Las horas previas habían transcurrido a puro escepticismo: luego del caótico primer debate presidencial el 29 de septiembre, lo principal era moderar el entusiasmo sobre el segundo. Aquel encuentro —o desencuentro— entre el actual mandatario de los Estados Unidos, Donald Trump, y su contendiente, el ex vicepresidente Joe Biden, había sido declarado un empate penoso: ambos habían perdido, según los principales medios estadounidenses, de todo el arco ideológico, y las redes sociales. La decisión de silenciar los micrófonos, medida extrema para evitar interrupciones, no auguraba un diálogo más armónico.
Sin embargo, y contra esos pronósticos, el último debate de la campaña 2020 fue celebrado como el mejor, con un nivel similar de imagen positiva del republicano y el demócrata, que lucieron mejor preparados e informados. “Un debate que se pudo entender”, tituló Politico; “En un debate más tranquilo, Biden y Trump ofrecen perspectivas sumamente divergentes del país”, The New York Times; “En el segundo intento, un verdadero debate de Trump y Biden”, The Wall Street Journal (WSJ); “Trump y Biden se abstienen de interrumpirse mutuamente”, Fox News y “No fue un punto de inflexión, pero sí un mejor debate para todos”, el conservador National Review.
Hubo, desde luego, golpes debajo del cinturón. Está el juego la Casa Blanca.
“El presidente atacó a Biden de manera muy agresiva sobre los negocios de [su hijo] Hunter Biden en el extranjero, que el candidato demócrata descartó como propaganda rusa”, analizó WSJ. «También Biden se agitó a veces, sobre todo cuando criticó la política de Trump sobre la separación de familias en la frontera entre los Estados Unidos y México, y describió tal conducta del gobierno como ‘criminal’”.
Pero hasta Fox News concedió: “A pesar de la ferocidad de los intercambios, la mayoría de los golpes directos a la mandíbula se dieron respetuosamente, al menos en comparación con el primer debate, cuando Trump recibió malas críticas por sus constantes interrupciones. Es un cliché decir que el debate fue un empate, pero fue una gran mejora con respecto a la cacofonía de Cleveland”.
Esta vez el intercambio de ideas, o la exhibición de puntos de vista, de los candidatos se realizó en Nashville, Tennessee, en la Universidad de Belmont y con Kirsten Welker, de NBC, como moderadora. La primera periodista afroamericana que moderó un intercambio de este nivel en 28 años recibió más elogios aun que los candidatos: “Un trabajo estelar”, tuiteó el corresponsal de CNN en Washington, Jake Tapper; “Gracias a ti el pueblo estadounidense ganó tras este debate”, agregó Weijia Jiang, destacada por CBS en la Casa Blanca. Y hasta Trump, que la había criticado en abundancia con anticipación, la celebró: “Siento mucho respeto por el modo en que está llevando esto adelante, debo decir”.
Parte de esa gestión consistió en hacer que el primer mandatario se atuviera a los criterios de no interrumpir. “Presidente, eso fueron 30 segundos, gracias”; “Demos una posibilidad al vicepresidente Joe Biden”; “Pasemos a la sección siguiente”: con frases como esas Welker trató de señalarle al republicano que le tocaba callar. A veces lo logró, pero otras Trump repitió “Perdone, perdone” y siguió hablando. «Bien, bien. ¡Ya, bien! Vicepresidente Biden, su respuesta”, debió intervenir, reiteradamente, Welker.
A pesar de eso, en general durante los 90 minutos del encuentro los candidatos discutieron de manera consecutiva, y no superpuesta, sobre la crisis del COVID-19, la economía, las relaciones con China, la seguridad nacional, la inmigración y el racismo, principalmente. Ayudaron los dos minutos iniciales con el micrófono del otro silenciado, pero en general los dos políticos parecen haber escuchado las manifestaciones de tedio de la ciudadanía y en lugar de interrumpirse recurrieron a revoleos de ojos, sonrisas de suficiencia y gesticulaciones para expresar algo mientras hablaba el otro.
Con respecto al impacto que este debate final tuvo en el público, probablemente fue menor de lo que las campañas podrían desear a menos de dos semanas del voto popular. “Me sorprendería si el debate de esta noche cambiara el punto de vista de tres personas”, ironizó Robert Reich en Twitter; “Tal vez Trump tuvo una ligera ventaja, pero no lo suficiente como para alterar la química de la campaña”, coincidió, desde el otro rincón del cuadrilátero, el comentarista de Fox Howard Kurtz.
Muchas encuestas instantáneas de los canales de televisión locales establecieron lo mismo a partir de las respuestas de sus televidentes. Basta una como ejemplo de las demás, ya que son similares: el canal 12 de Providence, Rhode Island, encontró que el 86% de los encuestados no cambió su intención de voto por lo que escuchó durante este último debate presidencial.
Eso parece ser menos culpa del encuentro en sí que de la dinámica política actual, sobre todo la polarización, analizó el politólogo Gibbs Knotts en el canal 5 de Charleston, Carolina del Sur: «Creo que los debates son menos importantes porque mucha gente ya ha tomado su decisión. Muchos millones de estadounidenses ya votaron“, recordó. En efecto, ya se emitieron 47 millones de voto adelantados, más que el total de los anticipados durante las elecciones de 2016.
“Prácticamente nada que Trump haga lograría que un republicano no lo apoye«, siguió Knotts. «Del mismo modo un demócrata va a estar seguro de Biden”. Pero dado que hay un enorme margen de gente que no sabe si va a votar —en los Estados Unidos las elecciones son optativas— los debates se siguen viendo como un esfuerzo que vale la pena para las campañas.
En una confirmación de su fuerte antagonismo con el primer mandatario, CNN tituló su encuesta “Biden gana el último debate presidencial”. En una encuesta telefónica realizada apenas terminó el encuentro en Nashville sobre una muestra representativa de la población, “El 53% de los votantes que miraron el debate dijeron que Biden ganó, mientras que el 39% dijo que el presidente Trump ganó”. De manera igualmente previsible, durante el programa de Sean Hannity, una encuesta de Fox dio por ganador al republicano con el 74%, contra el 24% de votos favorables al demócrata.
Las encuestas de las televisiones locales, que dieron por ganador a Biden, se parecen mucho a las cifras de los sondeos más recientes de intención de voto: la de Providence, Rhode Island, por ejemplo, que arrojó 53% para Biden y 43% para Trump, copia casi el promedio de mediciones que Real Clear Politics dio el 21 de octubre: 51% de sufragios para Biden y 43% para el presidente que busca su reelección.
Hubo otras evaluaciones de los candidatos: James Spindell, columnista del Boston Globe, eligió ponerles calificaciones como a escolares: C+, o 7,5 puntos, para Biden y B-, u 8, para Trump; otros, como Nathaniel Rakich, analista de elecciones de Five Thirty Eight, recurrió al tenis para sugerir un 40-0 y cantar “Ventaja Biden”.
El New York Post —cuyo perfil subió en los últimos días por haber publicado los e-mail presuntamente hallados en la computadora del hijo de Biden, que podrían comprometer al demócrata en el caso Burisma— eludió la simplificación de los sistemas de puntaje para darle lugar a los desarrollos de expertos como David Birdsell, de City University of New York: “Trump fue más metódico, pero eso no alcanzó: necesitaba marcar un antes y un después y no lo logró. Biden no cometió gaffes de importancia que pudieran dañarlo en los 12 días distantes”.
También Matt Mackowiak, estratega republicano, se expresó en el periódico amarillo de Nueva York: “Trump estuvo más agudo y mucho más disciplinado. Cinco o seis estados van a decidir lo que suceda, y todos están dentro del margen de error”, recordó. “Biden tiene ventaja pero Trump todavía puede ganar”.
En Twitter, donde se vivió el minuto a minuto del debate, abundaron, desde luego, los memes y demás destellos de comediantes de entre casa. Emojis de payasos, caritas llorosas y una miríada de gifs que repetían variaciones de “oh, no” imponían nuevas velocidades máximas de reacción. Y no faltó, desde luego, alusión a la gran estrella —en las redes sociales, al menos— del debate entre los segundos de las fórmulas: la mosca que se posó sobre la cabeza del vicepresidente Mike Pence. “Aquí estamos esperando la entrada de la mosca”, “Mosca: ¡por favor, sálvanos!”. Hasta el popular escritor Stephen King preguntó: “¿Dónde está la mosca?”.
Todas las expresiones erradas o polémicas crearon pequeños incendios en los feeds: que la vacuna contra el COVID-19 estaría lista en pocas semanas, que 545 niños inmigrantes separados de sus padres que no encuentran a sus familias habían recibido buen trato en instalaciones limpias o que Trump era el único presidente en no mostrar sus declaraciones de impuestos, entre muchísimas más. Y muchas veces se apagaron sólo por la desazón: “Los dos son inútiles. #Debate2020″.
Si se descuenta al botón de silenciar los micrófonos y la solidez con que Welker cumplió su papel de moderadora, el gran ganador del último debate de la campaña camino al 3 de abril podría haber sido el público estadounidense, cuyos oídos no sólo se ahorraron la disonancia del primer debate sino que recibieron información sobre los contenidos de las plataformas. “Ambos estuvieron muy preparados, sobre todo en el segmento del coronavirus”, elogió a los candidatos PBS. “Fue el mejor debate hasta ahora. Aunque el listón estaba muy bajo”, sinceró la televisión pública.