Los egipcios comenzaron a votar el domingo en unos esperados comicios parlamentarios, el último paso de un proceso con el que se busca devolver al país a la senda democrática pero que según algunos críticos se ha visto socavado por la represión estatal.
Egipto no ha tenido parlamento desde junio de 2012, cuando un tribunal disolvió la cámara principal, elegida democráticamente y dominada entonces por los Hermanos Musulmanes, tras el alzamiento popular que forzó la salida de Hosni Mubarak en 2011.
En 2013 el jefe del Ejército, Abdelfatah al-Sisi, desalojó del poder al presidente electo Mohamed Mursi, de los Hermanos Musulmanes, y prohibió el grupo islamista declarándola organización terrorista.
La constitución de Egipto, aprobada por referéndum antes de que Sisi ganara unas elecciones presidenciales a mediados de 2014, dota al nuevo parlamento de amplios poderes. Sobre el papel, se puede rechazar la elección del primer ministro que haga el presidente o incluso destituir al presidente.
Pero dado que los líderes de la Hermandad Musulmana y los jóvenes activistas que se situaron a la vanguardia de la revuelta de 2011 se encuentran entre rejas, los críticos temen que el resultado sea un parlamento con poco poder real.
En un discurso televisado el sábado, Sisi hizo un llamamiento a la participación de todos los egipcios en la votación e instó a las Fuerzas Armadas y al Ministerio del Interior a que garanticen la seguridad del proceso.
«Les pido a todos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, campesinos y trabajadores de todo el país, que acudan a las urnas por el bien del país… y que elijan bien», dijo.
Sisi logró el apoyo de otros grupos de la oposición para derrocar a Mursi con la promesa de una rápida votación parlamentaria. Las elecciones, pospuestas en varias ocasiones, se llevarán a cabo en dos rondas, el 18-19 de octubre y el 22-23 de noviembre.
Esta semana, los votantes emiten su voto en 14 regiones incluyendo Alejandría, segunda ciudad de Egipto, en la costa mediterránea, y Giza, una provincia que incluye partes de El Cairo al oeste del Nilo.
Por Ahmed Aboulenein y Eric Knecht/REUTERS