El régimen persa envió a la horca a Bahman Rahimi, prisionero político sunita. Su hija Asna, entre lágrimas, denunció que no pudo encontrarse con él antes de que fuese asesinado: “Cuando llegué, encontré su cadáver”.
Asna Rahimi, de 11 años, tenía la esperanza de tener a su padre devuelta en su casa. Pero el régimen de Irán tenía otros planes para Bahman Rahimi, uno de los cientos de prisioneros políticos. El pasado 2 de agosto fue ejecutado en la prisión de Gohardasht.
«Él me había prometido que pediría un encuentro para mí. Yo estaba tan feliz, pensaba ir y traer a mi papá de vuelta a casa», reconoció Asna, en un desgarrador mensaje entre lágrimas.
La ilusión de volver a encontrarse con su padre se convirtió en una escena de terror en apenas segundos: «Cuando llegué, encontré su cadáver».
Visiblemente conmovida, la niña repudió la ejecución de su padre, quien fue colgado por las autoridades persas. «Siempre disfrutaba visitar a mi papá. Él me besaba siempre», recordó. Y agregó: «Era el momento más feliz de mi vida».
«Mi papá era todo para mí. Por favor, Dios, llévalo al cielo», concluyó el crudo relato de Asna.
El Consejo Nacional de la Resistencia de Irán repudió la masiva ejecución de prisioneros políticos y acusó al régimen iraní de aterrorizar a la sociedad para intentar contener las protestas contra estas matanzas.
Asimismo, esa organización instó al Consejo de Derechos Humanos de la ONU y al Consejo de Seguridad a «poner fin a su silencio» y llevar el registro de crímenes de Teherán ante la Corte Penal Internacional.
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