Austria construirá una valla en su frontera con Eslovenia

Al levantar un cerco de 4 kilómetros, el Gobierno pretende reducir la entrada de inmigrantes

El Gobierno austríaco ha anunciado este viernes que instalará una valla de 3,7 kilómetros de longitud en el paso de Spielfeld, en la frontera con Eslovenia, para asegurar la entrada ordenada de los refugiados que vienen por la ruta de los Balcanes. Las autoridades han optado por una valla de tipo G-7, un sistema de protección móvil que se suele usar para bloquear accesos en grandes cumbres internacionales, pero que no es una verja con alambre de espino.

 

Así lo ha explicado en rueda de prensa el director general para la seguridad pública, Konrad Kogle, quien ha matizado que se podrían llegar a colocar rollos de alambre de espino en situaciones de emergencia, por ejemplo si cientos de personas tratan de pasar al mismo tiempo los controles fronterizos. Kogle ha asegurado que siempre se actuará siguiendo el principio de proporcionalidad.

El Gobierno austríaco ya anunció el pasado día 28 su intención de instalar algunas medidas de protección en la frontera para asegurar la entrada ordenada de refugiados, pero sin cerrar la linde. Lo que en un principio Mikl-Leitner definió eufemísticamente como «medidas de edificación» fue concretado luego en «medidas técnicas» y en una valla para asegurar una entrada «controlada y ordenada» de los refugiados.

Los dos socios del Gobierno austríaco, socialdemócratas y democristianos, han estado debatiendo desde entonces el tipo de cierre a instalar. Esta valla de casi cuatro kilómetros tardará unos dos meses en estar lista. Con todo, el Gobierno estará preparado para ser capaz de instalar en 48 horas una valla de más longitud en caso de que fallen las medidas tomadas por Eslovenia para encauzar el flujo de refugiados y evitar el cruce desordenado por la frontera.

La ministra del Interior de Austria, Johanna Mikl-Leitner, ha informado de que, a petición de Eslovenia, se ha abandonado de momento el plan de construir una valla de 25 kilómetros en la frontera común.

La agencia europea de control de fronteras exteriores (Frontex) cifró el martes en 1,2 millones el número de entradas de inmigrantes irregulares en los diez primeros meses del año, una cifra cuatro veces mayor a la registrada en 2014.

Mientras la UE perfila soluciones exteriores, los Estados miembros se repliegan en sus fronteras interiores. Suecia, el país hasta ahora más abierto a los asilados, se ha sumado a Austria y Alemania en el control de fronteras dentro del espacio de libre circulación. Esta decisión debilita Schengen. “Tenemos que reinstaurar los controles de fronteras exteriores. Sin eso, Schengen no sobrevivirá”, alertó ayer el líder del Consejo Europeo, Donald Tusk.

Suecia comenzó a aplicar ayer los primeros controles en 20 años —Schengen entró plenamente en vigor en 1995— por el elevado flujo de extranjeros que está recibiendo. “No se trata de un muro. Debemos mantener bajo control la situación en nuestras fronteras. Es normal, estamos en una situación difícil”, justificó el primer ministro sueco, el socialdemócrata Stefan Löfven, en la cumbre de la UE en La Valeta. Su país recibe el 14% de todas las demandas de asilo de la Unión Europea y es el que cuenta —ya desde antes de esta crisis— con mayor número de refugiados per cápita.

El territorio que recibe el mayor volumen de asilados, Alemania, también está en apuros. “Schengen no está en discusión; nadie quiere acabar con el sistema”, defendió la canciller Angela Merkel tras el encuentro. Aun así, su país, al igual que Austria, también aplica controles selectivos en sus fronteras desde hace dos meses. Y la canciller ha anunciado, contraviniendo su mensaje inicial, que los sirios llegados a Alemania podrán ser devueltos al primer país europeo por el que entraron, como dictan las reglas comunitarias de asilo.

Más drástica para la libre circulación resulta la medida adoptada por Eslovenia, que también aplicó controles fronterizos hace varias semanas y que ahora ha empezado a construir una valla de 1,8 metros en su frontera con Croacia para frenar el tránsito de refugiados hacia el norte de Europa. Se suma, de esta manera, al enfoque húngaro respecto a los tránsitos por Europa, y al que Austria está planeando adoptar. “Todas esas medidas muestran la gran presión que afrontan los Estados miembros. Schengen está en una carrera contrarreloj y estamos dispuestos a ganarla”, enfatizó Tusk ante la prensa.

Ese conjunto de acciones individuales entorpecen la respuesta común que intenta ofrecer la Unión Europea y, sobre todo, agrietan la imagen de un continente rico que se dice desbordado por la llegada a su territorio de algo más de un millón de personas, cuando Turquía acoge a 2,2 millones de sirios que han huido de la guerra iniciada hace casi cinco años.

 

Lucía Abellán/Agencias/El País