Los fallecimientos por COVID-19 en Estados Unidos alcanzaron un promedio de más de 1.900 al día por primera vez desde principios de marzo, y los expertos aseguran que la enfermedad afecta principalmente a un grupo muy específico: los 71 millones de estadounidenses que no están vacunados.
El repunte cada vez más letal ha llenado los hospitales, complicado el inicio del año escolar, postergado el regreso a las oficinas y afectado la capacidad física y mental de los trabajadores de salud.
“Es devastador”, dijo la doctora Dena Hubbard, una pediatra de la zona de Kansas City, Missouri, que ha atendido a bebés prematuros paridos por cesárea en un intento desesperado por salvar a sus madres, algunas de las cuales han muerto.
Para los trabajadores de salud, los decesos, aunados a la desinformación y el escepticismo en torno al virus, han sido algo “desgarrador y trágico”.
En una sola semana murieron 22 personas únicamente en los hospitales CoxHealth del área de Springfield-Branson, un nivel casi tan elevado como en todo Chicago. Virginia Occidental ha reportado 340 fallecimientos en las primeras tres semanas de septiembre, más que en los tres meses previos combinados. Georgia promedia 125 decesos al día, más que California y otras entidades de mayor población.
“Debo decirlo, uno tiene que preguntarse si alguna vez veremos el final de esto”, dijo Collin Follis, médico forense del condado de Madison, Missouri, y trabajador de una funeraria.
La nación estaba atónita en diciembre, cuando veía 3.000 muertes al día. Pero eso era cuando casi nadie estaba vacunado.
Ahora, casi el 64% de la población del país ha recibido al menos una dosis de la vacuna contra el COVID-19. Sin embargo, el promedio de muertes diarias ha aumentado casi un 40% en las últimas dos semanas, de 1.387 a 1.947, según datos de la Universidad Johns Hopkins. AP