Los trabajadores de nueve de las diez plantas de Volkswagen en Alemania iniciaron este lunes 2 de diciembre huelgas de advertencia que consisten en paros de dos horas. De esta manera, se inicia un conflicto laboral significativo para el gigante de los automóviles. Estas acciones buscan presionar a la compañía en medio de negociaciones salariales estancadas y con amenazas de recortes.
Las huelgas en el gigante Volkswagen, que afectan instalaciones clave como la planta principal de Wolfsburgo y otras en Hannover y Zwickau, representan un desafío crítico para el mayor fabricante de automóviles de Europa.
En Wolfsburgo, donde trabajan 70.000 personas, la paralización temporal significó la interrupción de la producción de cientos de vehículos, incluido el emblemático Golf.
Entre los reclamos, los trabajadores se oponen a los planes de recorte salarial del 10% y el cierre de fábricas, propuestas que han generado una fuerte resistencia por parte del sindicato IG Metall.
IG Metall señaló que estas huelgas son solo el comienzo de una posible escalada. Thorsten Gröger, negociador del gremio, advirtió que Volkswagen enfrenta «la posibilidad de la guerra colectiva más dura de su historia» si no se logra un acuerdo pronto.
Las protestas incluyen manifestaciones en las plantas afectadas, con la participación de figuras como Daniela Cavallo, presidenta del comité de empresa.
Cavallo enfatizó que no solo los trabajadores deben cargar con las dificultades económicas de la compañía, por lo que aseguró que los accionistas y el comité ejecutivo también deben asumir su responsabilidad.
«Exigimos que todas las partes contribuyan. No aceptaremos que los recortes recaigan únicamente en los empleados», declaró Cavallo en un acto frente a los trabajadores.
En Hannover, uno de los epicentros de las protestas, cientos de trabajadores se congregaron en una plaza, ondeando banderas y alzando carteles, mientras una banda musical amenizaba la manifestación.
Durante el evento, el representante sindical Sascha Dudzik dirigió un discurso contundente en el que responsabilizó a los ejecutivos de las dificultades actuales de Volkswagen. Señaló que los problemas financieros y operativos de la compañía no son culpa de los trabajadores, sino el resultado de decisiones erradas por parte de la cúpula directiva.
Citando el escándalo de emisiones de diésel que afectó la reputación de Volkswagen y la incapacidad de competir eficazmente con rivales más innovadores, especialmente en China, el sindicato acusa a los ejecutivos de una mala gestión.
“No hemos tomado estas decisiones nosotros, las han tomado los millonarios que están en la cima de VW”, expresó Dudzik ante los manifestantes.
Por su parte, Stavros Christidis, jefe del comité de empresa de la planta de Hannover, cuestionó la lógica de comparar los costos laborales de Alemania con los de países como Eslovaquia o China sin evaluar las diferencias en las remuneraciones de los directivos. «Nos dicen que somos más caros que los trabajadores de Bratislava y de China. Me gustaría saber cómo se comparan los salarios de los directivos», sentenció.
El trasfondo de la crisis
Volkswagen ha justificado sus propuestas argumentando la necesidad de reducir costos en un contexto complejo para la industria automotriz europea. La empresa enfrenta una demanda debilitada, altos costos de producción, la presión de competidores chinos y una transición hacia los vehículos eléctricos que avanza más lentamente de lo previsto.
Entre las medidas planteadas por Volkswagen se encuentra la propuesta de cerrar tres de sus diez plantas en Alemania y así ahorrar millones de euros en costos laborales.
Aunque el sindicato propuso un camino alternativo que evita los cierres y los despidos, la dirección se ha mostrado reacia a comprometerse con esa iniciativa.
La semana pasada, el sindicato propuso la renuncia a las bonificaciones para 2025 y 2026, lo que permitiría ahorrar 1.500 millones de euros. Pero la dirección de Volkswagen rechazó la idea argumentando que solo pospondría los problemas en lugar de resolverlos.
A pesar de las huelgas, un portavoz de Volkswagen aseguró que la empresa respeta el derecho de los trabajadores a protestar y afirmó que se han implementado medidas para garantizar un suministro básico a los clientes y minimizar el impacto de las interrupciones en la producción.
Un impacto más amplio
El conflicto de Volkswagen no solo amenaza con reducir la producción de vehículos, sino que también agrava la incertidumbre económica en Alemania. Este enfrentamiento ocurre en un momento de agitación política y presión sobre la industria automotriz, pilar fundamental de la economía alemana.
En paralelo, la industria vive un momento crítico: el presidente ejecutivo de Stellantis, Carlos Tavares, renunció abruptamente el domingo tras una pérdida del 40% en el valor de la compañía durante el año, un reflejo de los desafíos globales que enfrenta el sector.
Stellantis, grupo que incluye marcas emblemáticas como Fiat, Peugeot, Citroën y Opel, ha perdido terreno significativamente en Europa bajo la dirección de Tavares. En los últimos años, la participación de Fiat en el mercado europeo se redujo a la mitad, cayendo al 1,8%, mientras que Citroën sufrió una caída al 2,2%, según datos de la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA).
Una de las estrategias de Tavares para mantener márgenes operativos de dos dígitos fue aumentar los precios y reducir los costos operativos. Modelos que solían ser accesibles, como el Lancia Ypsilon, pasaron de costar 17.000 euros a 25.000 euros, una subida difícil de asumir para el mercado masivo.
En promedio, los automóviles de Stellantis en Europa se venden por 40.000 euros, superando significativamente a competidores como Renault o MG, cuyos precios rondan entre los 29.000 y 32.500 euros.
Aunque Hyundai y Toyota también han elevado sus precios, Volkswagen y Renault optaron por recortes para mantener su competitividad en un mercado que prioriza la asequibilidad.
Con las elecciones a la vista, ¿cuál es el futuro de la economía de Alemania?
A solo 85 días de unas elecciones generales anticipadas, Alemania atraviesa un periodo de incertidumbre política marcado por la ruptura de la coalición gobernante entre socialdemócratas, verdes y liberales. En este contexto, Olaf Scholz, que busca ser reelegido canciller por el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), presentó el fin de semana su visión para el país en un apasionado discurso de campaña en Berlín.
Ante cerca de 500 afiliados reunidos en la Casa Willy Brandt, sede del SPD, Scholz enmarcó los comicios como cruciales para el futuro de Alemania en un momento que calificó como de «tiempos serios».
Con la economía enfrentando desafíos estructurales, una crisis energética en curso y la presión de la transición verde, el también exministro de Finanzas prometió estabilidad, inversiones estratégicas y un compromiso renovado con la clase trabajadora.
Con las elecciones en el horizonte, los socialdemócratas buscan recuperar la confianza de un electorado fragmentado, mientras los conservadores de la Unión Cristianodemócrata (CDU), liderados por Friedrich Merz, intentan capitalizar la inestabilidad para volver al poder.
Sin embargo, Merz enfrenta críticas por su falta de experiencia gubernamental y su enfoque percibido como regresivo en áreas clave como la energía y la economía.
En su discurso, Scholz delineó un plan en cuatro puntos para reactivar la economía alemana y abordar sus desafíos estructurales. Prometió proteger los empleos en sectores clave como la industria automotriz, promover la inversión en infraestructuras obsoletas, combatir la escasez de mano de obra cualificada y garantizar energía asequible para impulsar la competitividad del país.
Además, propuso la creación de un fondo de inversión de 100.000 millones de euros y reformas al controvertido freno a la deuda, medidas destinadas a fomentar la inversión empresarial y modernizar la economía. Scholz también planteó incentivos fiscales para las empresas que inviertan en Alemania, buscando contrarrestar la competencia internacional y revitalizar el tejido industrial del país. EFE