Los mandatarios de Estados Unidos, México y Canadá intentaron restar importancia a sus frustraciones mutuas en materia de migración y comercio y en el mensaje de cierre de la cumbre de líderes norteamericanos el martes por la tarde mostraron un frente común para trabajar juntos por la integración.
Las principales tensiones fueron entre el estadounidense Joe Biden y el mexicano Andrés Manuel López Obrador cuando este último le echó en cara el “abandono” y “desdén” de Washington hacia América Latina a pesar de que Biden ha hecho de la reparación de alianzas una piedra angular de su agenda de política exterior.
Veinticuatro horas después, la situación dibujada en la conferencia conjunta era más optimista.
“Los tres somos verdaderos socios”, dijo Biden, añadiendo que sentían “auténtica simpatía” entre sí. “Compartimos una visión común para el futuro, basada en valores comunes”.
López Obrador, por su parte, agradeció a Biden que no construyera “ni un metro de muro”, una indirecta no tan sutil al predecesor republicano, Donald Trump. Y se unió a una de las prioridades de la administración estadounidense: combatir las muertes por fentanilo, una droga que se produce en México pero todavía no es muy consumida en el país porque para los cárteles es mucho más lucrativo exportarla.
“Nos importa mucho el poder ayudar”, afirmó. “No es un asunto solo de Estados Unidos; es que si no enfrentamos este problema, este flagelo, lo vamos a padecer nosotros también”.
En la declaración conjunta, los tres mandatarios dejaron en claro su intención de trabajar en un solo frente para atender asuntos clave como la migración, la competitividad, la seguridad regional y el cambio climático.
Además, se comprometieron a explorar estándares para desarrollar el hidrógeno como una fuente regional de energía, y actuar de manera rápida para implementar soluciones de energía limpia, señala la Declaración de Norteamérica.
Asimismo, acordaron la conformación de cadenas de suministro regionales más sólidas, así como la promoción de inversión específica en industrias clave como los semiconductores y las baterías de vehículos eléctricos.
Los tres países buscarán también enfocarse en estrategias para fortalecer la seguridad contra “amenazas domésticas, regionales y globales, incluyendo las amenazas cibernéticas”, y adoptarán un “enfoque coherente” para la recopilación, el uso, el procesamiento, la retención y la protección de los datos en registros de nombres de pasajeros, para reforzar el perímetro de seguridad, refiere el comunicado.
La cordialidad durante su rueda de prensa conjunta contrastó con el intercambio más brusco del día anterior.
López Obrador cuidó mucho su retórica, enfatizó uno de los puntos en los que los tres líderes coincidían plenamente, como la defensa de la democracia brasileña ante los más recientes sucesos, pero no pudo evitar instar a Biden a dejar atrás el “intervencionismo hegemónico” en favor de la integración del continente americano.
También le insistió en que el Congreso estadounidense regularice la situación de los miles de migrantes mexicanos indocumentados que trabajan en sectores en los que los empresarios de EEUU tienen grandes dificultades para encontrar trabajadores.
“Como continente somos únicos”, agregó por su parte el primer ministro canadiense Justin Trudeau.
El encuentro tripartito se celebra casi todos los años, aunque hubo un receso durante la presidencia de Trump y a menudo se la conoce como la “cumbre de tres amigos”, una referencia a los profundos lazos diplomáticos y económicos entre los países.
Sin embargo, los líderes aún no encontraban la sintonía, especialmente en sus esfuerzos por gestionar una oleada de migrantes y perseguir a los tradicantes que se benefician de convencer a la gente para que haga el peligroso viaje a Estados Unidos.
Además, Canadá y Estados Unidos acusan a López Obrador de incumplir un tratado de libre comercio para favorecer la compañía eléctrica estatal ante las centrales eléctricas construidas por inversionistas privados y extranjeros. Por su parte, a Trudeau y López Obrador les preocupan los esfuerzos de Biden por fomentar la manufactura en Estados Unidos, entre reparos a que sus vecinos puedan quedarse atrás.
Los puntos clave de la cumbre giraron en torno a mejores nexos entre las tres naciones y el objetivo compartido de una América del Norte más fuerte en materia de energía y, en particular, de semiconductores, el clima y el compromiso de reducir las emisiones de metano, un acuerdo para gestionar las grandes oleadas de migrantes que llegan a la región y una estrategia regional más unida para hacer frente a futuras amenazas para la salud relacionadas con la pandemia.
La dinámica entre Biden y Trudeau fue muy distinta a la que tuvo con López Obrador.
Durante ese encuentro, el mandatario mexicano desafió a Biden a mejorar la vida en toda la región y afirmó que “tiene la llave” para ello.
“Este es el momento de terminar con ese olvido, ese abandono, ese desdén hacia América Latina y el Caribe”, agregó López Obrador.
Biden respondió defendiendo el gasto de miles de millones de dólares de Estados Unidos en ayuda en todo el mundo.
En el encuentro bilateral entre Biden y Trudeau, los líderes hablaron con familiaridad y optimismo. Trudeau llamó “Joe” al presidente estadounidense y Biden, al ver que Trudeau hablaba con los reporteros en inglés y francés, bromeó diciendo que lamentaba no haber prestado más atención a sus clases de francés en la universidad.
La Casa Blanca informó en un comunicado que los líderes hablaron sobre la guerra en Ucrania y la oportunidad “de fortalecer las cadenas de suministro para minerales, vehículos eléctricos y semiconductores, a fin de alcanzar el pleno potencial económico de nuestro continente compartido”. El gobierno estadounidense anunció además que Biden realizará su primera visita a Canadá como presidente en marzo.
“Hay muchas razones para ser optimistas, especialmente para los que viven en nuestros países”, declaró Trudeau, “pero se necesitará mucho trabajo, algo a lo que ni usted ni yo ni la mayoría de nuestros ciudadanos jamás han temido”.
Biden respondió recordándole que juntos “estamos logrando cosas realmente significativas”. “Usted siempre ha estado allí cada vez lo que lo he necesitado”.
Biden y López Obrador no han tenido las mejores relaciones los últimos dos años. El líder mexicano no ocultaba su admiración por Trump y el año pasado no asistió a la cumbre americana de Los Ángeles porque Biden no invitó a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Sin embargo, ha habido intentos de acercar posiciones. Biden hizo el gesto de volar al nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, uno de los proyectos emblemáticos del mexicano, construido y gestionado por militares y fuente de controversia.
Previo a la cumbre, Estados Unidos y México habían alcanzado un acuerdo sobre un importante cambio en política migratoria estadounidense, puesto que el número de migrantes que cruzan la frontera entre los dos países ha crecido de forma drástica durante esta administración.
Según el plan, anunciado por Biden la semana pasada, México aceptó recibir cada mes a 30.000 cubanos, nicaragüenses, venezolanos y haitianos devueltos desde Estados Unidos, y a cambio Washington ofrecerá cada mes visas temporales de trabajo al mismo número de personas de esas cuatro nacionalidades si cumplen con ciertos requisitos, incluido el llegar en avión. Durante el año terminado el 30 de septiembre se dio el alto a migrantes en más de 2,38 millones de ocasiones, la primera vez que la cifra superaba los 2 millones.
Por otra parte Estados Unidos y otros aliados están presionando a Canadá para que lidere una misión internacional en Haití que ayude a resolver la actual crisis humanitaria y de seguridad tal y como midió el gobierno haitiano en octubre. Pero más de tres meses después, ningún país ha dado un paso al frente.
Trudeau calificó el martes la situación de “desgarradora” y tanto él como Biden dijeron que trabajarán en el seno de la ONU pero fueron cautelosos sobre una intervención directa. “Tenemos que asegurarnos de que las soluciones sean impulsadas por el propio pueblo de Haití”, declaró Trudeau. AP