Cerca de la Terminal de Transporte del Salitre en Bogotá, Colombia, hay un espacio improvisado en donde viven 160 venezolanos.
Según reseñó Blu Radio, habitan un lugar donde hay aguas negras, pero no tiene olores fétidos. En el lugar hay poleas que aguantan cerca de 40 carpas improvisadas con bolsas de basura y plástico reciclado.
Los venezolanos viven a la intemperie y la mayoría llegó caminando desde su país natal. Tres personas han tomado el liderazgo del espacio. Uno de ellos esgrime: “Señor Padre bueno, te damos gracias hoy porque sabemos que estás de nuestro lado. Te damos gracias y reconocemos que somos pecadores, que hemos fallado, pero hoy te queremos entregar nuestras vidas”.
No obstante, se reúnen con los integrantes de “la comunidad” para repartir las donaciones que le dieron los ciudadanos colombianos para ayudarlos. La mayoría de las cosas que distribuyen son crema de manos, desodorante, perfume, cepillo de dientes, cosas que hay en una casa convencional.
Oliver y Génesis, dos primos de 22 y 26 años que llegaron hace una semana al espacio, manifestaron haber visto paisajes que siempre recordarán.
“Me gustó mucho el viaje porque conocí mucho; claro que me dolían los pies, fue horrible en esa parte, pero me metí en un río, conocí mucha gente y sitios, realmente lo veo como una experiencia más de la vida, y si llegué a acá caminando, puedo lograr lo que me proponga”, precisó Oliver.
Por su parte, Génesis apuntó que “en junio cumplí 26 años. No iba a hacer nada porque era el primer cumpleaños sin mi hermano. Iba a venir conmigo de viaje cinco días después, el día de mi cumpleaños me llegaron recuerdos a mi Facebook y fue duro. Era un chico trabajador, 21 años tenía“.
Explicó el aterrador crimen contra la persona que más quería: Un sujeto desconocido cruzó la calle y le corto la garganta con un machete. Aún no han dado con el asesino.
Cabe resaltar que entre todos edificaron los llamados “cambuches”, así como hicieron las almohadas con los materiales que encontraron en la calle. reseña Sumarium