En un mundo donde los océanos se ahogan en plástico y el tiempo para revertir el daño ambiental se agota, surge un rayo de esperanza desde el lugar menos pensado. Jesús Rodríguez, un ingeniero venezolano de San Felipe radicado en Australia, colabora con un equipo en Uluu, en el desarrollo de un material biodegradable a partir de algas marinas que podría mitigar la contaminación global y convertirse en el salvavidas que nuestro planeta necesita.
Por: Elizabeth Gutiérrez | lapatilla.com
Ingeniero de formación y apasionado por la química desde temprana edad, su incursión hacia el desarrollo de bioplásticos comenzó sin preverlo durante los años universitarios en su natal San Felipe, estado Yaracuy.
“Todo el tiempo jugaba a que hacía experimentos y esas cosas porque mi papá es profesor de química, pero siempre quise ser ingeniero”, explicó Rodríguez sobre sus raíces en la ciencia. Su trayectoria académica comenzó localmente, en el Instituto Universitario de Tecnología de Yaracuy, donde estudió Tecnología de los Alimentos como un primer paso hacia el sueño de impactar positivamente el mundo.
Así fue como el impulso por marcar la diferencia surgió durante su etapa en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, donde se involucró activamente en proyectos de restauración ambiental y lideró iniciativas de concienciación. “Nosotros nos dedicamos a sembrar árboles, a recuperar áreas verdes de la universidad, a pintar murales de ambientalismo y todo eso”, expresó.
Exploración en tierras extranjeras
El punto de inflexión llegó con una beca “Erasmus Mundus” que lo llevó a Italia, donde conoció la economía circular y los métodos sostenibles de producción. “En Europa, estaba empezando en esa época, pero ahora ellos están de lleno en desarrollar esas tecnologías que buscan utilizar desechos para producir materiales”, comentó Jesús al detallar su formación en la Universidad de Padua, donde inició su exploración en bioplásticos.
Pero sus comienzos en la investigación del polihidroxialcanoato (PHA) no fue solamente académica, pues se convirtió en una misión personal que lo llevó de regreso a Venezuela y posteriormente a Australia, lugar en el que reside actualmente y colabora con un grupo pionero en el uso de algas y bacterias para desarrollar biopolímeros.
Desafortunadamente, Jesús atravesó situaciones adversas para encontrar estabilidad y alcanzar el reconocimiento que ha obtenido hoy en día. Tras graduarse en Venezuela y completar su tesis en Italia, regresó con su familia a suelo europeo en busca de oportunidades, pero enfrentar el mercado laboral fue complicado.
“Era un periodo duro porque buscaba trabajo y no conseguía. En Europa es un poco difícil cuando tienes un título y eres extranjero porque ellos contratan a las personas locales, no confían en ti”, confesó el criollo.
Así fue como primero aterrizó en Burger King para sobrevivir junto a su esposa y dos hijos. Durante ese periodo su estancia en el local de comida rápida se convirtió en algo más que un trabajo temporal, aunque pasó a ser un período de reflexión y fortaleza personal.
“Me dio más fuerza de voluntad, pero a su vez te hace más humilde. Allí te das cuenta que de repente eras gran cosa en tu país, pero en otro lado no eres nadie”. Esta experiencia además de moldear su carácter, fortaleció su determinación de seguir adelante.
La oportunidad llegó cuando una colaboración con profesores universitarios le abrió puertas hacia un doctorado en bioplásticos. Desde entonces, su carrera se centró en los avances significativos de la producción del PHA, al emplear microorganismos y algas marinas.
Lucha contra el plástico sintético
Ahora en tierras australianas, el doctor criollo y su equipo enfrentan desafíos técnicos únicos para mejorar el desarrollo de este material que promete ser revolucionario y dar un giro significativo a la lucha contra la contaminación por plásticos.
“Se pensaba que hidrolizar el alga y obtener los azúcares era fácil, pero resulta que es más difícil de lo que se cree, porque el alga tiene muchos componentes y ese es uno de los retos más difíciles que estamos pasando”, admitió.
Esta etapa es fundamental para la producción de bioplásticos, un campo donde la optimización continua es clave. “Estamos mejorando el proceso, para obtener más concentraciones, mayor rendimiento y estamos logrando buenos resultados en la extracción y purificación del biopolímero”, detalló.
Pero además del tiempo, el mayor competidor de la innovadora propuesta para salvar el planeta es la poderosa industria del plástico derivado del petróleo. “Tiene mucho poder. Esa es una de las empresas más poderosas que hay, es como la automotriz, por ejemplo, la producción de gasolina. ¿Cómo compites con eso?”, destacó.
No obstante, consideró que “algún día el petróleo se va a acabar”. Añadió que es un proceso que a pesar de ir lento, crece constantemente. La sustitución del plástico sintético por biopolímeros y especialmente el PHA va subiendo poco a poco.
Por tal motivo, el impacto potencial de esta tecnología es significativo, ya que apunta directamente a mitigar la contaminación plástica que asola nuestros océanos y ecosistemas terrestres, con un material que tiene una degradación en su estado más puro de tres meses. En comparación, una pequeña bolsa de plástico puede tardar hasta 150 años en descomponerse.
Jesús, cuyo trabajo ha sido reconocido internacionalmente con publicaciones en revistas científicas de alto impacto como “Nature”, reflexionó sobre su carrera con un carácter humilde. “He hecho mi trabajo más que por ser famoso o que la gente sepa que hice algo, se trata de dejar un legado (…)Siempre he soñado con dejar algo que quede ahí”.
Una meta sustentable
Rodríguez percibe un futuro donde los plásticos biodegradables sean la norma. En sus propias palabras, “en Europa, más que todo, se está trabajando para que en 2030 deje de existir plástico no biodegradable. Aquí en Australia, estamos comenzando con esta idea”. Este visionario apuesta por el cambio y trabaja arduamente para materializarlo.
“La idea es llegar a ese momento donde podamos tener una gama de productos que podamos sustituir esos plásticos y ofrecerlos al mercado. Por ejemplo, en Italia ya no existen los cubiertos de plástico, ya no puedes ir a un mercado y comprarlos, todo lo venden de madera, o son hechos con bambú o cartón”, aseguró.
Asimismo, para Rodríguez, la clave está en la adopción masiva de estos materiales por parte de grandes mercados. “Nosotros ahora estamos haciendo productos para la Quiksilver. Los shorts surfistas traen como un llavero para meter la cera de la tabla de surf, hecha de plástico normal. Nosotros realizamos una campaña de surf con ese material y está elaborado de plástico biodegradable”.
Su objetivo final es ambicioso: reemplazar materiales plásticos no biodegradables en aplicaciones cotidianas como el empaquetado alimentario y, eventualmente, botellas de plástico de un solo uso, incluso en la moda.
“Estamos haciendo cosas para marcas importantes para ir introduciéndonos al mercado porque esas marcas también tienen la capacidad de pagar el valor de ese bioplástico. Por ejemplo, experimentamos para hacer food packaging, estamos probando para hacer como un hilo de nylon con este material para producir camisas o chaquetas, y luego a futuro, porque todavía estamos probando para mejorar y hacer más cosas, empezar a producir botellas o envoplast”, adelantó.
Sin embargo, el camino hacia la sustitución total del plástico sintético no es fácil ni tampoco económico. En tal sentido, Rodríguez reconoció los desafíos financieros. “De ahí viene todo el trabajo que vengo haciendo desde hace 10 años atrás, que es buscar otra fuente de alimento para la bacteria que cueste poco, para disminuir el costo de este bioplástico”.
Según su criterio, una de las alternativas sería encontrar aliados dispuestos a invertir en sostenibilidad. “Un mercado que te pueda pagar el costo de tu producto, y mientras más demanda, se reduce el costo. Entonces, poco a poco vas entrando al mercado, se abren otras empresas en otros lados del mundo, se produce más material y empieza a bajar el costo del biopolímero”.
Este enfoque estratégico apunta a la viabilidad económica y a su vez alista el terreno para una transición hacia la sostenibilidad ambiental. En medio de un mercado europeo que busca la eliminación de plásticos no biodegradables en los próximos años, Rodríguez y su equipo demuestran su compromiso con el planeta y están dispuestos a liderar el cambio.