No sabemos» cuál será el resultado, destacó la experta, quien resumió la imprevisibilidad del resultado con la afirmación de que los hispanos «podrían inclinar la balanza, si salen a votar».
En esta prueba de fuego para el presidente Trump, con un país polarizado hasta el extremo, la inmigración es el ‘tema estrella’ de la campaña republicana, aunque las encuestas muestran que los estadounidenses están más preocupados por el futuro del sistema sanitario o la ética en el gobierno. El escenario más probable es que la mayoría de los 435 escaños de la Cámara de Representantes caiga en manos de demócratas, lo que daría a la oposición margen de actuación para promover iniciativas legislativas y poner coto a Trump. Algunas encuestas otorgan hasta siete puntos de ventaja al Partido Demócrata, pero la distancia con sus rivales se ha acortado en los últimos días.
En el Senado, sin embargo, los demócratas lo tienen mucho más complicado. De los 33 escaños en juego, 25 están en la actualidad en manos demócratas y diez de ellos corresponden a estados en los que el actual presidente se impuso en las elecciones de 2016.
Si la oposición se hace con el control de la Cámara de Representantes y los republicanos mantienen su dominio en el Senado, las elecciones legislativas depararán un veredicto contradictorio de los estadounidenses sobre la gestión de Trump. En un intento de desvincularse de la probable derrota en la Cámara Baja, el presidente se ha volcado en el Senado. Trump, inmerso en una gira electoral sin precedentes con 30 mítines en dos meses, ha centrado sus esfuerzos en estados que ganó en 2016 y donde hay batallas por el Senado o por gobernaciones, pero apenas ha hecho campaña por los aspirantes a escaños de la Cámara Baja, que en muchos casos se disputan en suburbios de ciudades demócratas.
Una movilización récord
Las ‘midterm’ son tradicionalmente unas elecciones con baja tasa de participación (35,9% en 2014) y en las que votan sobre todo ciudadanos con un especial interés en la política. Sin embargo, en el actual contexto de extrema tensión política, las primarias previas han movilizado a más votantes de lo habitual: un 70% más en el lado demócrata y en torno a un 30% adicional en el bando republicano. La abstención, especialmente de votantes afroamericanos y latinos, es el mayor temor del Partido Demócrata para hacer realidad su soñada «ola azul», porque beneficia a los republicanos por la fidelidad del votante blanco y anciano.
Hace cuatro años, el mínimo histórico de participación hispana estuvo directamente relacionado con la aplastante victoria de los republicanos en las dos cámaras del Congreso. Ahora, las últimas encuestas desvelan un repunte del voto hispano para estas elecciones. Un 36% de los votantes hispanos está «convencido» de votar en las elecciones, nueve puntos más que en 2014, según una encuesta de Ipsos/Reuters publicada este domingo.
«Son las (elecciones) más importantes de mi vida. Estados Unidos está en una encrucijada». Así resume Barack Obama los comicios de medio mandato de este martes, que llegan con una expectación inusitada y para los que se augura una participación récord. Para el expresidente, volcado en liderar la campaña demócrata, EEUU está inmerso en una batalla ideológica que definirá el futuro del país: «El carácter de nuestra nación está en la papeleta». No es para menos: la oposición se la juega en su primera gran oportunidad contra Donald Trump. La primera gran votación desde la llegada del magnate al poder, en la cual se renovará toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, revelará la capacidad de reacción de un Partido Demócrata desnortado desde hace años.
Los hispanos pueden ser decisivos en estas elecciones en función de su nivel de participación, aunque las previsiones son muy abiertas para ambos partidos, según explicó Ana González Barrera, investigadora sénior del Pew Research Center de Washington, en un acto recogido por la agencia EFE. «No sabemos» cuál será el resultado, destacó la experta, quien resumió la imprevisibilidad del resultado con la afirmación de que los hispanos «podrían inclinar la balanza, si salen a votar».
En esta prueba de fuego para el presidente Trump, con un país polarizado hasta el extremo, la inmigración es el ‘tema estrella’ de la campaña republicana, aunque las encuestas muestran que los estadounidenses están más preocupados por el futuro del sistema sanitario o la ética en el gobierno. El escenario más probable es que la mayoría de los 435 escaños de la Cámara de Representantes caiga en manos de demócratas, lo que daría a la oposición margen de actuación para promover iniciativas legislativas y poner coto a Trump. Algunas encuestas otorgan hasta siete puntos de ventaja al Partido Demócrata, pero la distancia con sus rivales se ha acortado en los últimos días.
En el Senado, sin embargo, los demócratas lo tienen mucho más complicado. De los 33 escaños en juego, 25 están en la actualidad en manos demócratas y diez de ellos corresponden a estados en los que el actual presidente se impuso en las elecciones de 2016.
Si la oposición se hace con el control de la Cámara de Representantes y los republicanos mantienen su dominio en el Senado, las elecciones legislativas depararán un veredicto contradictorio de los estadounidenses sobre la gestión de Trump. En un intento de desvincularse de la probable derrota en la Cámara Baja, el presidente se ha volcado en el Senado. Trump, inmerso en una gira electoral sin precedentes con 30 mítines en dos meses, ha centrado sus esfuerzos en estados que ganó en 2016 y donde hay batallas por el Senado o por gobernaciones, pero apenas ha hecho campaña por los aspirantes a escaños de la Cámara Baja, que en muchos casos se disputan en suburbios de ciudades demócratas.
Las ‘midterm’ son tradicionalmente unas elecciones con baja tasa de participación (35,9% en 2014) y en las que votan sobre todo ciudadanos con un especial interés en la política. Sin embargo, en el actual contexto de extrema tensión política, las primarias previas han movilizado a más votantes de lo habitual: un 70% más en el lado demócrata y en torno a un 30% adicional en el bando republicano. La abstención, especialmente de votantes afroamericanos y latinos, es el mayor temor del Partido Demócrata para hacer realidad su soñada «ola azul», porque beneficia a los republicanos por la fidelidad del votante blanco y anciano.
Hace cuatro años, el mínimo histórico de participación hispana estuvo directamente relacionado con la aplastante victoria de los republicanos en las dos cámaras del Congreso. Ahora, las últimas encuestas desvelan un repunte del voto hispano para estas elecciones. Un 36% de los votantes hispanos está «convencido» de votar en las elecciones, nueve puntos más que en 2014, según una encuesta de Ipsos/Reuters publicada este domingo.
Estas elecciones movilizan a más votantes que de costumbre, pero las bases republicanas parecen haber reaccionado en medio de la mencionada polarización. «Si la resistencia radical (de los demócratas) llega al poder, actuarán inmediatamente para erradicar todos los avances que hemos hecho», alertó Trump en el primero de sus dos mítines de la jornada en Macon (Georgia), antes de desplazarse a Tennessee.
A favor del presidente juegan una economía en alza -el paro está en el 3,7%, un pocentaje no visto desde hace casi medio siglo, y se espera un crecimiento sostenido de en torno al 3% en los próximos dos años- y la movilización de sus bases. No obstante, un 51,9% de los estadounidenses valora negativamente la gestión de la actual Administración, mientras que la aprobación de Trump ronda el 44%, según Real Clear Politics.
¿Qué pasará después?
Si se cumplen los pronósticos y el Partido Demócrata recupera la Cámara de Representantes, este órgano servirá como altavoz de iniciativas legislativas y será escenario de una posible renovación de la formación. Sin grandes figuras, los demócratas deberán decidir a quién pone al frente de la Cámara Baja, es decir, elegir entre Nancy Pelosi u optar por la renovación, decantándose por un nuevo perfil. La amenaza del ‘impeachment’ que pende sobre la Casa Blanca prácticamente desde el inicio del mandato de Trump también podría resurgir, aunque pocos ven probable que la oposición se lance a una aventura de futuro incierto.
Sea cual sea el resultado, cada vez menos estadounidenses consideran al presidente capacitado para el cargo, pero a la vez el entusiasmo de sus partidarios no deja de crecer ante las políticas de su Administración. «Trump se juega mucho (en estas elecciones). El partido que termina controlando el Congreso puede hacer que la vida del presidente sea pan comido o una pesadilla durante sus últimos dos años de mandato», resume el analista Doug Criss en la CNN.