El segundo viaje del Papa Francisco a África.
Vuelve a dar prioridad a dos países absolutamente necesitados de ayuda externa y a uno que es ejemplo de convivencia entre etnias y religiones. El Santo Padre vuela este miércoles a Mozambique, para continuar después a Madagascar y la isla de Mauricio, desde donde regresara a Roma al cabo de una semana agotadora.
Mozambique y Madagascar -con 27 y 26 millones de habitantes, respectivamente- no solo figuran entre los diez países más pobres del mundo sino que además sufren continuas catástrofes naturales como ciclones e inundaciones que provocan miles de muertos, cientos de miles de desplazados y graves epidemias.
A ese cuadro dantesco se suma, en Madagascar, la deforestación por quema de bosques para cultivos no sostenibles que desertizan enseguida la tierra. Y, además, el hambre, hasta el punto de que la mitad del país sufre desnutrición. La lepra no ha sido erradicada y la malaria es endémica, lo mismo que las enfermedades parasitarias por falta de higiene.
En Mozambique, el Papa intentará consolidar el acuerdo de paz de 1992 y el tardío acuerdo de acuerdo de desarme, firmado en agosto, para poner fin -gracias a la incansable mediación de la comunidad de San Egidio- a una larga guerra civil que costó un millón de muertos y cuatro millones de refugiados.
Francisco abordará frontalmente todos los problemas en su primer discurso, ante las autoridades y líderes de la sociedad civil en Maputo. Dirigirá, además, mensajes a los mozambiqueños y a todos los africanos visitando el hospital de Zimpeto, donde se lleva a cabo un trabajo ejemplar de lucha contra el HIV/Sida, así como la casa de acogida «Mateo 25», cuyo nombre recuerda las preguntas del Juicio Final sobre las obras de misericordia.
Encuentro con los jóvenes
Tanto en Mozambique como en Madagascar, el Papa mantendrá encuentros masivos con los jóvenes para preparar un futuro basado en la paz, el estudio, la protección de la naturaleza y altas dosis de esperanza. En ambos países se reunirá también con los misioneros, cuya labor social y educativa es verdaderamente ejemplar.
El mensaje de Francisco en Madagascar repetirá el tema de la ayuda a los pobres tanto en los discursos como en los gestos, pues visitará la «Ciudad de la Amistad» Akamasoa, creada en un antiguo basurero por un misionero argentino, Pedro Opeka, candidato al Nobel de la Paz.
Los pobres que antes rastreaban entre la basura han construido poco a poco y con sus propias manos unas cuatro mil casas, en las que viven diez mil personas, además de las escuelas y hospitales para el nuevo barrio.
La visita de un solo día a Mauricio, una isla con un millón trescientos mil habitantes y un buen nivel de desarrollo, tiene por objeto animar a la minoría cristiana -la mayoría de la población es hindú- y elogiar la convivencia multiétnica y multirreligiosa de un país donde todos los grupos sociales le esperan con gran ilusión.
El segundo viaje del Papa a África recuerda en ciertos aspectos al realizado en noviembre de 2015 a Kenia, Uganda y la República Centroafricana, desgarrada por un conflicto entre guerrillas y la ausencia de un gobierno real.
Recuerda también el realizado en noviembre de 2017 a Myanmar y Bangla Desh para poner el drama de los rohingya ante los ojos del mundo. El séptimo viaje de este año, tendrá en cambio, un destino «normal». El próximo mes de noviembre, Francisco irá a Japón, donde visitará varias ciudades, incluidas Hiroshima y Nagasaki. reseña ABC