Laci Peterson esperaba un bebé -al que llamarían Connor- cuando desapareció misteriosamente en la víspera de Navidad. Su marido Scott dijo haber salido de la ciudad donde vivían en el momento en que la mujer se esfumó. La buscó y colaboró con la justicia, hasta que entró en escena otra persona que lo puso en evidencia
Por Infobae
Un crimen ocurrido en Navidad suele parecernos muchísimo más trágico que el mismo brutal homicidio ubicado en cualquier otro día del almanaque. Quizá sea porque nos resulte inconcebible pensar que mientras unos festejan, otros sean asesinados salvajemente. O, porque se supone que el nacimiento de Jesús debería llenar de bondad las almas, aun a las más perversas. Pero no es esa la realidad.
Fue en el día de Nochebuena del año 2002 que sucedió el asesinato de Laci Peterson y de Connor, su hijo en camino. Ambos perdieron la vida en las manos menos pensadas. Madre e hijo, que no habían llegado siquiera a mirarse a los ojos, quedaron durante meses separados el uno del otro en una tumba a cielo abierto.
El caso mantuvo en vilo a los Estados Unidos, movilizó a la prensa de todo ese país y conmovió a la opinión pública a tal punto que, cuando se llegó al juicio para condenar al culpable, convocó a multitudes en la puerta de los Tribunales. Aún hoy, más de dos décadas más tarde, la tragedia sigue dando que hablar porque la historia de Laci y Connor llegó este año, en dos documentales, a las pantallas del true crime.
El novio perfecto
Lee Peterson trabajaba para una compañía de camiones, estaba separado y tenía dos hijos, Joe y Susan, de su pareja anterior cuando rehízo su vida y se casó con Jackie Helen Latham. Jackie administraba una pequeña boutique en la ciudad de Modesto, California, llamada The Put On y arrastraba la triste historia de tener que haber dado en adopción a una hija (llamada Anne Bird) en 1965.
El 24 de octubre de 1972 tuvieron al único hijo de la pareja, Scott Lee, quien se convirtió en el mimado de la gran familia ensamblada. Cuando Lee tuvo la oportunidad de adquirir una empresa de empaquetamiento y embalaje la familia se mudó a San Diego. Durante el secundario, Scott fue un alumno excelente: tenía muchos amigos, formaba parte del equipo de golf del colegio y trabajaba como caddie para ganarse unos pesos. Uno de sus compañeros fue nada menos que el mismísimo Phil Mickelson, quien era dos años menor que él, y que luego se convirtió en uno de los mejores jugadores de la historia del golf.
Cuando Scott se graduó comenzó sus estudios en la Universidad Estatal Politécnica de California. Al mismo tiempo, consiguió un empleo como mozo en el restaurante Pacific Café, en la cercana ciudad de San Luis Obispo. El día en que Scott conoció a Laci Rocha fue en ese restaurante. Ella, tres años menor que él, era la clienta y el que atendía su mesa. Fue Laci quien dio el primer paso y le escribió su nombre y teléfono en una servilleta, pero Scott distraído tiró a la basura el papel. Laci insistió, las cosas fluyeron y terminaron saliendo.
Scott resultó ser amable y comprometido, le mandaba flores y regalos. Pronto se convirtió en el novio que todas las amigas de Laci hubieran querido: atractivo, esmerado, atento a sus deseos. Le prometía el mundo y ella cayó rendida. Al poco tiempo, Scott la invitó de viaje a México. Alquiló un descapotable y partieron juntos los dos universitarios felices y enamorados.
Fue un tiempo después que se armara esa pareja que Ann Bird apareció en sus vidas. Estaba buscando a su familia biológica y los encontró. Conoció a su medio hermano Scott quien estaba de novio con Laci. De contextura pequeña, largo pelo oscuro y una belleza carismática, Laci enseguida se llevó bien con Anne. Se convirtieron en confidentes.
El casamiento llegó en 1997, cuando la pareja todavía estaba estudiando. La ceremonia se llevó a cabo donde eligió Laci: en Pismo Beach. Tenían 25 y 22 años. Una vez que se recibieron, volvieron a vivir a la ciudad de Modesto. En el año 2000, por 172.000 dólares, compraron su casa: 170 metros cuadrados con tres dormitorios y un gran jardín en el número 523 de Covena Avenue, en un coqueto vecindario.
Anne Bird era tan cercana a ellos que, incluso, viajaron juntos a Disneyland. La vida marchaba sobre andenes rosas y entre pompas de felicidad. A Scott le empezó a ir muy bien con su trabajo de venta de productos agroquímicos aunque, para gusto de Laci, viajaba demasiado. Laci soñaba con tener varios hijos y ese era el punto de desacuerdo con Scott. Él se negaba y le decía que no quería tenerlos. Con paciencia Laci logró que él cambiara de opinión. En 2002 llegó la esperada noticia: estaba embarazada.
El 16 de julio de 2002 tuvieron cita para la primera ecografía. Laci escribió en su diario personal: “E bebé parecía tan pequeño como un maní, con un latido fuerte y activo. Mis sentimientos verdaderos son de excitación y de alivio”. Laci pretendía que Scott, que seguía viajando con frecuencia, viviera con la misma emoción que ella el embarazo y se conectara con el hijo en camino. Un día de octubre logró que él pudiera sentir el movimiento del bebé en su panza. En su diario anotó que le había parecido que su marido no se había emocionado. Pero después puso que en el fondo estaba segura de que sí se había conmovido en su interior. Eran sus deseos, creer en lo que no existía.
Para la Navidad de 2002, Laci tenía 26 años y cursaba su octavo mes de gestación. Tenía fecha de parto prevista para el 20 de febrero de 2003. Ya sabían que era un varón y que lo llamarían Connor. El 24 por la mañana, luego de desayunar, su marido se marchó a pescar al Puerto de Berkeley. Laci, que ya se sentía pesada, salió a pasear a su perro, un Golden Retriever, llamado McKenzie hacia la zona Dry Creek. Eso por lo menos fue lo que dijo Scott Peterson al volver, porque a Laci nunca más se la volvió a ver con vida.
Esfumarse en Navidad
Horas más tarde, cuando Scott volvió de su supuesta salida de pesca en la Bahía de San Francisco, encontró que su perro andaba suelto por el jardín arrastrando la correa. Su propia vecina le dijo que lo había encontrado en la calle y lo había introducido en el parque de los Peterson. Scott no se alarmó demasiado, se bañó, comió pizza y a las 17.17 llamó a su suegra, Sharon Rocha, para preguntarle si Laci estaba con ella. Sharon le respondió que no y Scott le dijo:
-Entonces, está desaparecida.
-¿Cómo que desaparecida? ¿A qué te referís?
Después de esto, comenzaron los llamados frenéticos a las amigas de Laci y la búsqueda por el barrio. Finalmente, los Rocha contactaron a la policía a las 18 para reportar que su hija estaba desaparecida. El encargado de llamar fue Ron Grantski, marido de Sharon y padrastro de Laci. Dijo que su yerno Scott había vuelto a su casa, que la mascota estaba suelta y que su hija no estaba por ningún lado. Esto lo sabían por Scott, quien les había dicho que había salido temprano a pescar en el puerto de Berkeley, ubicado a unos 140 kilómetros de su casa.
Sharon decidió ir en persona para buscar a Laci por donde sabía que podía pasear al perro. Estaba oscuro. Pensó en los vagabundos que solían estar por ahí, en ese camino embarrado y tan patinoso para una embarazada. Esa misma noche se unieron a Scott, Sharon y Ron el resto de los familiares y amigos de la pareja. Tocaban puertas y preguntaban por las calles. Hicieron posters con la cara de Laci y los pegaron por todos lados. La policía sumó patrulleros. Los medios llegaron rápido, las navidades sensibilizan audiencias y una embarazada ausente era noticia. La desesperación familiar impregnó pantallas de la tevé. Para los Peterson y los Rocha no hubo comida navideña más bien hubo espanto.
Los detectives enviados a la casa encontraron a un Scott calmo, colaborador, impertérrito. Al Brocchini, quien estaba a cargo del caso, revisó la casa en busca de rastros de alguna lucha. Pensaban en un posible secuestro. Scott llevó a Brocchini a su dormitorio, al vestidor de Laci donde estaba la cartera colgada con sus documentos y su billetera, al living donde se hallaba el árbol gigante con los regalos navideños al pie. Pidió revisar los dos autos de la pareja: el Land Rover de Laci y la camioneta plateada de Scott. El joven esposo le entregó también el ticket de estacionamiento de la Marina de Berkeley donde había estado pescando. En esa camioneta había varios recibos de elementos de pesca comprados unos días antes.
El caso rápidamente escaló a los medios nacionales generando una búsqueda masiva por parte de las autoridades. Se sumaron voluntarios y helicópteros. Recorrieron el parque, los arroyos, las casas vecinas. Se llevaron a cabo vigilias, encabezadas por la familia y los amigos, en la entrada de la casa. En esos primeros días de intenso rastreo, Scott dio una conferencia de prensa, flanqueado por su familia política. Los padres y hermanos de Laci Rocha apoyaban, sin fisuras, a su yerno. Scott decía creer que alguien podría tenerla secuestrada.
Amy Rocha, hermana de Laci, había estado la tarde del 23 de diciembre, alrededor de las 18, con Laci y Scott en su salón de belleza. Todo había sido tan normal. Según Scott, la noche del 23 después de visitar a Amy, habían regresado a su casa, habían comprado una pizza para comer y a las 20.30 Laci había hablado con su madre por teléfono. La pareja, luego, habría visto una película antes de irse a dormir. A la mañana siguiente, siguió reconstruyendo Scott, Laci se levantó antes que él, cerca de las siete. Estaba ansiosa por cocinar el pan de jengibre para esa noche e iría a comprar algunas cosas que le faltaban para la cena de Nochebuena. Él, a las 9.30, salió con su camioneta. Nadie puso en duda el relato de Scott sobre lo que había pasado entre la noche del 23 hasta la tarde del 24. Scott no figuraba como un sospechoso posible en la desaparición de su esposa. Con el paso de los días absolutamente todo sería puesto bajo la lupa.
El bote desconocido
Scott había sido la última persona en haber estado con Laci así que tendría que ir a declarar. Al detective Brocchini le llamaron la atención varias cosas del interrogatorio de Scott Peterson. Le dijo que había usado para pescar el señuelo plateado que había comprado pocos días antes, pero lo cierto es que ese señuelo estaba todavía en el paquete, con su envoltorio original. El estrés podría ser la causa de esa equivocación. En segundo lugar, sobre la mañana del 24 había dicho dos cosas contradictorias: a unos, que se había ido a jugar al golf y, a otros, que había salido a pescar. El marido de Laci justificó el malentendido alegando que, en realidad, había pensado en jugar al golf pero, como hacía tanto frío, había escogido salir de pesca y estrenar su bote. Fue así que, según relató, se dirigió a su negocio, levantó su embarcación con el remolque y partió hacia la Marina de Berkeley, en la Bahía de San Francisco, donde navegó durante una hora y media antes de volver a puerto. Llamó a Laci y como ella no le respondió, le dejó en mensaje. Se verifica de manera constante que los homicidas suelen dejar. Al volver a su casa, ya sabemos qué pasó.
La tercera cosa que llamó la atención del detective fue que al regresar y percatarse de la ausencia de Laci Scott no salió corriendo a buscarla: primero se ocupó de lavar su ropa, de bañarse y de comer. Había algo más que era raro: nadie en la familia sabía que Scott tenía un bote que había comprado el 9 de diciembre. El quinto elemento significativo, pero no determinante, era su actitud calma, sin urgencias por saber qué ocurría con su esposa. Como si esto no bastara para desatar la desconfianza policial, Scott se negó a realizar el test del polígrafo.
Sharon no esperó para confrontarlo con dos de estas cosas. Primero, respecto del bote: ¿por qué no había contado que tenía uno? La respuesta de su yerno fue que sería una sorpresa para Ron, el padrastro de Laci. Segundo: ¿por qué no había aceptado hacer el test del detector de mentiras? Scott contestó que eso lo había hecho sentirse “muy ofendido”. Sharon quiso creerle.
El 26 de diciembre la policía se presentó en la casa de los Peterson. Le pidieron a Scott revisar con más detalle todo: los autos, las computadoras, los celulares. Scott fue muy amable, como siempre, pero después de leer la orden les dijo muy seco: “No firmaré esto sin tener un abogado”. Los agentes se habían adelantado y ya tenían, por las dudas, la orden de allanamiento autorizada por el juez. Lo sorprendieron.
Estuvieron dos días enteros en esa tarea. Revisaron todo, incluso el cuarto de Connor que ya estaba preparado con su cuna blanca y pintado de color celeste. En el galpón estaba el bote de casi 5 metros de eslora que había comprado y el remolque. En la computadora encontraron que Scott había googleado en Internet sobre las mareas en la bahía, no sobre pesca. Llamativo. En la camioneta hallaron un arma semiautomática, de calibre 22, cargada. Nadie sabía de su existencia.
Los empleados de la tienda de agroquímicos de Scott contaron que su jefe les había dicho que había confeccionado un ancla casera. Ahí estaba: era un bloque de cemento con un pedazo de hierro, pero sin cuerda. ¿Había hecho un ancla sin soga? Extrañísimo. Enredado en los alicates que había utilizado para confeccionarla hallaron un cabello largo y oscuro. Como el de Laci. Uno solo. El ADN mitocondrial lo confirmó. ¿Qué estaba pasando? La familia Rocha lo seguía apoyando. Y la recompensa por datos sobre la joven embarazada ascendía a 500.000 dólares.
La amante que se creía novia
Con el paso de los días las pistas comenzaron a llegar a la comisaría de Modesto. Habían dispuesto una línea telefónica exclusiva para el caso de Laci Peterson. La operadora estaba escribiendo en su computadora lo que una mujer le decía cuando el detective a cargo se paró detrás de ella y leyó: “… mujer dice que Scott Peterson es su novio, que han estado saliendo desde hace unos meses y que hablan por teléfono todos los días”. La joven que llamaba se identificó como Amber Frey, una madre soltera de 27 años, kinesióloga y masajista. El detective le respondió enseguida: “Amber no te muevas de ahí, no le digas a él que nos llamaste. Estamos yendo a verte”. Era el 30 de diciembre de 2002.
La investigación cambió por completo. Ahora tenían algo realmente importante sobre Scott: había una amante que se consideraba la novia y que poseía pruebas de su relación. Amber resultó ser una joven atractiva, alta, rubia, de ojos claros e inteligente. Contó que una amiga de ella que lo había conocido de casualidad, se lo presentó. Amber deseaba formar pareja, era madre soltera de una pequeña bebé. Scott le resultó buen mozo y simpático. Él le dijo que era soltero, que vivía en Sacramento y que viajaba mucho: “Parecía alguien interesado en mi vida. Venía a visitarme y ponía a mi hija sobre sus hombros. Era atractivo y muy dulce con mi hija…”.
En el tiempo que pasaron juntos Amber encontró a un joven interesante, cariñoso y con quién reírse. Scott le contó que nunca se había casado ni tenía hijos porque no lo deseaba, que para él sería suficiente con la hija de ella, Aylanna, sería suficiente para él. Fueron juntos a un festejo por Navidad donde se sacaron fotos. Ese día él llegó con tres docenas de rosas rojas. La había conquistado. Amber comenzó a soñar con casamiento.
Eso había sido así hasta que un joven que trabajaba para Scott se encontró por casualidad a la mejor amiga de Amber, la misma que sin conocerlo demasiado los había contactado. Cuando salió el tema de Scott ese joven le dijo que él estaba seguro de que Scott estaba casado. La amiga de Amber llamó ese mismo día a Scott y lo amenazó: si no le confesaba a Amber que era casado se lo diría ella.
El 9 de diciembre Scott se comunicó con Amber y pidió verla. Tenía que contarle algo importante. Llegó molesto y le dijo que había mentido y que había estado casado, pero que su mujer había muerto y que esa sería su primera Navidad sin ella. Amber lo consoló y no le pareció prudente preguntar más.
Dos semanas después un amigo de Amber la llamó por teléfono. Le envió una foto de un diario donde si bien no había una foto de Scott hablaban de él y de su esposa embarazada desaparecida. Amber entró en pánico. Se dio cuenta de que toda su relación había sido una gran mentira. Decidió llamar a la policía. Los agentes no pudieron creer su suerte: la convencieron para que grabara las llamadas que siguiera teniendo con él.
Scott mentía en todo. Le había dicho que pasaría en Alaska la previa a Navidad, la Nochebuena en Maine y que, luego, se iría de viaje a París para pasar Año Nuevo. Scott, en realidad, estaba inmerso en el escándalo de la desaparición de su mujer pero creía que Amber no miraba las noticias. De esas conversaciones que Amber grabó no surgió nada que involucrara directamente a Scott Peterson en la desaparición de su esposa.
Un robo, otra pista
Al mismo tiempo que sucedía lo de Amber, se abrió una pista adicional. Se supo que una de las casas vecinas de los Peterson había sido asaltada. Era la vivienda de los Medina. Cuando la familia volvió de viaje a su casa el 26 de diciembre se dieron cuenta de que alguien había forzado la puerta principal y que los habían robado. Todo parecía haber ocurrido el mismo día que Laci había desaparecido. Eso quitó por un rato el foco que tenían sobre Scott. ¿Podría ser que Laci hubiera visto algo y, por ello, habría sido secuestrada por esos delincuentes? Era una posibilidad. Rápidamente la policía llegó a detener a los dos ladrones. Resultaron dos adictos delincuentes consumados. Estos se asustaron mucho de que pudieran endilgarles esa desaparición. Ellos sostuvieron que el robo lo habían hecho después del 24. Los sometieron a la prueba del polígrafo y la atravesaron sin problemas. Además, devolvieron casi todas las joyas robadas a esa familia. Solo los Peterson insistieron en que ellos deberían ser los culpables de la ausencia de Laci.
Lo cierto es que también ahora los investigadores sabían, por el médico personal de Laci, que ella debido a su avanzado embarazo, la pesadez que sentía, sus pies hinchados y sus bajones de presión, había dejado de pasear a su perro y caminaba lo menos posible. El 3 de enero los investigadores convocaron otra vez a Scott. Querían que viera una foto. En ella se veía a Amber Frey con él, en aquella fiesta navideña. Le enseñaron una imagen que no era la original, sino esa misma pixelada y en blanco y negro. La respuesta inmediata y firme de Scott fue: “¿No creerán que ese de ahí soy yo? ¿no?”.
El 6 de enero Scott llamó a Amber. Su voz quedó grabada. Le contó que nuevamente le había mentido. Que no había estado de viaje sino que había estado buscando a la mujer con la que había estado casado, Laci, y que había desaparecido justo antes de Navidad. Amber supo actuar y repreguntó. ¿Cómo podía ser que él le hubiera dicho que había “perdido” a su esposa antes de que se hubiera extraviado realmente? Scott no pudo responderle.
Seguían buscando a Laci Peterson en cinco estados y, especialmente, en la Marina de Berkeley, sondeando el fondo de los lugares donde Scott había navegado el 24 de diciembre. En eso estaban cuando un medio de prensa le avisa a la policía que publicarán las fotos de Amber Frey con Scott. No queda otra que contarle a la familia de Laci lo de la amante antes de que lo vieran en los diarios.
El caso estalla con esta novedad que enturbia la situación de Scott. El 23 de enero Amber Frey, acosada por los medios, decide dar una conferencia de prensa. Se para temblando frente al micrófono y cuenta que conoció a Scott Peterson el 20 de noviembre de 2002 y que él le había dicho que no era casado. Llora y sostiene que siente mucho lo que está atravesando la familia Rocha y que reza porque ella aparezca sana y salva. Todas las miradas se posan sobre Scott.
Ese mismo día la familia Rocha le retira todo su apoyo, ya no le creen una palabra. Pero Scott sigue confiando en su poder de manipulación y llama a Amber. Le dice que está orgulloso por lo que ha dicho, que escuchó la conferencia mientras iba conduciendo y que oírla llorar lo conmovió tanto que tuvo que detenerse para vomitar. Amber aprovecha la llamada y le pide que no hablen más hasta que el caso se haya resuelto. Es probable que Scott haya intuido que estaba siendo grabado. En esa misma línea de conducta dio una entrevista exclusiva a Diane Sawyer, del programa Good Morning America. Repitió no saber nada de Laci y dijo más mentiras. Por ejemplo, que a la policía le había confesado, desde el principio, su relación con Amber Frey.
Hallazgos y listo para la fuga
En el mes de febrero de 2003 la policía clasificó la desaparición de Laci como una “investigación de homicidio”. Dictaron órdenes de registro de distintas propiedades de los Peterson. El FBI y el departamento forense de la policía de Modesto condujeron nuevas búsquedas en la casa, en el auto, en la caja de herramientas, en el galpón, en el local y en su bote. Ya para entonces Scott se había deshecho del Land Rover de Laci y estaba intentando vender la casa. El cuarto que sería de Connor lo hallaron lleno de objetos como si fuese una baulera. No parecía la casa de alguien que esperase con esperanza que su mujer y su hijo volvieran. Muchos ya estaban seguros de que él había asesinado a su esposa, pero no tenían pruebas. Necesitaban el cuerpo.
La noche del 13 de abril de 2003, una pareja que paseaba junto a su perro, encontró los restos de un feto masculino, en un sitio agreste de la costa de la Bahía de San Francisco. Al día siguiente, a un kilómetro y medio de allí, en un lugar llamado Punta Isabel, se descubrió el torso de una mujer que había estado embarazada. Estos hallazgos se habían producido a unos cinco kilómetros de donde Scott había dicho haber pasado el tiempo pescando el 24 de diciembre. El caso se había convertido ahora en una investigación por asesinato.
Para entonces Scott se encontraba viviendo temporalmente en la casa de su hermana Susan, en San Diego. Ese mismo 14 de abril de 2003 la policía, temiendo que se fugara, empezó a seguirlo gracias a su teléfono celular. Decidieron arrestarlo antes de tener la confirmación de las pruebas de ADN sobre los cuerpos.
Lo encontraron en el estacionamiento del club Torres Pines Golf y lo detuvieron. Scott estaba muy cambiado. Tenía su pelo y su barba anaranjados y se mostró sorprendido. Dijo que estaba esperando a su padre, a sus hermanos Mark y Joe, y a su amigo Zak O´Regan, para salir a jugar golf.
Los agentes procedieron a revisar su Mercedes Benz cupé donde encontraron demasiados elementos sospechosos y que nada tenían que ver con el deporte. Había allí cuatro celulares, dos licencias de conducir (una a nombre de su hermano), 15.000 dólares en cash, varias tarjetas de crédito de distintos miembros de su familia y lapiceras. También elementos para camping como cuchillos, un calentador, una carpa, una parrilla, un purificador de agua y lonas. Además hallaron seis pares de zapatos, varias mudas de ropa incluidos calzoncillos y medias, una soga y una afeitadora. A esto se sumó un mapa del trabajo de Amber Frey, varios blisters de píldoras para dormir, pastillas de Viagra, una daga de doble filo y libros de supervivencia. Era obvio que planeaba pasar algún tiempo escondido. Le preguntaron por su nuevo look y él, sin inmutarse, dijo que era el resultado de bañarse en la pileta de un amigo que contenía demasiado cloro (luego su amigo lo negó). Estaba claro que Scott tenía en mente cruzar la frontera, estaban solamente a 48 kilómetros de México.
La doble autopsia
En el camino de seis horas de auto de regreso a la ciudad de Modesto, Scott y la policía se enteraron al mismo tiempo del resultado del ADN: efectivamente eran Laci y Connor. Scott bajó la cabeza y no dijo una palabra. Pero no perdió el hambre: cuando se detuvieron a comer les pidió una hamburguesa con doble queso, papas fritas y un batido de vainilla. Scott fue acusado de asesinato. Él se declaró inocente. La noticia llenó las pantallas de todos los medios.
Los restos, si bien permitieron que se corroboraran las identidades, por el avanzado estado de descomposición no se pudieron usar para establecer la causa de ambas muertes. El agua había devuelto lo que quedaba de los cuerpos a la orilla meses después. Pero hubo algunos detalles interesantes. El feto estaba intacto, pero tenía una cinta adhesiva enrollada en el cuello, carecía de cordón umbilical y placenta y tenía un corte del lado derecho. El cuerpo de Laci era un torso sin órganos ni piel, le faltaban la mayor parte de sus piernas, un pie, sus antebrazos completos y su cabeza y cuello. Lo único que podía dar alguna pista más certera de lo ocurrido eran esos trozos de cinta adhesiva hallados en el bebé y en el pantalón de Laci y la bolsa de cemento encontrada cerca de ellos y que parecía haber sido utilizada como lastre para hundir los restos.
Scott iría a juicio por los asesinatos. Debido a la hostilidad que había en contra suyo en la ciudad de Modesto, el 20 de enero de 2004, el juez movió las audiencias a la ciudad de Redwood, dentro del mismo estado. Comenzó en junio con la prensa de todo el país presente. Amber Frey sería la testigo estrella de la acusación. Las cosas habían pasado a rojo oscuro y, a esta altura, las familias revistaban en bandos enfrentados de la peor manera.
Detalles perturbadores
La defensa de Scott Peterson quedó a cargo del equipo de abogados liderado por Mark Geragos, un letrado de altísimo perfil. Basaron su defensa en la ausencia de pruebas directas y sostuvieron que su cliente era “definitivamente inocente” ya que la acusación no podía decir con certeza cuándo, cómo y dónde se habían cometido los crímenes. Sugirieron que los restos de Connor eran los de un recién nacido y que Laci podría haber estado en manos de alguien hasta el momento del nacimiento: podían haber sido asesinados mucho después de Navidad. Llegaron a insinuar que podrían, también, haber sido víctimas de una secta satánica.
La fiscalía llevó expertos médicos que explicaron que eso era imposible: el examen de los restos demostraba que la gestación no había llegado a término y que el bebé en camino había muerto al mismo momento que su madre.
Una fuente sostuvo que la cinta alrededor del cuerpo del bebé y el corte del lado derecho de su cuerpo habían sido a efectuados adrede y que creía que el feto no había sido expulsado del cuerpo de la mujer muerta. Pensarlo da escalofríos. Pero esto no se pudo probar. Dos expertos se inclinaron a pensar que el cuerpo había sido mutilado antes de ser arrojado al agua. Según el patólogo forense neoyorquino Michael Baden (quien trabajó en el famoso caso de OJ Simpson) las piernas y la cabeza de Laci habían sido removidas antes de que su cuerpo fuera arrojado al agua. Pero el doctor Gregory Schmunk sostuvo que no le sorprendía lo ocurrido con el cuerpo, porque podía ser obra de las fuerzas naturales, las mareas y los animales. Baden le discutió: insistió que las piernas no se separan de un cuerpo en cuatro meses, que es algo que puede ocurrir pero en un lapso muchísimo mayor. Una experta en homicidios sostuvo que Scott podría haber asesinado a Laci de manera de asegurarse un escenario tranquilo y limpio: sofocándola. Solo son suposiciones.
Lo cierto es que entre la noche del lunes 23 de diciembre y la mañana del martes 24 Scott habría asesinado de alguna manera a Laci en su casa, habría arrastrado el cuerpo hasta la caja de su camioneta para colocarlo allí y luego cubrirlo con unas sombrillas blancas plegadas. Así habría manejado hasta el depósito donde tenía guardado su bote donde subió el cuerpo a la embarcación para luego conducir con el remolque hasta la Marina de Berkeley. Una vez allí comenzó a navegar y arrojó el cuerpo lejos de la orilla.
Señalaron que el acusado habría realizado, con cemento, al menos cinco anclas caseras, pero solo encontraron una en el bote y sin usar. Scott, por su parte, solo admitió haber hecho una y aseveró que el resto del cemento comprado lo había usado para el camino de ingreso a su casa. Pero un detalle: el cemento del ancla hallada y la de su porche no eran compatibles según los expertos. Mentía una vez más. Respecto del móvil los fiscales dijeron no creer que el romance con Amber Frey fuera la causa principal del crimen sino que más bien su motivación podría haber sido recuperar la vida de soltero y, tal vez, cobrar el suculento seguro de vida de Laci de 250.000 dólares. También se esgrimió en el juicio que Scott no quería tener hijos y que temía que Connor pudiera ser poco saludable o poco atractivo.
El jurado vio las fotos de los restos y escuchó la declaración de la amante/novia. Fue crucial para la confección del retrato de Scott Peterson. Scott se negó a testificar, pero su voz estuvo en esas llamadas plagadas de mentiras grabadas por Amber Frey. Los doce miembros del jurado quedaron sorprendidos por la falta de empatía y de emociones que había demostrado el acusado. Su conducta los llevó a pensar en un homicidio premeditado.
El 12 de noviembre de 2004, a pesar de la falta de evidencia de ADN que lo vinculara directamente con los crímenes, Scott Peterson fue hallado culpable de homicidio en primer grado de su esposa y en segundo grado de su hijo. Los centenares de personas que estaban congregadas fuera del tribunal gritaron de emoción al conocer el veredicto.
Sharon Rocha tuvo la oportunidad de hablarle: lo miró a la cara y le preguntó si su hija había llegado a darse cuenta de que estaba siendo asesinada. Hasta los periodistas lloraron al escucharla. Y le recriminó a su ex yerno que le hubiera quitado la vida a Laci: “Era mi hija. Yo confié en vos y me traicionaste”. Scott, calló.
¿Pagar con la vida?
El 16 de marzo de 2005 Scott Peterson (hoy 52 años) fue condenado a muerte en California, Estados Unidos.
El juez Alfred Delucchi lo envió a la mañana siguiente a San Quintín, la cárcel más terrible y famosa de los Estados Unidos, donde se unió a los otros 643 presos que estaban en el corredor de la muerte esperando la inyección letal. Desde allí, qué curioso, tenía una vista privilegiada de la bahía donde había descartado como basura a su mujer y a su futuro hijo. Al atractivo Scott Peterson no demoraron en llegarle cientos de cartas desde todo el país de mujeres que querían comprometerse con él. Resulta muy difícil comprender la mente humana.
En 2013, la madre de Scott murió de cáncer con 70 años y sin llegar a ver la noticia de que a su hijo, el 24 de agosto de 2020, la pena a muerte le fue conmutada, por la Corte Suprema del estado de California, por cadena perpetua. La excusa que esgrimieron sus abogados para salvarlo de esa condena fue que el juez Delucchi no había permitido que se escogieran jurados que estuvieran claramente en contra de la pena capital. Terminó ganándose una oportunidad que no tuvieron sus víctimas.
El pasado mes de enero la organización Los Ángeles Innocence Project, que busca la excarcelación de personas condenadas por delitos graves, anunció que su equipo de abogados representaría gratis a Scott Peterson para intentar un nuevo juicio. Desde entonces buscan nueva evidencia donde la tecnología marque la diferencia. En mayo de 2024 solicitaron al juez Hill realizar nuevas pruebas de ADN en una camioneta quemada hallada en la que había un colchón ensangrentado. Ese hallazgo había sido hecho luego del robo ocurrido en la casa vecina de los Peterson. Pidieron también examinar las prendas de ropa y los escombros que estaban cerca de los restos de Laci y Connor. Hasta ahora la única prueba de ADN que el tribunal ha aceptado volver a examinar con tecnología innovadora es el trozo de cinta adhesiva que se encontró en el jean de Laci. El primer análisis del año 2003 había resultado inconcluso para poder hacer un perfil de ADN. Veremos ahora si algo cambia.
De películas, series y libros
Decenas de libros, documentales y películas se hicieron inspirados en este caso. La medio hermana de Scott, Anne Bird, escribió un libro acerca del crimen de su hermano al que tituló: Hermano de sangre: 33 razones por la que mi hermano Scott Peterson es culpable. Salió en 2005, el mismo año en que Scott fue condenado a muerte. Hasta el día de hoy, aun con el Proyecto Inocencia encargándose del caso, Anne cree que Scott es culpable. Eso marca una diferencia sustancial con el resto de su familia biológica. También ese mismo año salió publicado el libro de Amber Frey: Testigo. Muchos la consideraron una oportunista por la rapidez con que lo hizo. Los Rocha condenaron la publicación que incluía en tapa una foto de Amber interpuesta entre Scott y Laci. Amber Frey, en 2015, escribió en primera persona para Today, su experiencia de vida luego del juicio donde contó que ahora era madre de dos hijos de padres distintos y cómo tuvo que rearmarse para seguir adelante.
Este año, en agosto, Netflix emitió un documental de tres episodios sobre este policial bajo el título: American Murder: Laci Peterson. En el mismo mes, Peacock (de NBCUniversal) dio la serie, también de tres capítulos, Cara a cara con Scott Peterson, donde el asesino habló por primera vez en años. Sharon tiene claro que no quiere que su hija sea recordada como una víctima de homicidio, pretende que se la recuerde como una persona y como la excelente madre que hubiera sido.
Mientras, el rating y la voracidad mediática persigue a todos los integrantes de este caso, Proyecto Inocencia insiste con su objetivo de conseguir un nuevo juicio para Scott. Los Rocha, enfurecen. Entienden que el convicto está ganando batallas que consideran injustas. Temen que el caso sea reabierto y que él, imperturbable como siempre, termine consiguiendo lo que quiere.
Scott Peterson ya no está en la cárcel de máxima seguridad de San Quintín sino en la prisión estatal de Mule Creek. Sigue diciendo que no fue él, que fueron otros. Anne Bird, la medio hermana por parte de madre, es la única de su familia que no le cree una palabra.
Un primo de Laci Rocha, Stan Bonds, amenazó enojado: “… están tratando de soltar a un criminal. Scott era un chico rico y malcriado que fue atrapado (…). Recuerdo verlo en una vigilia por Laci totalmente absorbido por su celular… Scott mató a Laci. Yo digo: consigan que salga que nosotros lo llevaremos a un viaje de pesca de ida”.