Mientras realizaba una investigación en Groenlandia este verano, la científica del hielo Twila Moon se sorprendió con lo que el cambio climático le ha hecho perder a la Tierra y lo que aún podría salvarse.
El Ártico se está calentando tres veces más rápido que el resto del planeta y su supervivencia es tan complicada que las negociaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, o COP26, que se celebra estos días en Escocia podrían marcar la diferencia entre el hielo y el agua en el polo, del mismo modo que un par de décimas de grado importan en el entorno de la marca de congelación, según los científicos.
Las capas de hielo y los glaciares del Ártico están mermando y algunos glaciares han desaparecido ya. El permafrost, el suelo helado que atrapa el metano, un potente gas de efecto invernadero, se está descongelando. Hay incendios forestales en el Ártico. En Siberia los termómetros alcanzaron los 38 grados Celsius (100 Fahrenheit). Incluso una región llamada “última zona de hielo” experimentó un inesperado derretimiento este año.
En las dos próximas décadas, es probable que en el Ártico haya veranos sin hielo marino.
En sus viajes regulares a Groenlandia, Moon, que es una investigadora del Centro de Datos Nacional sobre Nieve y Hielo de Estados Unidos, dijo que “lamenta las cosas que ya hemos perdido” por las emisiones pasadas de dióxido de carbono, que atrapan el calor.
Pero las decisiones que se tomen ahora sobre cuánta más contaminación por dióxido de carbono emite la Tierra supondrán “una diferencia increíblemente grande entre cuánto hielo conservamos y cuánto perdemos y a qué velocidad”, apuntó.
El destino del Ártico es un asunto importante en la agenda de la COP26 de Glasgow — el lugar más septentrional en el que se ha celebrado la cumbre — porque lo que ocurre en el Ártico no se queda allí. Los científicos creen que el calentamiento de la región está contribuyendo ya a problemas climáticos en otras partes del planeta.
“Si terminamos con un Ártico estacionalmente libre de hielo marino en el verano, será algo que la civilización humana nunca haya visto”, afirmó Waleed Abdalati, exjefe científico de la NASA y responsable del programa ambiental de la Universidad de Colorado. “Es como darle un mazazo al sistema climático”.
Lo que está ocurriendo en el Ártico es un efecto descontrolado.
“Una vez empieza a derretirse, aumenta más derretimiento”, apuntó Julienne Stroeve, científica del hielo en la Universidad de Manitoba.
Cuando está cubierto de nieve y hielo, el Ártico refleja la luz del sol y el calor. Pero esa manta se está reduciendo. Y a medida que se derrite más hielo marino durante el verano “se revelan superficies oceánicas realmente oscuras, como una playera negra”, afirmó Moon. Igual que ocurre con la ropa oscura, los huecos que se abren al mar absorben el calor del sol más fácilmente.
Entre 1971 y 2019, la superficie del Ártico se calentó tres veces más rápido que el resto del mundo, según el Programa de Evaluación y Monitoreo del Ártico.
¿El resultado?
“En el Ártico no está cambiando solo la temperatura”, apuntó Abdalati. “Está cambiando su estado. Se está convirtiendo en un lugar diferente”.
El acuerdo del clima de París de 2015 estableció el objetivo de limitar el calentamiento de la Tierra a 1,5 grados Celsius (2,7 Fahrenheit) con respecto a la época preindustrial o, en su defecto, mantenerlo por debajo de los 2 grados Celsius (3,6 Fahrenheit). El mundo ya se ha calentado 1,1 grados Celsius (2 Fahrenheit) con respecto a finales del siglo XIX.
La diferencia entre lo que ocurre con una subida de 1,5 o de 2 grados puede golpear al Ártico con más fuerza que al resto del planeta, explicó John Walsh, científico especializado en clima de la Universidad de Alaska Fairbanks que forma parte del grupo de monitoreo de la región. “Podemos salvar el Ártico, o al menos preservarlo de muchas formas, pero vamos a perderlo si superamos los 1,5 (grados)”.
En la región, el aumento de la temperatura promedio supera los 2 grados Celsius, dijo Stroeve, añadiendo que se acerca a los 9 Celsius (16 Fahrenheit) en noviembre.
Para John Waghiyi Jr. el Ártico no es un número ni una abstracción. Es su hogar desde hace 67 años, y él y otros ancianos nativos del Mar de Bering han sido testigos de sus cambios a consecuencia del calentamiento global. El hielo marino, también llamado banquisa, que permite que los humanos y los osos polares cacen, se está reduciendo en verano.
“El hielo es muy peligroso hoy en día. Es muy imprevisible”, dijo Waghiyi, de Savoonga, Alaska. “El manto de hielo nos afecta a todos, espiritual, cultural y físicamente, ya que lo necesitamos para seguir cosechando”.
El hielo está “en el corazón de nuestra identidad”, apuntó Dalee Sambo Dorough, presidente del Consejo Circumpolar Inuit que representa a 165.000 personas en varias naciones.
Pero esto no es solo un problema para quienes residen en la región. También es un problema para zonas más meridionales.
Un creciente número de estudios vinculan los cambios en el Ártico a las alteraciones en la corriente en chorro — el flujo de aire que mueve el tiempo de oeste a este — y en otros sistemas meteorológicos. Y esos cambios, según apuntan los científicos, pueden contribuir a que se produzcan fenómenos más extremos, como inundaciones, sequías, la ola de frío de febrero en Texas o incendios forestales más graves.
Además, el derretimiento de las capas de hielo y los glaciares puede contribuir considerablemente al aumento del nivel del mar.
“El destino de lugares como Miami está ligado muy estrechamente al destino de Groenlandia”, indicó David Balton, director del Comité Directivo del Ártico estadounidense, que coordina las regulaciones de Washington relacionadas con la región y trata con otras naciones norteñas. “Si vives en Topeka, Kansas, o si vives en California. Si vives en Nigeria, tu vida se va a ver afectada (…) El Ártico importa a todos los niveles”.
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