La Santa Sede había relanzado hace más de tres años las interminables negociaciones iniciadas en los años ochenta para unificar a la Iglesia en Pekín
El Vaticano firmó este sábado un acuerdo histórico con el régimen comunista de Pekín sobre el espinoso nombramiento de obispos en China, en momentos en que las iglesias del país son destruidas con topadoras.
El acuerdo abarca únicamente la religión y no el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Pekín y la Santa Sede, interrumpidas desde 1951, dos años después de la llegada de los comunistas al poder, indicó AFP.
Los 12 millones de católicos chinos, muy minoritarios en un país con 1.500 millones de habitantes, profesan su fe divididos desde hace décadas entre una Iglesia «patriótica» controlada por el régimen comunista y otra clandestina que reconoce la autoridad del Papa.
Tras el anuncio, el papa Francisco reconoció este sábado a siete obispos chinos que fueron nombrados sin su aval por el régimen comunista, algunos de los cuales habían sido excomulgados. Un octavo obispo, ya fallecido, fue reconocido a título póstumo.
La Santa Sede había relanzado hace más de tres años las interminables negociaciones iniciadas en los años ochenta para unificar a la Iglesia en China. El acuerdo preliminar fue firmado el sábado en Pekín entre los dos jefes negociadores, el subsecretario de Estado de la Santa Sede, Antoine Camilleri, y el viceministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Chao.
Acuerdo «pastoral» y no político
Ambas partes esperan que el acuerdo pueda «favorecer un proceso fructífero y progresivo de diálogo institucional y que pueda contribuir positivamente a la vida de la Iglesia católica en China, al bien común del pueblo chino y a la paz en el mundo».
«Este no es el fin del proceso. Es el comienzo», para «permitir a los creyentes tener obispos en comunión con Roma pero al mismo tiempo reconocidos por las autoridades chinas», dijo el portavoz del Vaticano, Greg Burke, desde Vilna adonde llegó el papa este sábado para un viaje de cuatro días a los Países bálticos. «El objetivo del acuerdo no es político sino pastoral», precisó.
Desde que fue nombrado en 2013, Francisco busca acercar al Vaticano con el gobierno chino, en pleno auge del cristianismo en el país. El acuerdo puede ser criticado ya que coincide paradójicamente con una brutal campaña de destrucción de iglesias cristianas en algunas regiones chinas.
En China se retiró por ejemplo la Biblia de los sitios de venta en internet y los sacerdotes católicos de la Iglesia «clandestina», reconocida por la Santa Sede, fueron hace poco detenidos y luego liberados.
El acuerdo se anuncia en un momento álgido de las tensiones comerciales del régimen chino con Estados Unidos. Visiblemente al corriente, el ministro de Relaciones Exteriores taiwanés había estimado la semana pasada que el acuerdo era inminente.
Las relaciones de la Santa Sede con China interesan en primer lugar a Taiwán. El sábado, el ministerio de Relaciones Exteriores taiwanés dijo esperar que el nuevo acuerdo allane el camino hacia las libertades religiosas en China, pero añadió que esperaba también que la Santa Sede se asegure que los católicos del continente «reciban la debida protección y no estén sujetos a la represión».
La Santa Sede, único aliado diplomático de Taipéi en Europa, es uno de los 17 últimos Estados del mundo que reconoce al gobierno de Taiwán. La República Popular China reivindica su soberanía sobre la isla e intensifica actualmente sus esfuerzos para «recuperar» a aquellos pocos países que conservan relaciones diplomáticas con Taiwán.
El acuerdo también podría ser criticado por uno de sus principales opositores, el obispo emérito de Hong Kong, Joseph Zen. El cardenal, de 86 años, repite desde hace meses que los católicos chinos fieles al Vaticano, víctimas desde hace años de la represión de las autoridades chinas, serían los grandes perdedores en este acercamiento.
Un «paso ingenuo» del Vaticano
«Durante décadas, el gobierno les hizo la vida dura, pero permanecieron leales al Papa. ¿Y ahora les piden que se rindanâ», había lamentado en declaraciones.
Para Francesco Sisci, investigador italiano que trabaja en Pekín por cuenta del gobierno chino, la libertad religiosa no es comparable con la de Europa, pero «la normalización entre el Vaticano y China debería contribuir a mejorarla». Como mínimo, «ello no puede hacer daño», comentó subrayando que la Iglesia «clandestina» seguirá la decisión de Francisco.
Jonathan Sullivan, director de China Programs, instituto de investigación sobre Asia de la Universidad de Nottingham (Inglaterra), se muestra mucho más crítico. «Es un paso estratégico para China y un paso ingenuo para el Vaticano. El Partido Comunista utilizará el acuerdo como un cheque en blanco del Vaticano a la Iglesia controlada por el Estado, en momentos en que los creyentes son severamente reprimidos por sus creencias y prácticas religiosas», sentenció.