El racismo entre peruanos, una epidemia de la que no escapa ni su Presidente

Martín Vizcarra

Como si fuera una epidemia más paralela al covid-19, el racismo sigue fuertemente arraigado en Perú y es motivo de discriminación a diario entre peruanos con casos de escarnio público de los que no escapa ni siquiera el propio presidente, Martín Vizcarra, ni el exprimer ministro, Vicente Zeballos.

Hasta las máximas autoridades son víctimas del «choleo», la omnipresente discriminación étnica, cultural y económica a las personas de la sierra andina, expresión más común de racismo en Perú que también adquiere sus propias versiones hacia las personas negras peruanos o los indígenas amazónicos.

Pese a ser un país de gran diversidad, con 55 pueblos indígenas distintos, cuna de varias civilizaciones prehispánicas y lugar de inmigración europea, sudamericana, china y japonesa, Zeballos ha comprobado en carne propia esta semana ese «choleo» apenas fue designado embajador en Washington ante la Organización de Estados Americanos (OEA).

Demasiado andino para Washington

Según la particular teoría de la congresista fujimorista Martha Chávez, las personas de rasgos andinos solo pueden relacionarse entre ellas, o al menos eso dijo para expresar su descontento por el hecho de que Zeballos haya sido destinado a los Estados Unidos para representar a Perú ante la OEA.

«Quizá debió ir a Bolivia, porque como moqueguano y como persona con rasgos… así… andinos, debería conocer y llevarse mejor con la población mayoritariamente andina o mestiza de Bolivia», profirió Chávez durante una sesión de la comisión de Constitución y Reglamento del Congreso.

No es la primera vez que Zeballos, originario de la sureña región de Moquegua, cercana a Bolivia, es discriminado en términos raciales y sociales por sus rivales políticos, pues otro fujimorista, Héctor Becerril, cuestionó en octubre que fuera designado primer ministro porque «es un incapaz, quien con las justas habla castellano».

Las recientes palabras de Chávez han provocado una fuerte indignación y ya hay en trámite una denuncia por racismo contra la parlamentaria del partido fujimorista Fuerza Popular, formación que lidera Keiko Fujimori, que enseguida se apresuró a precisar que no comparte las expresiones de su legisladora.

A ellas ha respondido el presidente de Perú, Martín Vizcarra, que también es de Moquegua. «¿Pueden creer que en pleno siglo XXI un político que representa a los peruanos tenga esas declaraciones? Es realmente inaceptable», manifestó el mandatario.

Vicarra, provinciano

A raíz del ataque a Zeballos, Vizcarra recordó que también se sintió menospreciado cuando el exministro Carlos Bruce dijo que fue incluido como candidato a vicepresidente en las elecciones de 2016 porque la candidatura del expresidente Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018) tenía «muchos blancos» y necesitaba «un provinciano».

«¿Entonces yo llegué a ser candidato a la vicepresidencia (solo) para equilibrar la plancha porque era muy ‘blanquita’ y se necesitaba a alguien de rasgos andinos?», se preguntó Vizcarra, que formaba la terna de candidatos junto a Kuczynski y la exministra Mercedes Aráoz como aspirante a la segunda vicepresidencia.

«Hay gente que piensa así. Lo dijeron el año pasado por mí y ahora piensan así de Zeballos», lamentó Vizcarra, que antes de llegar a la Presidencia de Perú tras la dimisión de Kuczynski había sido gobernador regional de Moquegua, donde recibió una alta valoración por su gestión en educación.

Insultos racistas a un oficial

Esta epidemia de racismo está al pie de calle y se ha vuelto habitual que a cada semana se haga viral en redes sociales algún caso de discriminación.

Solo dos días antes de las declaraciones de Chávez se hizo popular Aarón Cotrina, un joven vecino del acomodado distrito limeño de Magdalena del Mar que no dudó en propinar insultos racistas al guardia municipal que le insistía en que se colocase la mascarilla mientras paseaba a su perro.

«Mi perro está paseando, no me molestes. Serranos igualados, no me voy a ir hasta que mi perro mee», dijo Cotrina en un video grabado por el propio guardia.

«¿Quién eres tú? Un serenazgo de mierda más. Yo soy vecino de acá de Magdalena de toda la vida. ¿Qué te crees? Lárguese. Serrano de mierda, indio asqueroso, eso es lo que eres», agregó el agresor verbal, que al día siguiente pidió disculpas.

«Borrarse» el marrón de la cara

No hace falta pronunciar insultos para ejercer racismo, como mostró la surfista peruana Vania Torres, ganadora de una medalla de plata en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 en la disciplina de tabla a remo.

El mes pasado, Torres concentró todas las críticas al promocionar en redes sociales unas toallitas desmaquilladoras con lo que se conoce como un ‘brownface’: se caracterizó grotescamente de mujer andina, con un maquillaje de rostro marrón oscuro al que había acentuado arrugas, algo de suciedad y rasgos de piel demacrada.

En su historia temporal publicada en Instagram, Torres demostraba la efectividad de las toallitas desmaquilladoras al pasarlas por su rostro y borrar el color marrón para emerger su piel blanca natural, en una controvertida metáfora que puede divulgar el deseo de adquirir una piel más clara.

Tras convertirse en tendencia y recibir las críticas y el rechazo del propio Ministerio de Cultura, Torres se disculpó «a quien haya podido sentirse ofendido».

La tablista ya tuvo otra polémica el año pasado cuando, al referirse a masiva llegada de 900.000 inmigrantes venezolanos a Perú, dio la bienvenida a los extranjeros porque «tienen un carisma alucinante, y van a mejorar la anatomía del peruano».

Ley en trámite

Como si fuese el pan de cada día se suceden estos episodios de racismo en Perú incluso en plena pandemia, mientras en el Congreso está en trámite un proyecto de ley del Ministerio de Cultura que propone abordar el racismo como un problema público e imponer sanciones eficaces para estos actos.

Después de Bolivia, Perú es el país con mayor porcentaje de población indígena de Sudamérica, donde más de 6 millones de habitantes se consideran indígenas, según el último censo realizado en 2017. EFE